Un verano de lleno
Las olas de calor del interior de España contribuyen a un éxito histórico
En lo que va de verano se han concluido tres hoteles en Santander, hay cuatro más en tramitación y el pasado año se abrió uno de cinco estrellas en Las Presillas. Son empresarios que desafiaron las incertidumbres de la pandemia, y que parecen haber acertado en su apuesta, a la vista del lleno turístico que vive la región este verano y los magníficos registros de la primavera. Encontrar una habitación de última hora en Santander este mes de agosto solo estaba al alcance de quienes estuviesen dispuestos a pagar cantidades desmesuradas.
Las olas de calor en el interior, el ansia de todos por recuperar el tiempo perdido durante la pandemia, la incertidumbre que ensombrece el próximo otoño y el ahorro acumulado durante los meses de restricciones de movimientos. Todos estos factores, unidos a la libre circulación de los extranjeros que en los años anteriores la tenían restringida hacen de este verano el mejor de la historia turística de la región. A pesar de haber más plazas de alojamiento que nunca, muchas más mesas de hostelería y más recursos de ocio, todo ha resultado escaso en las fechas más señaladas.
Santander añadía este verano tres hoteles más, el Palacio de Pombo (que tuvo que volver a cerrar por no haber tramitado la preceptiva licencia de apertura), el Bed4you, en La Marga y el Sol Boutique, que ha recuperado una pareja de chalets clásicos de la calle del Sol, en los que el Grupo Mara (propietario también del Hotel Faro de San Vicente y del Hotel Puerto de Llanes) ha habilitado 19 habitaciones con una decoración muy cuidada.
Estos dos palacetes fueron adquiridos por dos familias mexicanas vinculadas a Cantabria y las obras comenzaron en mayo de 2019, con la unificación de los dos inmuebles contiguos, ‘Villa Carmina’ y ‘Villa Rosa María’, proyectados en el siglo XIX por el arquitecto Emilio de la Torriente. El resultado es un hotel-boutique con mucho encanto.
Otros cuatro en la pista de salida
Los establecimientos abiertos en los últimos meses indican que el sector turístico ha cambiado el chip del malestar en el que parecía instalado. Y hay cuatro más en construcción o en tramitación administrativa que junto a los ya concluidos añaden unas doscientas habitaciones al censo regional.
El Petit Boutique Hotel, en Piquío, pasará de siete a 16 habitaciones tras adquirir las dos viviendas colindantes. En la antigua Pensión Margarita, también en Piquío, la propietaria del Balneario de Puente Viesgo, María Ángeles Pérez, está levantando un hotel que tendrá 27 habitaciones.
Lejos de allí, en la calle Magallanes, el presidente de la Asociación de Hostelería, Ángel Cuevas tiene un proyecto para hacer un hotel de tres estrellas. Y en las antiguas instalaciones de Talleres Nansa, en la calle Castilla, está previsto construir otro de 36 habitaciones.
El aumento de planta hotelera es solo un síntoma pero la oferta real de plazas la marca los periodos de apertura del conjunto, y esos se han ampliado muy significativamente. Si hace dos décadas eran pocos los hoteles de Santander que se mantenían operativos en invierno, ahora son la mayoría. Por tanto, la oferta real es muy superior a la que indica el crecimiento en el número de habitaciones.
Tampoco se puede juzgar el éxito de la temporada en Cantabria por lo que ocurra en julio y agosto, cuando está prácticamente garantizado el lleno. Es más ilustrativa la ocupación en junio y septiembre, los meses que sirven para redondearla. Y esta vez la temporada empezó pronto y bien, auxiliada por el buen tiempo en la región y las olas de calor que padecían fuera.
En junio fueron varios los hoteles urbanos que superaron el 80% de ocupación, a pesar de la fuerte subida de precios. En septiembre, las perspectivas también son muy buenas, porque el visitante extranjero llega en mayor proporción que nunca y hay un turismo nacional que conoció Cantabria durante las restricciones a los viajes internacionales y ha vuelto.
La única inquietud del sector está en los reiterados presagios sobre un fuerte retroceso de la economía a partir de septiembre que está retrayendo a algunos clientes. Las agencias inmobiliarias también reconocen que hay compradores que no han cerrado operaciones ya comprometidas temerosos de que un cambio brusco en la economía pueda comprometer la suya particular. También son bastantes los que se han echado atrás al reservar pisos de alquiler para esas fechas.
Esa sombra no ha llegado a contaminar la reserva de plazas hoteleras, porque este año se han hecho con bastante antelación y por la necesidad psicológic a de salir y dejar atrás la pandemia y otras crisis que tenían muchas personas. Además, el tiempo ha sido un gran aliado. Muchos de los clientes de última hora de los establecimientos cántabros deciden en función de las previsiones meteorológicas y este año se han dado las dos circunstancias más favorables para los intereses del sector turístico regional: buen tiempo en la región y un calor insoportable en otras, que obliga a sus residentes a huir hacia el norte buscando un poco de fresco.
El resultado se ha podido comprobar en cualquier fecha de estos meses de julio y agosto: las pocas plazas que podían reservarse a última hora en los principales hoteles se cotizaban a precios que en ocasiones superaban los 400 euros/noche.
La bonanza también se refleja en las cifras de empleo del sector. En el segundo trimestre del año –cuando aún no había empezado la campaña turística propiamente dicha– la EPA ya revelaba que el sector había alcanzado en Cantabria los 33.086 ocupados, una cifra histórica. Los asalariados aumentaban un 29,2% con respectos al trimestre anterior, pero lo más significativo es que los autónomos (propietarios de los negocios) lo hacían un 23,1%. Son cifras superiores a las de 2019, que hasta ahora era el paradigma del éxito absoluto entre los hosteleros de la región.
El aluvión de nuevos empresarios indica que hay confianza en la rentabilidad del negocio (frente a los mensajes que se han estado lanzando en los dos últimos años) y, a pesar de haberse ampliado sustancialmente el perímetro del sector, ha habido para todos.
Se extiende la temporada
El turismo de Cantabria lucha tradicionalmente contra dos problemas históricos: una temporada corta (la realmente alta no dura más de dos meses), y unas estancias efímeras (los viajeros permanecen poco más de dos días, de media) pero eso está cambiando. En los años previos a la pandemia, la ocupación media anual de los hoteles ya se estaba acercando al 50%, cuando ni en los mejores años del boom económico de comienzos de siglo se superaba el 45%, y con Santander –que tira de este porcentaje al alza– llegando a una ocupación media del 55%, que este año se va a superar con toda seguridad, a pesar del aumento de las plazas derivado de las nuevas aperturas y los muchos establecimientos de temporada que este año han decidido abrir antes para aprovechar la ocasión.
La masiva llegada de visitantes se ha dejado notar también en los pisos de alquiler. Según un informe de Pisos.com, Cantabria ha sido la capital española en la que más han subido los precios en julio. Aunque el porcentaje no sea excesivamente alto (un 2,8%) es significativo porque la tónica general fue descendente.
El turismo se está comportando extraordinariamente bien en todas las zonas de la región, aunque la ocupación del interior es más baja, algo que ocurre habitualmente. Para estos establecimientos, además, la campaña es bastante más corta, y eso desanima a muchos propietarios de hoteles rurales. A comienzo de la temporada había quince en venta en Cantabria, bastantes más que el año pasado, a pesar de que las perspectivas del negocio eran francamente mejores. La mayoría de ellos ha hecho esfuerzos muy notables de equipamiento y para completar su oferta con rutas, bicicletas, kayak, etc. que mejoren la experiencia de sus clientes (casi siempre turismo familiar) y extender cuanto puedan sus estancias.