Cantabria, otra vez colapsada
Tal y como ocurrió en la huelga del transporte de mercancías por carretera de 1997, la reciente protesta de los camioneros ha vuelto a tener una especial incidencia en Cantabria. Al igual que entonces, ha sido la región más afectada por una decisión que se anticipó en una semana a la huelga nacional del sector que, por otra parte, fue la que sentó al Gobierno a negociar. El paro convocado en Cantabria por Asemtrasan –la asociación que representa a los transportistas autónomos– ha situado a la región al borde del desabastecimiento y ha causado importantes perjuicios a muchas empresas que, en algunos casos, se han visto obligadas a interrumpir su actividad.
Las experiencia de la pasada movilización de 1997 ha servido, sin embargo, para hacer más eficaz el dispositivo preparado por la Delegación del Gobierno, que ha debido recurrir de nuevo a la organización de convoyes protegidos por la Guardia Civil. Aún así, no han faltado los actos de intimidación y los daños causados a los vehículos que no han secundado la huelga.
Para evitar los piquetes y dar salida a la producción, varias fábricas de componentes de automoción se han visto forzadas a utilizar el transporte aéreo. En los diez días que ha durado el paro, aviones cargueros han movido por el aeropuerto de Parayas más de 277 toneladas de piezas destinadas a plantas de montaje de automóviles que no pueden parar sus cadenas de producción por alteraciones en el suministro. Esta cifra multiplica por diez el volumen de mercancías que mueve habitualmente el aeropuerto cántabro.
El recurso al transporte aéreo ha evitado que la corraliega Robert Bosch Sistemas de Frenado se viese obligada a parar, con el riesgo de perder sus clientes, aunque haya sido a un elevado coste.
Mejor respuesta esta vez
Todas las empresas se han defendido como han podido. Robert Bosch Treto, como tras muchas, utilizó furgonetas. Los supermercados no dudaron en servirse de coches particulares para abastecerse, aunque en los últimos días se generalizaron los estantes vacíos. No pocos industriales invitaron a sus trabajadores a coger vacaciones, para rebajar el nivel de actividad y hubo quien presentó expedientes de regulación de empleo.
No obstante, los productos de primera necesidad no escasearon. Gracias a la experiencia de 1997, la Delegación del Gobierno pudo trazar estrategias de abastecimiento más eficaces que entonces, tanto para la organización de convoyes como para la selección de los objetivos a cubrir e, incluso, para eludir el conflicto abierto en las carrreteras, aunque eso no impidió que se produjesen daños en 67 camiones y se hiciesen siete detenciones.
La Guardia Civil dio escolta a 3.086 camiones, un 30% de los cuales transportaba alimentos; un 18,5% materias primas para la industria; un 16,6% combustible y un 12,8% mercancías peligrosas. Más de cien empresas solicitaron convoyes de escolta para sus suministros o para el envío de producto terminado.
Los costes que ha producido la paralización del transporte por carretera son difíciles de evaluar por el momento y probablemente no se conozcan nunca, aunque la patronal CEOE lo está intentando, pero hay dos ideas generalizadas entre los afectados: Se ha sabido reaccionar mejor que en ocasiones anteriores, por lo que los efectos no han sido tan graves para las empresas ni para los ciudadanos, pero no ha impedido que la competitividad de Cantabria haya vuelto a sufrir un duro golpe. Si una huelga siempre perjudica, el hecho de que haya durado ocho días más que en el resto del país es un doble perjuicio para las empresas que han de competir con las de otras regiones y los efectos que esto pueda tener sólo se verán a medio plazo.
Históricamente, Asemtrasan se ha caracterizado por ser la asociación de transportistas más beligerante de España, junto a las vascas. Eso ha dado lugar a que la región haya sufrido muchas más protestas de camioneros que el resto, más virulentas y más persistentes. En esta ocasión se producía, además, un hecho curioso. El anterior secretario general de Asemtrasan, César Bárcena, hoy director general de la agencia de transportes Lodiscan, formada por varios autónomos, se encontraba en el bando opuesto, dado que la intención de su cooperativa era la de mover los camiones.
Tensión en CEOE
La tensión interna que ha provocado en CEOE el hecho de que una de las patronales –Asemtrasan– fuese convocante de una protesta que ha causado tantos perjuicios al resto de asociados permitía intuir que algo ocurriría en el interior de la patronal una vez concluido el conflicto. No tardó mucho en producirse: De forma prácticamente simultánea, CEOE expulsó a Asemtrasan de su seno, culpándola de la utilización de “procedimientos inadmisibles” durante la huelga y Asemtrasan tomaba la decisión de marcharse. Acababa así una relación que nunca fue fácil entre esta asociación, que reúne a 800 autónomos con 1.400 camiones, y los que son sus cargadores.