Los ganaderos, entre los pocos que se benefician por el alza de los alimentos
Aunque sus gastos se han incrementado, por fin consiguen tener margen en la leche que producen
La subida generalizada de precios desde hace algo más de un año se deja ver, de manera especial, en la cesta de la compra. Los productos de primera necesidad se han encarecido significativamente tras el estallido de la guerra de Ucrania, con aumentos que a veces superan el 40%, y muchos consumidores se ven apurados para llenar sus despensas, lo que les obliga a pensar qué y dónde comprar. Las subidas vienen dadas, en su mayoría, por el alza de los costes de las materias primas y de los intermediarios pero esta vez, al menos, los ganaderos cántabros han conseguido cobrar la leche a un precio más justo.
Según la comparativa anual de supermercados que lleva a cabo la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), llenar el carro de la compra cuesta un 15% más que el año pasado. Productos básicos como las legumbres, el pan, las frutas, la harina o el azúcar se han encarecido más de un 20% y cada vez más hogares se ven ahogados por estas subidas, a las que muchas veces no encuentran alternativas.
Una de las particularidades de esta crisis inflacionista es que los precios no han subido como consecuencia de un aumento de la demanda (que hubiese iniciado las tensiones en el comercio minorista), sino que ha surgido en los primeros eslabones de la cadena de producción y desde ahí se ha propagado al resto.
Ha sido la invasión rusa de Ucrania el desencadenante que ha hecho tambalear la cadena de suministros en la alimentación.
La guerra de Ucrania afecta al campo
Hasta el estallido de la guerra, Rusia y Ucrania habían sido grandes exportadores de cereales, trigo, maíz y semillas oleaginosas (sobre todo girasol), una oferta que ha descendido significativamente desde entonces y la escasez de cereales ha encarecido harinas, pastas alimenticias y piensos ganaderos.
En paralelo, ha sufrido gran incremento el precio del gas, que repercute en los fertilizantes –tan necesarios para el sector primario–, y el del petróleo, que encarece los costes del transporte.
La explicación es la misma: Rusia y Bielorrusia, ahora sancionadas por la UE, son piezas fundamentales para la producción de fertilizantes, ya que suman el 40% del potasio comercializado en el mundo, mientras que Rusia por sí sola es responsable del 25% del nitrógeno y del 20% del petróleo que consume Europa.
Por ello, aunque las grandes cadenas de distribución aseguran que está ajustando sus márgenes, los productores insisten en las dificultades que están viviendo.
Los productores cántabros
El sector primario cántabro no ha sido ajeno a estas subidas de sus insumos pero, por el tipo de trabajo que predomina, no se han visto tan afectados como el de otras comunidades.
Los productores locales no se sienten tan castigados por la subida de los fertilizantes, ya que no los utilizan de una forma tan intensiva como en otras regiones.
Aquí, el abono se produce de manera natural en las estabulaciones de leche. Son las ganaderías extensivas de montaña las que necesitan adquirir fertilizantes y se han visto más afectadas por el incremento de su coste, aunque tampoco supone un porcentaje elevado de sus gastos, según explica Raúl Guillarón, secretario general de Asaja Cantabria (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores).
Algo parecido ocurre con el combustible, un coste importante para todo el sector primario pero no tanto para los productores regionales. A pesar de que el precio del gasóleo agrícola está todavía muy por encima de lo que costaba antes de la crisis (ha pasado de los 0,70 euros del verano de 2021 a los 1,30 por litro actuales), los agricultores mantienen la bonificación de 0,20 euros por litro de carburante y los ganaderos pueden solicitar la devolución del impuesto de hidrocarburos en su declaración. A estos, en cualquier caso, no les afecta tanto “como a los agricultores, que están todo el día subidos en el tractor”, recalca Gaspar Anabitarte, secretario general de UGAM-COAG (Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses).
Mientras que para los agricultores las semillas, el combustible y los fertilizantes suponen en torno a un 90% de sus costes, estima Guillarón, el sector primario cántabro está muy centrado en la ganadería y lo que le preocupa es el pienso de los animales, el factor que más ha distorsionado los costes y que ya supone entre el 50% y el 60% de todos sus gastos, según calcula el secretario de UGAM, el doble que antes.
Anabitarte también señala que, aunque son los ganaderos de leche los que adquieren más piensos y forrajes, “la ganadería de carne en Cantabria suele hacerse en extensivo y no es tan dependiente” de estos productos “pero este pasado año, la falta de pastos por la escasez de precipitaciones ha hecho que estos ganaderos se hayan visto obligados a comprarlos y, además, a precios disparatados”.
Otro factor importante para los ganaderos cántabros es la energía eléctrica. “El sector lácteo es muy dependiente de la electricidad, tanto para ordeñar como para guardar la leche en frío”, explica Anabitarte. “Una explotación regional de tamaño medio pagaba unos 1.000 euros al mes de electricidad antes del estallido de la guerra. Durante 2022, con el mismo gasto, se llegaron a pagar 4.000 euros”, acota Guillarón.
Aunque la luz sigue teniendo un precio más elevado que hace año y medio, se ha abaratado considerablemente, lo que tiene un efecto importante tanto para el sector primario como para toda la cadena transformadora y la distribución comercial.
La inflación a través de una tortilla de patata
Preparar este plato cuesta más del doble que hace un año
Al pensar en alimentos básicos, algunos de los que primero acuden a la cabeza son las patatas y los huevos, dos de los ingredientes básicos de uno de los platos más famosos de la gastronomía española, la tortilla de patata. A través de este sencillo plato se puede ver claramente cómo está afectando la inflación de los productos alimentarios a los consumidores.
Según datos del Ministerio de Agricultura, los huevos son hoy un 85% más caros que un año atrás, las patatas han sufrido un alza del 84% y el aceite una subida del 63%. Todo ello en un solo año. Pero por mucho que sorprendan estas subidas, no son ni parecidas a la que ha tenido otro ingrediente hasta ahora modesto, la cebolla: un 238%.
La razón está en que al alza de la energía o de los fertilizantes se ha sumado la mala meteorología. Las heladas y la sequía extrema de 2022 han lastrado la producción y, en muchos casos, la han dejado inservible.
Con la subida de estos cuatro ingredientes, preparar una tortilla de patata es ahora un 117,5% más caro que hace un año; es decir, cuesta más del doble.
Quienes no conciban acompañar este plato sin pan, tendrán que sumarle otro extra, ya que este alimento se ha encarecido un 15,2% durante el último año.
Y a todo esto habría que sumarle el coste de la electricidad o el gas para cocinar, que, aunque están bajando, siguen por encima del precio al que estábamos acostumbrados antes del estallido de la guerra.
Productores mejor retribuidos
Frente a otros episodios anteriores de inflación, esta vez el sector primario cántabro no se está quedando al margen de la subida de precios. Según los datos de COAG, los costes de los productores han subido de media un 40% y la remuneración que están recibiendo, en torno a un 34%. Si bien no cubre toda la subida de los costes, se acerca mucho y ello, según Anabitarte, se debe a la reforma de la Ley de Cadena Alimentaria, que entró en vigor en diciembre de 2021 con el objetivo de garantizar que los productores puedan repercutir sus costes.
Quizá no sean todos, pero hay muchos ganaderos que aseguran que, por primera vez en muchos años, están logrando obtener un margen económico de su explotación láctea, aunque no ha sido fácil.
“Durante 2022, cuando se han producido las grandes subidas de los insumos y los precios de la leche en origen aún no habían aumentado, las explotaciones cántabras han tenido que echar mano de los recursos propios y del sacrificio de parte de los animales de sus explotaciones para poder mantener el resto, pagar las facturas y continuar la actividad. Ha habido una descapitalización”, subraya Guillarón, que también destaca que “las ayudas recibidas de las distintas administraciones han sido un balón de oxígeno durante los meses en los que los costes superaban a los pagos”.
Desde finales de 2022, cuando el pago al ganadero del litro de leche comenzó a rondar los 60 céntimos, las explotaciones pueden encajar, por fin, sus números. “Antes, producir un litro de leche nos costaba 39 céntimos y nos lo pagaban a 32, lo que era una ruina. El año pasado, tras muchas luchas, llegamos a cobrar el litro a 38 céntimos, aún sabiendo que no era suficiente. Ahora, es imposible producir por menos de 50 o 55 céntimos, pero la compran a 60”, explica Anabitarte. “Tras muchos años perdiendo dinero y sobreviviendo, es ahora cuando estamos recibiendo un precio justo”, subraya.
“El dinero que se gana se está destinando a tapar las pérdidas del último año y a reestructurar los negocios”, revela Guillarón.
Futuro incierto
El resto del sector primario no puede decir lo mismo. El ministro de Alimentación, Luis Planas, ha declarado recientemente que cree que la inflación de los alimentos ha tocado techo y ha pedido a los siguientes eslabones de la cadena alimentaria que trasladen al consumidor esa disminución de precios que empieza a producirse en origen.
“Lo que ocurre con la leche es una excepción”, advierte Anabitarte. “Es tan amplia la gama de productos del sector primario que es difícil hacer una valoración conjunta, pero no todos los productores están siendo bien remunerados, ni mucho menos”.
De hecho, la COAG elabora un índice mensual en el que compara el precio de varios productos de los lineales de los supermercados con el que se paga al productor. “Históricamente, la media entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor no baja del 400%. Hay productos que llegan a encarecerse un 700% o incluso un 1.000%, lo que indica que hay eslabones de la cadena, principalmente el sector distribuidor, que se están forrando y deberían dar explicaciones”, subraya Anabitarte.
“Aunque los ganaderos de leche siempre hemos sido maltratados por la distribución (con años en los que un litro de leche ha costado menos que un litro de agua, al utilizarse como producto reclamo), ahora el precio de la leche se ha acercado a lo que paga el consumidor. La distribución la ha puesto en su sitio y espero que no demos pasos atrás para arreglar la inflación”, advierte el secretario general de UGAM-COAG.
María Quintana