El arte y la cultura celebran los treinta años del Palacio de Festivales

El Gobierno regional va a invertir dos millones de euros para aprovechar espacios interiores sin uso y abrir una nueva terraza mirador

El Palacio de Festivales parece un recién llegado a una ciudad cuyo perfil no ha variado sustancialmente desde el incendio de 1941, pero ya ha cumplido treinta años. Aún con la pandemia, que tanto ha afectado a las manifestaciones artísticas, la Sociedad Regional de Cultura, Educación y Deporte del Gobierno de Cantabria no ha querido que este aniversario pasase desapercibido y va a conmemorarlo con una programación especial durante todo un año, aunque parte de ella deberá esperar a que la situación sanitaria mejore. Al tiempo, se van a realizar algunas reformas en el interior del edificio, que descubrirán nuevas posibilidades de uso del Palacio.


El 29 de abril se cumplieron 30 años de la inauguración oficial del Palacio de Festivales de Santander con el estreno en España del oratorio ‘Joshua’, de Haendel a cargo de la orquesta inglesa Kings Consort. Un aniversario que la Sociedad Regional de Cultura, del Gobierno de Cantabria, va a conmemorar durante un año entero, pese a las dificultades que plantea la pandemia.

Gema Agudo, directora general de Cultura confía en que “a medida que la crisis sanitaria vaya mejorando se puedan ampliar aforos en las distintas actividades”. Por eso, ahora se han presentado solo las 30 primeras propuestas, las programadas hasta junio, en las que intervienen el actor Carlos Hipólito, la pianista Elisabeth Leonskaja o el cantaor Miguel Poveda, entre otros.

A su vez, en la nueva edición de La Cultura Contraataca participarán más de un centenar de artistas cántabros en actividades que se desarrollarán en una treintena de municipios hasta finales de este mes bajo el lema ‘Planeta Palacio’. “Es una forma de llevar la celebración del aniversario a la región”, explica la directora general.

En realidad, toda la programación va a ser un guiño a la historia del Palacio, y se reconocerá en los escenarios  “a personas que han tenido importancia a lo largo de las programaciones de todo este tiempo”, adelanta la directora general.

Los espectáculos serán muy variados pero para las actuaciones de lírica, tanto ópera como zarzuela, habrá que esperar a finales de año o principios del próximo, cuando los aforos sean mayores, “ya que sería una pena hacer el esfuerzo que supone traer una ópera o una zarzuela para solo 300 personas”, justifica Agudo.

Aunque la idea original era comenzar con un espectáculo de luz y color en la fachada sur del edificio, que se iba a transformar en una enorme pantalla en la que narrar las tres décadas de historia del Palacio, el repunte de los contagios de abril ha obligado a cancelarlo.

Sí se ha podido celebrar, con muchas cautelas, una gala institucional en la que se han homenajeado a los diferentes gobiernos que han trabajado para desarrollar la cultura en estos 30 años de historia, en la figura de los presidentes, expresidentes o los familiares directos de aquellos que han fallecido.

Posteriormente, habrá homenajes para los trabajadores y los directores de Cultura.

Historia

El Palacio de Festivales fue proyectado por el prestigioso arquitecto navarro Francisco Javier Sáenz de Oiza, padre de otras obras tan conocidas en el panorama nacional como la torre del BBVA en Madrid, el edificio Torres Blancas o el santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, en Oñate. A pesar de que se ha convertido en símbolo arquitectónico y cultural del Santander, el edificio nació envuelto en polémicas. En primer lugar, por su sobrecoste, ya que se presupuestó en algo más de 1.100 millones de pesetas (unos siete millones de euros) y tras varias modificaciones el gasto acabó multiplicándose casi por siete, hasta alcanzar los 7.000 millones de pesetas (unos 42 millones de euros).

La construcción fue programada dentro del Plan Nacional de Auditorios –destinado a dotar al país de una adecuada infraestructura musical– pero cuando Hormaechea llegó al poder, decidió convertir lo que iba a ser una sala de conciertos en un gran palacio multidisciplinar que sirviese para celebrar conciertos, desfiles, obras de teatro, óperas y festivales de toda índole.

Los sucesivos y cada vez más ambiciosos cambios provocaron una gran demora en su construcción. Inicialmente iba a haber una sola sala, la Argenta, pero se decidió hacer otra más pequeña, la Pereda, por debajo de la cota del mar –que está a muy pocos metros–, pero hubo muchas más modificaciones, algunas de ellas en plena recta final. A dos semanas de la inauguración fue necesario levantar entero el patio de butacas porque las filas estaban demasiado apretadas y no era posible introducir la climatización.

“Se mantuvo el espíritu y la arquitectura exterior del edificio proyectado por Sáenz de Oiza, pero el proyecto interior cambió radicalmente”, explica Agudo, muy ligada al Palacio de Festivales desde sus inicios y al sector cultural de la región, debido a su labor comunicativa en el Gobierno regional.

Una de las decisiones más discutidas es la orientación del edificio. Se diseñó para que la vista principal fuera la de la bahía, algo insólito, puesto que solo podría ser contemplada por quienes navegasen, y que no ha cobrado sentido hasta que, veinte años más tarde, la remodelación de Gamazo y la Duna de Zahera han permitido contemplar esa fachada desde tierra.

También resulta cuestionado que el principal acceso al edificio proyectado por el arquitecto pasase por el foso de los músicos, por lo que pocas veces se ha usado como tal. Casi tan pocas como las que se ha abierto el enorme trapecio acristalado de la fachada principal, para que los espectadores pudieran ver la bahía de Santander desde la platea, tal y como lo planteó Sáenz de Oiza, ya que la potencia de la luz exterior reflejada en el espejo que crea la lámina de agua resta todo protagonismo a lo que ocurre en el interior.

A pesar de que los santanderinos más jóvenes no se imaginen unas vistas de la fachada marítima sin el perfil del Palacio, son muchos los que opinan que el enorme volumen resultante del edificio no encaja en el solar asignado, junto a los antiguos astilleros de Corcho, cuyas oficinas, expropiadas y derribadas posteriormente, dieron lugar, tiempo después, al actual aparcamiento, lo que a su vez originó un proceso judicial por parte de los propietarios, que no cobraron hasta quince años después.

La enorme escalinata de la fachada principal y las cuatro torres que flanquean al edificio dan al conjunto un aspecto singular entre todos los auditorios, que queda reforzado por la cubierta de cobre verde que recubre algunas partes de la fachada o las columnas rojas con friso azul del interior. El empeño de Hormaechea por recubrir las gigantescas paredes laterales de mármol rosa y blanco, que se han convertido en enormes frontones para la vista, acabó por exagerar aún más su monumentalidad.

No obstante, el error conceptual más notorio (el acceso del público por la escalera del sur) acabó por corregirse improvisando una solución más funcional, la entrada por el frente opuesto, en la Avenida de Reina Victoria, bastante menos apabullante, pero más operativa.

Una programación para todos

La inauguración del Palacio, que después de tanto tiempo de obras coincidió paradójicamente con el Gobierno de Gestión, presidido por el socialista Jaime Blanco, que había apartado temporalmente a Hormaechea, tenía otro simbolismo más, el fin de la Plaza Porticada como escenario del Festival Internacional. Concluía así una época, que muchos santanderinos aún recuerdan con cariño, porque el escenario improvisado en la Plaza de Velarde con carpas y un sistema tubular de gradas que se venía utilizando desde que se creó este festival en 1952 no era cómodo ni evitaba los ruidos exteriores, pero sí proporcionó noches memorables y tenía un carácter muy singular y veraniego, y así lo recuerdan también muchos artistas que pasaron por aquel precario pero entrañable espacio.

El Palacio no solo absorbió el Festival Internacional de agosto, sino que amplió la oferta cultural a todo el año, aunque el presupuesto de los otros meses fuese mucho más modesto. Y cada año ha ido ampliando su oferta, con algunas excepciones. A la música clásica, la danza, el teatro y algún que otro recital que programaba el FIS, se sumaron la música pop y rock. Posteriormente llegaron los ciclos de jazz y, a partir de 1995, la lírica, con óperas y zarzuelas, “para intentar abarcar todas las artes escénicas”, explica Agudo.

Por sus escenarios han pasado artistas de todo tipo, entre ellos muchos grandes nombres. Gema Agudo recuerda con cariño varias actuaciones que el tiempo no borra de su memoria, como el recital de la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli, “que dio un concierto de los que te ponen los pelos de punta”; la cantante alemana Ute Lemper, o Lluís Llach.

Entre los múltiples estrenos nacionales que el bailarín y coreógrafo Nacho Duato ha hecho en Santander, destaca el ballet de Romeo y Julieta con orquesta en el foso, uno de sus favoritos “y una de las actuaciones más maravillosas en pasar por el Palacio”, dice Agudo. Por el Palacio han pasado también artistas de la talla de Montserrat Caballé, José Carreras o el polifacético Woody Allen, aunque Agudo insiste en que nombres menos conocidos también “han sido los protagonistas de actuaciones memorables”.

Cada mes de julio, el Palacio también ha servido como escenario para el Encuentro de Música y Academia de Santander, que reúne a los grandes maestros internacionales con las nuevas promesas de las mejores escuelas de música de Europa.

Otra cita de gran prestigio en el mundo de la música es el Concurso Internacional de Piano Paloma O’Shea, que más tarde se convirtió en Concurso Internacional de Piano de Santander, al que han concurrido muchos de los que más tarde se han convertido en los grandes intérpretes de piano del mundo.

El Palacio de Festivales, no obstante, tenía la vocación de ampliar su público. A comienzos de los 2000 entró en la programación la música indie, de la mano del festival Cultura de Vanguardia (CuVa), que se celebraba durante tres días en el puente de diciembre y que trajo a Santander artistas como Nacho Vegas, Belle and Sebastian o The Pixies. Su programación mezclaba estos conciertos con actividades diurnas que incluían proyección de películas, mesas redondas, exposiciones, talleres y hasta unas sesiones para los más pequeños.

A pesar de su buena acogida y de que atraía público de fuera de la región (especialmente del País Vasco), se dejó de celebrar hasta que, ya en esta legislatura se ha recuperado su esencia con el nuevo Indiferente Festival, de solo un día de duración y con artistas independientes del panorama nacional de la talla de Viva Suecia, Novedades Carminha o Joe Crepúsculo.

La pandemia obligó a cancelar la edición 2020, pero Agudo asegura que Cultura recuperará este festival independiente en cuanto la situación sanitaria lo permita.

El rap también ha entrado al teatro cántabro, en forma de batalla de gallos, con una prueba eliminatoria de la liga profesional española, denominada Freestyle Master Series. “Ha tenido que hacerse con un aforo limitado y con el público sentado. Si no hubiera sido por el covid, lo hubiera reventado”, sostiene Agudo, que se muestra satisfecha de que esta actividad haya atraído al Palacio “a gente que probablemente nunca hubiera estado allí”. Por ello, y dado que la Dirección General de Juventud pertenece a la misma consejería, van a apostar por la programación de más actividades dirigidas a estos segmentos de edad, que sirvan para atraer a nuevos públicos.

Remodelación

Con ese fin de crear un espacio “para todos”, el Gobierno de Cantabria va a invertir en los próximos meses dos millones de euros en modernizar el edificio y aprovechar su enorme interior para crear nuevos espacios.

Ya se ha creado la ‘Sala 30 años’ en las antiguas cabinas telefónicas, un espacio que estaba en desuso. Servirá para labores reuniones, videoconferencias o comparecencias de artistas. Para esta actualización se han necesitado tres meses de obras y una inversión de 150.000 euros.

Ahora se está trabajando en la remodelación del ‘techo del abuelo’, un hall de la Sala Argenta infrautilizado, que se va a convertir en el ‘Espacio José Ramón Sánchez’, ya que alberga obras del dibujante, y se puede utilizar para reuniones, conferencias o presentaciones.

Entre los nuevos espacios que se van a habilitar en el Palacio, la mayor expectación la produce la idea de crear una terraza-mirador con vistas a la bahía y a la ciudad. Estará abierta al público en general (no solo al que acuda a un espectáculo) y tendrá acceso a una de las torres del edificio.

Este proyecto, que acaba de salir a licitación, requiere casi 900.000 entre su redacción y la ejecución de las obras, que durarán 17 meses y se iniciarán a finales de este año.

Otro de los proyectos que el Gobierno regional tiene intención de llevar a cabo es la urbanización del entorno para crear un espacio continuo con las nuevas naves de la Fundación Enaire, cuyo museo se abrirá este verano.

Las obras se llevarán a cabo en los próximos meses y costarán unos 300.000 euros. Con ellas, el Palacio contará con un nuevo espacio expositivo exterior, para el que se ampliarán aceras, se mejorará el entorno verde y se instalarán tótems. Además, se abrirá un nuevo espacio expositivo de escultura al aire libre.

También está previsto reformar las cafeterías y se creará un centro de visitantes en la fachada norte, con visitas guiadas desde este mismo mes de mayo.

Polivalente

La actualización del edificio y su entorno incluirá, finalmente, una mejora de la zona de talleres, guardarropas y camerinos, además de retoques en la cubierta, la iluminación y la acústica de las salas Pereda y Argenta.

Estos cambios harán del Palacio de Festivales un lugar aún más polivalente, aunque ya ha tenido muchos usos distintos a los estrictamente culturales. Antes, incluso, de su inauguración oficial, sirvió de escenario para un congreso de transportistas y otro de peluqueros. A lo largo de los años, se han celebrado también congresos médicos, juntas generales, actos conmemorativos de entidades y empresas (entre ellos, el 25 aniversario de Cantabria Económica, que nació pocos meses después de la inauguración del edificio), e incluso mítines.

El Palacio cuenta con varios espacios que pueden utilizarse para eventos, además de las salas Argenta y Pereda. La Sala Griega, en forma de anfiteatro, se utiliza habitualmente para celebrar ruedas de prensa, presentaciones o conferencias, y hay otra serie de espacios que han pasado desapercibidos y de los que se intenta sacar más partido, como el de talleres, donde se han celebrado conciertos del Indiferente Festival y la reciente batalla de gallos(rap). Otro es la terraza, en la que se realizaron los primeros conciertos de España después del confinamiento, protagonizados por Rulo y la Contrabanda y Vicky Gastelo, enmarcados en la campaña ‘La Cultura Contraataca’. “La terraza es un espacio maravilloso que, sin duda, utilizaremos de nuevo”, asegura Agudo.

El Palacio también cuenta con una Escuela de Artes Escénicas, inaugurada por Román Calleja prácticamente en paralelo con la creación del propio edificio. Esta escuela, de la que han salido numerosos actores y la mayor parte de las compañías que operan hoy en la capital cántabra, está abierta a jóvenes y adultos.

A los cursos para las distintas edades, el teatro en inglés y el coro, la Consejería de Cultura espera sumar nuevas ideas, incluyendo otras vertientes artísticas, “para abrir aún más este espacio a los ciudadanos”.

Son muchos los que dicen que el Palacio parece a un animal panza arriba. Mientras algunos claramente ven un gato, otros aseguran que es una vaca y hay incluso quienes ven un león, por los remates en forma de garra de sus torres. Lo que sí es seguro es que este edificio se ha convertido en el rey de la cultura en la región.

María Quintana

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