El Plan Eólico abre nuevos caminos a las consultoras
Recurrir a una consultora para mejorar un proceso industrial, para diseñar una estrategia de negocio o para gestionar un proyecto suele ser un síntoma de una cultura empresarial evolucionada. Pero también es un índice fiable de la situación económica de una región y del estado de ánimo de sus empresarios, bien porque se desea mejorar unos resultados que ya son razonablemente buenos o porque no lo son y hay que buscar soluciones.
En un escenario de crisis generalizada como la que arrastra nuestra economía desde hace año y medio, los servicios que se demandan de las consultoras locales no han variado sustancialmente en cuantía –salvo para las especializadas en situaciones concursales, donde el trabajo se acumula– pero sí han cambiado las tareas que el empresario les encomienda.
En medio de la crisis, casi nadie se plantea iniciar la implantación de una certificación de calidad a no ser que le resulte absolutamente necesario para continuar su actividad comercial, ni se suelen solicitar análisis de los recursos humanos de su empresa, por la suspicacia que generaría en las plantillas, que lo pueden interpretar como la antesala de despidos. En cambio, ha crecido el interés de los empresarios por explorar otras vías de negocio para compensar la parálisis que puede estar afectando a su sector.
Con crisis o sin ella, las empresas cántabras no se significan por ser proclives a recurrir a las consultoras. En otras regiones existe una cultura empresarial más sofisticada, que ha incorporado la ayuda de estos profesionales a sus hábitos de gestión. De ahí la necesidad de buscar fuera de nuestras fronteras que sienten las consultoras que quieren crecer.
La Asociación que las agrupa en Cantabria está integrada por 26 empresas con una plantilla media de tres a cinco empleados y una facturación que ronda los 500.000 euros. Fuera de ese perímetro hay especialistas en nichos muy específicos de asesoramiento que ofrecen sus servicios de manera personal.
Para la pequeña dimensión de muchas de estas empresas puede bastar, en principio, el negocio que genera en una comunidad de 600.000 habitantes, pero para las más ambiciosas es preciso salir al exterior y ahí chocan con una dificultad relacionada con la naturaleza de su actividad. Un servicio basado en la confianza, y que precisa de un conocimiento previo por parte del potencial cliente o de alguien que les allane el camino.
Un efecto inesperado del Plan Eólico
Desde que se inició el concurso eólico se ha hablado mucho sobre las esperanzas depositadas en el desarrollo de esta energía en Cantabria, pero sea cual su resultado sobre el futuro industrial de la región, lo que sí es seguro es que un puñado de consultoras ya se han beneficiado del nuevo escenario abierto por el Plan Eólico.
En un ecosistema económico tan cerrado como Cantabria, donde el conocimiento de los resortes que lo mueven es imprescindible para desarrollar un proyecto empresarial, resulta una gran ventaja estar ya sobre el terreno. Partiendo de esta premisa, las grandes compañías energéticas nacionales que pretenden hacerse con alguna demarcación eólica han forjado alianzas con empresas locales entre las que se encuentran varias consultoras como Glezco o Saciva.
Este simple hecho ha supuesto una novedad en el modo en que han venido actuando las consultoras, que han pasado de diseñar planes financieros o industriales para otros a implicarse directamente en una iniciativa empresarial ajena a su campo ordinario de actuación.
Es posible que hasta el próximo mes de junio no se conozcan los resultados del concurso y si alguna de estas consultoras va a ser cotitular de los derechos de explotación de una demarcación eólica, pero para ellas el Plan ya ha surtido efectos muy beneficiosos. Les ha servido para darse a conocer ante grandes grupos nacionales, que les han abierto la puerta de otras comunidades, y en nuevos proyectos. Firmas como Saciva, por ejemplo, han comenzado a trabajar en Cataluña gracias a los contactos proporcionados por su participación en el Plan Eólico, y se dispone a abrir oficinas en Asturias y en Bilbao.
Para estas consultoras, el Plan ya ha rendido frutos y creen que ese efecto multiplicador del que se han beneficiado es el que debería buscar el Gobierno cántabro a la hora de resolver el concurso.
Frente a la intención de asignar los parques previstos a un reducido número de concurrentes, para simplificar el proceso, hay quienes defienden la conveniencia de una razonable atomización. De esta manera se crearían muchos más vínculos entre la región y las empresas que aspiran a intervenir en el reparto de los 1.400 Mw a concurso. Quienes defienden esta tesis se apoyan en el hecho de que el nivel de rentabilidad de las inversiones eólicas es lo suficientemente alto como para hacer adjudicaciones de 50 Mw y las grandes operadoras no desdeñan intervenir en parques de pequeñas proporciones. Por otra parte, si las adjudicaciones se hicieran de manera fragmentada no tardarían en producirse alianzas para optimizar la explotación de los parques.
Clientes públicos y privados
Una de las razones que impulsaron a las consultoras cántabras a formar una asociación fue la necesidad de hacerse visibles para la Administración. Hasta ese momento, ninguna firma local solía trabajar para el sector público que, bien por desconocimiento o para no generar suspicacias, prefería contratar los servicios de asesoramiento fuera de la comunidad. En los últimos tiempos no solo ha cambiado esta forma de actuar sino que la autonomía ha evitado en las contrataciones los paquetes excesivamente cuantiosos, para no despertar el apetito de las grandes consultoras nacionales y dar más posibilidades a las empresas locales.
El tipo de servicios que demanda la Administración pública tiene poco que ver con las necesidades de los empresarios privados, ya que el sector público suele pedir mediciones de la calidad de sus servicios, la planificación de actividades o la organización de los recursos humanos.
Tampoco el consultor aplica en el sector público los mismos métodos que en el privado. Si se trata de empresarios individuales que pretenden optimizar su negocio o redefinirlo, el componente emocional de la relación que se establece con el consultor suele ser muy elevado. En el proceso de diagnóstico, y hasta que se llega a los aspectos puramente técnicos para solventar los fallos detectados, el trabajo del consultor tiene algo de diván de psicoanalista. “No hay dos rutas iguales ni dos empresarios iguales” –explica el presidente de la Asociación de Consultoras, Luis Marina– “y lo importante, muchas veces, no son las soluciones técnicas que aportas y que quedan reflejadas en un papel, sino el proceso vivido por el empresario y su cambio de mentalidad”.
Un departamento externo de innovación
Una de las nuevas funciones de las consultoras es la de servir como departamento externo de las empresas en el terreno de la innovación. Ya no se trata de diseñar un plan estratégico, de modificar procesos productivos o de reasignar recursos, sino de explorar nuevas oportunidades de negocio. Aquí las consultoras juegan un importante papel de intermediación para encontrar socios, buscar financiación o incluso hacerse cargo de la gestión de un proyecto que, en muchos casos, han sugerido ellas mismas.
Las consultoras han detectado una nueva necesidad entre los empresarios que han logrado un patrimonio importante y es la de invertir ese patrimonio en otros proyectos, para no encasillarse en un solo sector y diversificar los riesgos. Una tarea de gestión a la que cada vez dedican más tiempo y recursos. Un salto cualitativo en el papel de simple asesoramiento que las consultoras tradicionalmente venían realizando y al que muchos empresarios de Cantabria todavía no son suficientemente receptivos.