Pablo Alonso Astuy, primer candidato a presidir la Asociación de Hostelería
‘Hay una línea muy fina entre el turismo que aporta y el turismo descontrolado, que genera rechazo. Por eso, hay que planificar’
Pablo Alonso Astuy, que durante ocho años ha sido presidente de los campings cántabros y durante 16 ha estado en la Junta de la Asociación de Hostelería con cargos relevantes, va a optar a la presidencia ahora que deben convocarse elecciones. Está convencido de que los problemas en la principal patronal sectorial de la región fueron producto de los desajustes que se produjeron durante la pandemia, y cree que ya se han encauzado. Su objetivo es recuperar la presencia social de la Asociación y pedirá a las autoridades que se estudie la capacidad máxima de acogida turística, para establecer limitaciones a los alquileres vacacionales.
El hecho de que en estos cuatro años hayan pasado cuatro personas por la presidencia de la Asociación de Hostelería de Cantabria (Ángel Cuevas, Francisco Agudo, Javier Bedia y María Ángeles Pérez) puede llevar a perder la perspectiva, pero lo cierto es que este mes de mayo concluye el mandato. La actual presidenta en funciones deberá convocar elecciones en la primera asamblea que se celebre.
Pregunta. Usted está al frente del Camping Caravaning de Oyambre, el Camping de Ruiloba y el de Ramales. Durante ocho años ha sido presidente de la Asociación de Campings de Cantabria y durante 16, miembro de la junta directiva de la Asociación de Hostelería. ¿Por qué quiere presentarse a su presidencia?
Pablo Alonso Astuy. Me gustaría presentarme, porque creo que soy el mejor candidato de los posibles. Tengo la experiencia, tengo el tiempo y tengo las ganas de aportar a mis compañeros. A fin de cuentas, a las asociaciones se viene a aportar, no se viene a sacar nada. Y llevo muchos años trabajando para la Asociación, la tengo en el corazón, es mi segunda casa y me gustaría volver a ponerla en el lugar que se merece.
P. ¿Es una candidatura continuista?
P.A.A. –Pues podría decirse así, que es continuista de Ángel Cuevas, porque pretendo seguir en la misma línea, y de María Ángeles Pérez, que también era compañera de la Junta, y creo que en estos meses de presidenta interina lo está haciendo muy bien [ella ya ha anunciado que no se presentará].
P. ¿Por qué cree dimitió Ángel Cuevas, tras salir elegido en las últimas elecciones, y qué piensa de la polémica que surgió después, con la dimisión de su sucesor, Javier Bedia, y el cese y la nueva contratación de la directora?
P.A.A. –La Asociación de Hostelería se llevó un palo tremendo con el COVID. Nos paró a todos, pero a la Asociación especialmente, porque tuvo que dejar todas las actividades que estaba desarrollando y hacer otras para las que no estaba pensada. Tuvo que enfrentarse con funcionarios hostiles, meterse en demandas, en manifestaciones, etc., etc. Esto dejó a la Asociación con una gran escasez de recursos y Ángel Cuevas acabó quemado. Después hemos tenido un par de años de interinidad en los que no se ha recuperado esa dinámica que tenía, esa presencia social.
Los problemas de gestión
P. La auditoría que se hizo revelaba importantes problemas de gestión…
P.A.A. –La auditoría estaba más pensada para una gran empresa que para una asociación como la nuestra. Y el problema se suscitó porque, además del Covid, coincidió con una transición en el departamento de administración y con muchas circunstancias que impidieron poner en marcha programas subvencionados por la Administración.
P. ¿Usted cree que la Asociación puede recuperar el crédito que tenía?
P.A.A. –Yo creo que sí. La Asociación tiene que recuperar la presencia social; estar presente en todos los foros en los que se hable de turismo y de hostelería; tiene que volver a todos los territorios, en colaboración con hosteleros y con las asociaciones que hay en ellos. Tiene que ser el punto de encuentro de los hosteleros. Para eso tiene medios, tiene un gran equipo profesional y tiene una gran sede. Es lo que hay que volver a poner en valor, para que vuelva a ser fuerte, potente, fiable y presente en la sociedad cántabra.
P. ¿Cómo lo pretende hacer?
P.A.A. –Hay que conseguir que Las Carolinas vuelva a ser el lugar de encuentro de los hosteleros, donde puedan venir no solo a traer un papel o no sólo a hablar con el abogado, sino a tener una reunión, aunque no tenga que ver con la Asociación, a aparcar el coche porque tiene que hacer unos recados, a tomar un café… Que sea un centro social de hosteleros.
Aparte, hay que retomar las labores de formación. Necesitamos una escuela de hostelería que dé formación tanto a los profesionales como para los trabajadores o a los que quieran serlo.
‘El mundo del camping está en plena efervescencia, con la entrada de cadenas’
P. Parece difícil retomar ahora el curso integral que había, porque los potenciales alumnos tienen muchas ofertas de trabajo para incorporarse inmediatamente.
P.A.A. –Sí que es cierto que hoy en día parece difícil hacer un curso de diez meses, pero si no es el curso integral hay que hacer cursos de cuatro meses, por ejemplo. Que esos alumnos salgan con un compromiso de trabajo, con un futuro profesional y que se puedan llenar los huecos que hay en hostelería.
P. ¿Qué otras cosas echa en falta?
P.A.A. –Es muy importante crear una bolsa de trabajo enfocada a resolver el problema laboral que tenemos, que yo divido en dos. Por una parte está la necesidad de crear equipos formados, fiables y estables en los establecimientos, algo que solo se puede hacer a través de la formación y de la fidelización del trabajador.
Por otra parte, tenemos que reforzar nuestras plantillas en verano. Ahí necesitamos un tipo de trabajador con menos exigencia de formación, que puede que no vea su futuro laboral en la hostelería, pero que es un complemento para él. Estoy pensando en estudiantes, en personas que tienen otras dedicaciones y que complementan su actividad con unas horas en hostelería. También debemos poder llegar a ellos a través de la Asociación.
P. Disponer de más trabajadores también pasa por dignificar el empleo en el sector.
P.A.A. –Eso va en relación con el trabajador de plantilla, que lleva tiempo en la casa. Para dignificarle hay que darle una formación continua de calidad, unas condiciones laborales de calidad, que no necesariamente son el sueldo. En hostelería es muy difícil la conciliación, porque es un trabajo que se ejerce cuando los demás disfrutan, pero sí que es posible la flexibilidad horaria.
Cuando hablamos de que no hay trabajadores, no los hay para ningún sector y especialmente para hostelería. Mientras no entren nuevos trabajadores en el mercado vamos a tener que competir por los que hay, y en hostelería partimos con una desventaja, que es la conciliación de la que hablábamos y la imagen que tiene el sector en términos generales. Efectivamente, hay que darle un cambio, como ya se está consiguiendo con los cocineros, desarrollando iniciativas que mejoren la imagen del camarero, del recepcionista…
P. Las estadísticas dicen que de cada ocho empleos creados en el último año, siete han sido para trabajadores extranjeros y buena parte de ellos para la hostelería. ¿El sector va a estar sostenido casi exclusivamente por trabajadores que vienen de fuera?
P.A.A. –Vamos hacia ello, pero no es el único, y eso no tiene por qué ser malo. Afortunadamente tenemos un tipo de inmigración bastante escalonada y yo creo que muy bien integrada. No creo que esto sea un problema.
P. El sector turístico tiene varios problemas que no parecen encontrar solución, como los pisos turísticos o las áreas de autocaravanas que no se legalizan.
P.A.A. –Yo creo que hay que dar una vuelta a las normativas turísticas en general, porque datan de los años 50. De cuando el Gobierno decidió que España había que abrirse al turismo y aquellos españolitos no tenían ni idea de turismo; había que decirles cómo tenía que ser su negocio. Miras una normativa de hoteles y te dice los servicios que tienes que dar, los metros que tiene que tener tu habitación… 70 años después, somos los empresarios los que le tenemos que decir a la Administración cómo tiene que ser el turismo, porque sabemos mucho más que ellos.
Yo creo que hay que dar una vuelta desde el sector a esas normativas tan intervencionistas. Lo conseguimos en su día los campings. No es lógico que un camping tenga que tener una cafetería, un restaurante, una recepción abierta 12 horas cuando en invierno ni siquiera estamos abiertos. Conseguimos que nos quitasen la obligación del bar, pero no la del supermercado, porque nos decían que algo tiene que tener un camping. ¿Pero usted no se da cuenta de que tengo uno en las esquina…?
Son unas normativas hiperintervencionistas, como que hoy en día tienes que tener un menú en un restaurante, con un primero, un segundo, un postre y el vino incluido. ¡Ya sabré yo lo que tengo que dar de comer!
‘Lo que se ha hecho con los pisos turísticos y las autocaravanas ha sido validar lo que había, sin considerar si estaba bien o no’
P. Pero el turismo es una competencia autonómica, y eso quiere decir que las 17 comunidades siguen en la misma onda.
P.A.A. –Sí, sí, están en la misma onda. No hay ninguno que diga: voy a romper este esquema.
P. El alargamiento de la temporada ha tenido un importante efecto económico en el sector. ¿Es producto de las políticas que se han puesto en marcha o, simplemente, de que las temperaturas son más benévolas?
P.A.A. –Es consecuencia de que las temperaturas son más benévolas y de que el español medio quiere salir de casa, y el turismo se ha convertido en una necesidad.
P. Es decir, que descansa básicamente sobre cliente nacional.
P.A.A. –Sí, porque en Cantabria tenemos aproximadamente una relación de un 80 a 20 entre españoles y extranjeros. En los campings, el porcentaje de extranjeros es un poco mayor, el 30%, pero el grueso del negocio es el cliente español.
P. Esa progresiva desestacionalización, ¿también se nota en el turismo rural, que fuera de la temporada tenía ocupaciones muy bajas?
P.A.A. –Sí, empieza a tener ocupaciones mucho más razonables, especialmente en los fines de semana. El verano se va extendiendo un poco más y los fines de semana de temporada baja van trabajando mejor. Sí que es cierto que en el turismo rural ha habido una auténtica reconversión, con muchísimos cierres de establecimientos.
P. Usted es un empresario de campings. ¿Está cambiando este formato?
P.A.A. –Es uno de los sectores que más ha cambiado. Hemos tenido que adaptarnos a las nuevas peticiones del cliente, introduciendo bungalows, naturhouse… Hemos tenido que agrandar las parcelas, porque los vehículos cada vez son más grandes; hemos tenido que habilitar zonas específicas para autocaravanas, porque es una clientela cada vez más numerosa… Hay una constante evolución.
P. Los campings siempre han sido negocios familiares pero en los últimos años eso está cambiando. El de Pechón ya lo está gestionando una cadena, Kampaoh; el Punta Marina, en Isla, lo ha comprado la cadena francesa Yellow Village, y el de Santillana unos empresarios de Madrid que tienen varios más, entre ellos el de Latas.
P.A.A. –De unos años para acá es cierto que ese está produciendo un proceso de renovación, de recambio del empresariado, tanto por ventas o alquileres de campings como por la entrada de nuevas generaciones. El mundo de camping está ahora mismo en una efervescencia total, no sólo en Cantabria, sino también a nivel nacional, con la llegada de cadenas de grupos de inversión.
El camping está haciendo el viaje que en su día hizo la hotelería hacia la concentración. Los empresarios originales, ya sea por jubilación o por paso a nuevas generaciones, están dejando paso a una mayor profesionalización.
‘Antes, el urbanismo decidía la capacidad turística de un destino. Con las nuevas modalidades turísticas, planificar por esa vía ya no sirve’
P. ¿Perturba al sector el fenómeno de las autocaravanas que pernoctan en espacios no regulados? ¿Tiene alguna solución?
P.A.A. –Sí, sí que ha perturbado mucho, aunque el sector se va adaptando a esa nueva realidad. Al final, estamos hablando de un turismo descontrolado, desregulado, que yo comparo con el problema de los pisos turísticos.
Es un formato de cliente que busca huir del modelo turístico regulado, ya sea por precio, ya sea por formalidad, y busca la mal llamada libertad turística, porque si todos hacemos lo que queramos, al final resultaremos todos perjudicados.
En un primer momento sí que ha afectado a los campings, pero poco a poco nos hemos ido adaptando, implementando facilidades para este tipo de cliente, como los bungalows, de tal forma que ahora el problema ya no es tan perturbador.
P. No obstante, desde el sector se ha instado reiteradamente a las autoridades a que tomen medidas.
P.A.A. –Siendo yo presidente, me pasé diez años protestando, advirtiendo de lo que estaba pasando. Ahora ya por fin hay una normativa de autocaravanas…
P. Pero no siempre se cumple.
P.A.A. –El problema es ese, que hay que cumplirla, pero por lo menos ya hay una normativa y ya hay es posible hacer áreas de autocaravanas legales, como las de Comillas, Ruiloba o Cóbreces. Lo que pasa es que todavía siguen existiendo muchas ilegales, que no son más que un prado o un parking donde se deja aparcar.
El problema está en diferenciar el concepto de aparcar y el de acampar. Aparcar, como vehículo, puedes aparcar donde quieras, pero acampar como turista es una actividad turística que tiene que estar regulada. Desde 2020 tenemos una normativa y ahora hace falta que se vayan quitando aquellas instalaciones que no la cumplan. Al final, se trata de que sean operadores turísticos iguales que los demás, pero es cierto que no acabamos de resolverlo.
P. Quizá porque convertirse en un operador turístico informal resulta más fácil que entrar en otros sectores; basta tener un piso y ponerlo en alquiler de temporada o abrir un terreno cercano a la costa para acoger autocaravanas.
P.A.A. –Efectivamente, los pisos turísticos han existido siempre. El problema se produce cuando ha sido muy fácil obtener clientes y han entrado en el negocio muchos propietarios. Eso ha traído consigo problemas de todo tipo, desde la gentrificación de las ciudades a la escasez de vivienda, encarecimiento de alquileres, etc.
Había que regularlo, pero lo que se ha hecho no es una regulación sino una mera validación lo que había, tanto para los pisos turísticos como para las áreas de autocaravana, de forma que si lo que había estaba mal, estamos validando lo que estaba mal, sin pararnos a pensar que hay dar que dar una seguridad, un control de viajeros, hay que tener una planificación…
El turismo tiene que estar planificado. No puede ser que cualquiera, en cualquier sitio pueda poner su piso en alquiler turístico o su prado o su jardín para una autocaravana, porque eso va a trastocar totalmente los flujos en un destino. Vamos a perder el control sobre cuántas personas vienen, sobre qué necesidades tenemos de policía, de sanidad, de saneamientos, aparcamientos… Y eso va a hacer que el turismo se convierta en una actividad molesta.
Hay una línea muy fina entre un turismo que aporte y un turismo descontrolado que genera un rechazo, y ese rechazo lo estamos viendo cada vez más. Eso sólo se puede solucionar con planificación. Una ciudad como Santander tiene que planificar cuántos pisos turísticos puede tener, cuántos turistas puede asumir. Pero eso mismo lo puedo decir de San Vicente de la Barquera o de cualquier otro lugar.
P. ¿Y quién puede establecer el número máximo para dar satisfacción a todos?
P.A.A. –Pues tendremos que buscar profesionales que nos lo sepan decir, quizás la Universidad de Cantabria. Nosotros como ciudadanos de a pie no vamos a saber nunca cuánta gente cabe en Santander, cuánto tráfico cabe, cuántos coches caben en verano o cuántos policías necesitamos meter más en Suances para regular el flujo de visitantes, pero seguro que hay técnicos que lo pueden decir.
P. ¿Usted tiene la sensación de que estamos al borde de morir de éxito?
P.A.A. –No, todavía no. Cantabria no está masificada. Sí que es cierto que hay ciertos momentos en ciertos lugares que puede haber un exceso de visitantes, pero en términos generales Cantabria no está masificada. Eso no quiere decir que no tengamos que regularlo y que plantearnos cuánta gente podemos asumir.
Hasta ahora, en España el urbanismo regulaba más o menos los flujos de personas, porque solo podías hacer un hotel en un suelo que fuese de uso terciario. El ayuntamiento, con un plan urbanístico, más o menos configuraba la capacidad turística de un destino. Pero, de repente, han llegado estas modalidades turísticas y ya no podemos planificarlo por esa vía. Vamos a tener que hacerlo vía normativa turística. Pero claro, si no lo acompañamos de una aplicación efectiva, tampoco servirá de nada.