Editorial

Decir a los partidos lo que tienen que hacer es tan inútil como intentar sugerir a los entrenadores a quiénes han de poner de titulares. Ellos son los más interesados en no equivocarse y, por tanto, se supone que hacen lo que más les conviene aunque eso no evite que yerren.
Nadie tira piedras contra su propio tejado, pero un instinto natural nos lleva a todos a tratar de conservar lo conseguido, como el entrenador que sale a por un empate, lo que muchas veces se convierte en una estrategia nefasta. La última encuesta del CIS indica que al Partido Popular le está pasando algo parecido en Cantabria. La agresividad en su tarea de oposición le está dando muy buenos resultados en todo el país para mantener los votos que ya tenía, pero está creando una brecha insalvable para conseguir otros. Y con un escenario de imposibles alianzas como el que ha forjado, no hay forma alguna de llegar a la mayoría absoluta sin seducir a una parte del electorado ajeno, al menos a aquellos del centro más templado, un buen saco de votos que da y quita gobiernos.
No es tan significativo que en la última encuesta del CIS la actuación del Gobierno regional consiga un amplio aprobado popular como la ausencia, por primera vez en mucho tiempo, de grandes preocupaciones en el electorado. En las respuestas espontáneas, ya sólo el 1,1% de los cántabros mencionan el terrorismo como un asunto que les afecte directamente y se han desdibujado también otra serie de problemas históricos, como las comunicaciones o la falta de tejido industrial. Curiosamente, el principal problema que recuerdan es el paro, a pesar de que prácticamente hemos llegado a una situación de desempleo técnico en el ámbito masculino, algo que hace quince años hubiese parecido tocar el cielo con las manos.

Eso no quiere decir que la gente no tenga problemas. Los tiene, y muchos. Pero no conviene crearle otros. Resulta muy complicado pasar a la oposición cuando se ha ejercido el poder durante mucho tiempo y el PP ha sabido conservar su base electoral, pero necesita expandirse y eso es imposible cuando ha dibujado las orillas de una manera tan abrupta que un 46,6% del electorado se ha convertido en hostil (en el PSOE el porcentaje de claramente desafectos es sólo del 32,8%). Aún en la hipótesis de que ganase para su causa todos los que se declaran de “ni cercarnos ni distantes” no le serían suficientes para volver a gobernar la región.

A partir de ahora, su problema se puede agravar, ya que se enfrenta a un cambio de candidatos y eso siempre crea tensiones internas. Basta recordar que en 1983 una situación idéntica provocó la ruptura del Grupo Popular, al no ponerse de acuerdo sobre a quién proponer a la presidencia del Gobierno autonómico. No sólo tendrá que escoger a los mejores, sino que ha de saber contentar a las corrientes que empiezan a surgir en esta carrera hacia las nominaciones. Tampoco va a ser fácil para sus rivales, porque si la coalición PSOE-PRC gana el Ayuntamiento de Santander tendrá un serio problema para decidir quién va a gobernar, dado que no parece que el regionalista Mediavilla deje su actual cargo para ser sólo concejal y el PSOE difícilmente puede aceptar la cesión de la presidencia del Gobierno y de la alcaldía a un partido con menos votos, como el PRC.
Hace solo un mes nada hacía aventurar la proximidad de las elecciones. Hoy, todo tiene clave electoral. Pero falta más de un año y en esa recta final siempre tiene más recursos el Gobierno que la oposición. El asentamiento en la región de varias fábricas (GSB, Haulotte, otra de Aspla…), la reordenación de la zona marítima de Santander, la entrega de un buen puñado de promociones de VPO y una generosa política de subvenciones (ahora viene la de los electrodomésticos) le van a dar varios cuerpos de ventaja, sin menospreciar los réditos de las comparecencias televisivas de Miguel Angel Revilla, cuya intuición para seducir a las audiencias es poco discutible. El PP intentará limitar los daños a no perder el Ayuntamiento de Santander, pero tendrá que buscar un candidato centrista para retener esos votos moderados que necesita y que esta vez le va a disputar el PRC, cuyo paso por el Gobierno le ha servido para dejar de ser un partido rural.

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