Santander recupera una parte de su pasado en el entorno de la catedral
Situada en el antiguo cerro de Somorrostro, la catedral de Santander sufrió tantos avatares que hoy no resulta fácil reconocer sus orígenes ni sus formas primigenias. Tampoco las del Castillo de San Felipe, que durante siglos le acompañó en esa colina, defendiendo la ciudad. Con las obras de remodelación del entorno de la catedral y del edificio del Obispado se va a poder entender un poco mejor ese enclave situado entre la bahía y la desaparecida ría interior de Becedo, del que surgió la Puebla Vieja (junto al cerro) y más tarde, la Puebla Nueva, en la otra orilla.
La catedral de Santander puede que no tenga la fama de otras seos españolas pero es un edificio emblemático en la ciudad y pocas hay con una característica tan particular: cuenta con dos iglesias en el mismo edificio. Se trata, en realidad, de dos edificios superpuestos. Sobre la iglesia inferior, denominada del Cristo –que fue construida durante el primer tercio del siglo XII–, se levantó la catedral en el siglo XIV, que dispone de claustro –incorporado en el siglo XV– por haber sido una abadía.
Situada en el, durante mucho tiempo, denominado como cerro de Somorrostro, la catedral de la Asunción de Nuestra Señora es de estructura gótica, aunque las profundas reformas y restauraciones a las que se ha visto sometida a lo largo de los siglos, han provocado que perdiese cualquier parecido con la forma original. La más destacable fue la realizada por los arquitectos José Manuel Bringas y Juan José Resines del Castillo, tras el incendio de la ciudad en 1941.
Ahora se ha actuado sobre su edificio capitular y se ha remodelado urbanísticamente el entorno, que incluye la Plaza de Eguino y Trecu –ya terminada–, las calles Los Azogues y Somorrostro, y la del Obispo Juan Plaza, aún sin comenzar.
La modificación de este entorno ha costado algo más de cuatro millones de euros, de los que más de la mitad han sido financiados por el Ministerio de Fomento y en torno a 1,5 millones por el Ayuntamiento de Santander.
Plaza de Eguino y Trecu
Las primeras obras, ya concluidas, han sido las que afectaban a la plaza de Eguino y Trecu, a la entrada de la catedral, y a la que se accede por la calle Somorrostro, que se inauguraron a finales del pasado verano.
La empresa adjudicataria, Senor, actuó sobre una superficie de algo más de 2.000 metros cuadrados para hacer este espacio completamente peatonal y suprimir los aparcamientos.
En la nueva plaza se ha renovado todo el pavimento, con adoquines de granito, peldaños de piedra caliza y losas de mampuestos recuperados de los antiguos muelles, para subrayar la relevancia histórica del lugar.
El arquitecto y director de obra, Clemente Lomba, ha dado un carácter simbólico al centro de la plaza, donde se ha colocado la fuente de piedra caliza blanca, con planta octogonal y una columna circular, además de cuatro caños de bronce sobre los que se ha colocado el crucero, restaurado, que ya presidía la antigua plaza.
La obra ha incluido una recreación de la talla de la Virgen gótica del siglo XIV que ocupaba una hornacina en la fachada oeste de la catedral. La original puede visitarse en el museo que se creó en la torre.
También se ha incorporado una nueva escalinata de acceso a la catedral, pegada a la fachada norte de la torre, que conecta con la escalera general. La esquina que forma el encuentro entre ambas escaleras ha sido el lugar elegido para reubicar la estatua del obispo Eguino y Trecu.
Al remodelar esta plaza, se han añadido en su perímetro unas cadenas sostenidas por bolardos de piedra, un símbolo que tradicionalmente separaba el espacio de las catedrales góticas, para marcar la soberanía de la Iglesia sobre el lugar.
En el caso de Santander, estas cadenas resultan más simbólicas, ya que figuran en el escudo de la ciudad, en recuerdo de las que rompieron las naves comandadas por el almirante Bonifaz en el Guadalquivir durante la conquista de Sevilla.
Para enmarcar aún más esta nueva plaza, en la parte que da a la calle Somorrostro se ha construido un pequeño muro de contención circular, que da respaldo a un banco corrido. En esa zona, también se han instalado otros bancos individuales intercalados con tilos.
La calle más antigua
La plaza de Eguino y Trecu hace de vestíbulo de la catedral Santander, pero la intervención ha llegado a varias calles más de este conjunto arquitectónico.
Las obras para remodelar la calles Somorrostro y Los Azogues aspiraban a recuperar el vial más antiguo de la ciudad, que sufrió importantes cambios tras el incendio de 1941, cuando se aprovechó para hacer una completa reordenación urbana del casco urbano, tras un allanamiento de toda la almendra central que provocó que el cerro de Somorrostro, donde se encuentra la catedral, dejase de tener continuidad con la loma de la Calle Alta.
Para el arquitecto del proyecto, que también es Clemente Lomba, esta calle desaparecida era “importantísima”, ya que en su día era una de las más transitadas, al conectar el antiguo puerto con la Puebla Vieja.
La actuación que ahora ha ejecutado la empresa Rucecan va dirigida a recrear, en lo posible, el aspecto original en la esquina nordeste de la catedral. Se ha recuperado un tramo de la calle Los Azogues que discurre junto al ábside del templo y se ha unido con Somorrostro (junto al edificio de Correos) gracias a la reconstrucción de las escaleras y las rampas existentes.
El arquitecto ha querido que la estética sea similar a la del urbanismo medieval que dio origen a la catedral. Una forma de acercarse a este objetivo ha sido la utilización de piedra de Escobedo completamente trabajada a mano.
Además, se ha construido un muro curvo que protege la rampa y las escaleras y emula un contrafuerte, lo que devuelve a la catedral una parte de la sensación de atalaya que tuvo. Lomba ha querido recuperar, en lo posible, la imagen de la catedral “elevada sobre la ciudad”, tal y como estuvo históricamente, dominando el antiguo cerro de Somorrostro.
La escalera construida por la calle Juan Plaza y la rampa con escalones que da a Somorrostro forman ahora un nuevo espacio que se va a utilizar para divulgar cómo fueron los orígenes de la ciudad, entre ellos una maqueta y unas acuarelas originales sobre la evolución de la población que realizó el fallecido historiador y arqueólogo José Luis Casado Soto.
De hecho, ese espacio lleva su nombre y el de su colega Joaquín González Echegaray, cuyas directrices se están siguiendo para intentar localizar los vestigios del antiguo puerto romano que se erigía a los pies de la catedral hace 2.000 años.
Con el mismo afán de salvaguardar esa memoria histórica, en una capital que no anda muy sobrada de restos arqueológicos que recuerden su pasado, estas obras van a seguir adelante, lo que ha supuesto un incremento del presupuesto inicial.
Aunque el Ayuntamiento empezó dedicando a esta actuación algo menos de 500.000 euros, la inversión supera ya los 900.000, gracias a la partida que se ha habilitado para continuar las excavaciones, con la intención de profundizar en los que quizás sean los primeros asentamientos en Santander, entre las faldas de Somorrostro y la ría de Becedo que discurría por las actuales calles Calvo Sotelo y Burgos. Con el tiempo, la ciudad crecería al otro lado de la ría, formando dos núcleos bien diferenciados a ambas orillas, algo que después de haberse cegado esa entrada del mar y de los rellenos realizados tras el incendio, resultar difícil de imaginar.
Cuando los trabajos arqueológicos hayan finalizado y se pavimente la calle, se construirá una ventana longitudinal para contemplar los restos encontrados, similar a las que hay bajo la Plaza Porticada.
Por el momento, se han localizado los vestigios arquitectónicos de una fortificación medieval, de un cementerio cristiano con varias fases de ocupación y restos de arquitectura gótica inédita, cuya excavación y análisis se va a ampliar para esclarecer su función y cronología. Posiblemente se trate de la cabecera o testero primigenio de la iglesia Baja o del Cristo, de principios del siglo XIII.
Estancias capitulares
La actuación de mayor envergadura entre las que se llevan a cabo es la remodelación de las estancias capitulares y de los restos del muro del antiguo Castillo de San Felipe, que también se levantaba en el cerro. Esta obra, que se encuentra a punto de finalizar, ha costado más de dos millones de euros, de los que el Ministerio de Fomento paga 1,5 millones y el resto lo sufragan el Obispado y el Ayuntamiento de la ciudad a partes iguales.
El muro de San Felipe –también llamado muro del Rey– se construyó en el alto de Somorrostro a finales del siglo X y, posteriormente, pasó a formar parte de un castillo que vigiló la entrada de barcos a la bahía de Santander, hasta su demolición en el siglo XV.
Con la última remodelación de la catedral, el muro pasó a formar parte de la casa capitular, del Cabildo Catedralicio, que también está siendo remodelada en su integridad. Una vez se haya concluido la obra, los ciudadanos podrán contemplar en ella uno de los vestigios más antiguos de la ciudad y utilizar varias salas que se están habilitando en estas dependencias eclesiásticas.
Las estancias capitulares anexas a la catedral fueron construidas en los años cuarenta y forman parte del conjunto del Obispado de Santander. La remodelación, llevadaa cabo por la constructora Fernández-Rosillo y proyectada por el arquitecto David Arce, ha sido completa, aunque el exterior no haya cambiado (a excepción del color de la fachada, que ahora luce borgoña).
Se ha realizado una excavación de casi ocho metros de profundidad, hasta alcanzar la cota de la calle Juan Plaza. De este modo, y aprovechando también el volumen bajocubierta de la envolvente original, se ha transformado un edificio de tres plantas elevado sobre un muro a ocho metros de altura sobre la calle en otro de seis plantas.
El edificio ha sido vaciado totalmente y la cubierta se ha desmontado y reconstruido, respetando los valores arquitectónicos del estilo del inmueble y mejorando su accesibilidad. Ahora cuenta con una entrada directa desde la calle Obispo Plaza García y ascensores.
Antes de las obras, las plantas primera y segunda estaban reservadas al uso del Obispado y de la catedral. Albergaban la sala capitular y dependencias del Cabildo catedralicio, la biblioteca y las salas de reuniones y viviendas de las religiosas de la congregación de Santa María Madre de la Iglesia, que atienden la catedral. Ahora, las dependencias de uso privado catedralicio han pasado a concentrarse en la nueva cuarta planta, una bajocubierta de 300 metros cuadrados.
Las otras tres plantas ofrecerán 700 metros cuadrados de uso público. Están divididas en un gran espacio que se utilizará como museo y sala de exposiciones y conferencias con un aforo para unas 200 personas, y 400 metros cuadrados –repartidos en dos plantas– dedicados al Archivo Diocesano, que hasta ahora se encontraba en el seminario Monte Corbán, sin unas instalaciones ni medidas de control adecuadas.
Las nuevas dependencias tienen medidas de control ambiental y de protección frente al fuego de última generación, adecuadas para el valor de la documentación que contienen, y permiten, además, abrirlos al público.
El Archivo Diocesano incluye tanto documentos de las parroquias como civiles; de antiguos concejos y otras entidades territoriales, que abarcan desde el siglo X y, sobre todo a partir del XVI, hasta la actualidad. Un valioso material que puede servir para investigar sobre demografía, epidemias, historia económica y cultura en Cantabria.
El archivo también alberga una colección de 250 pergaminos procedentes de monasterios cántabros, como el de Santo Toribio de Liébana o la Colegiata de Santillana del Mar, Castro Urdiales y el monasterio de La Canal, así como vistosos libros cantorales de gran tamaño realizados en el siglo XIII.
Junto a la remodelación de las estancias capitulares se ha recuperado el único muro que queda en pie del castillo de San Felipe, hasta ahora oculto por las dependencias del Obispado.
Se creía que este muro flanqueaba la entrada a la ciudad desde el siglo XII, pero gracias a esta intervención se ha descubierto que lo hacía desde doscientos años antes.
El muro tiene más de dos metros y medio de espesor y la reforma del conjunto permitirá a los ciudadanos subir hasta lo más alto, donde se ha creado un mirador en la que era una de las torres de vigilancia. Desde allí se pueden observar los Jardines de Pereda y la bahía.
Además de dar valor al entorno de la catedral, las obras han descubierto vestigios prerrománicos que certifican que Santander es una ciudad milenaria. Se trata de un muro de un castillo datado a mediados del siglo X u XI, a principios de la Edad Media, el único de su porte en el norte de España y que indica que el Santander altomedieval tenía más entidad de lo que transmiten las fuentes escritas.
Excavando en el cerro de Somorrostro también se ha encontrado un refugio antibombardeo de la Guerra Civil que se ha integrado en el proyecto, dándole un nuevo uso cultural como sala expositiva, que probablemente será dedicada a la historia más reciente de la ciudad.
Los arqueólogos que han realizado el descubrimiento, Lino Mantecón y Javier Marcos, han destacado que estos restos arqueológicos, junto con la recuperación de parte de la calle de Los Azogues, incrementan el patrimonio cultural santanderino.
Estos pocos vestigios que quedan del casco más antiguo de la capital cántabra servirán ahora para reinterpretar la historia de la ciudad y para el disfrute de los santanderinos y de los turistas.
María Quintana