El contrabando de tabaco, en declive
El contrabando de tabaco ha sido durante muchos años uno de los mayores quebraderos de cabeza tanto para las autoridades fiscales como para los estanqueros que debían soportar la competencia desleal de puntos de venta clandestina en los que el fumador podía abastecerse de labores que gozaban del prestigio de ser más frescas y de mayor calidad que las que se venden en los estancos, aunque la realidad fuese otra. Sin embargo, en los últimos seis años, el fenómeno del contrabando de tabaco ha entrado en un declive acelerado. Si en marzo de 1995, el 16% del tabaco que se consumía en España procedía del contrabando, en el 2000 esa cifra se había reducido a tan sólo un 2,6%.
Esta caída del tráfico clandestino de tabaco se refleja también en el descenso de los alijos. En Cantabria, las aprehensiones de tabaco que realizan tanto el Servicio de Vigilancia Aduanera (dependiente de la Agencia Tributaria) como la Guardia Civil, han descendido de manera muy notable, y las 26.617 cajetillas aprehendidas en el año 1996 se han convertido, cuatro años después, en apenas 564, lo que indica, en opinión del jefe del servicio regional de Aduanas, Jose Luis Velarde, la eficacia de la Administración en la erradicación de este tráfico ilegal: “A partir de los años 93 y 94 se ha notado un descenso enorme, en parte por la actuación de los organismos administrativos que lo combaten y en parte porque ha descendido la demanda, hasta el punto que hoy es difícil encontrar tabaco de contrabando”.
Hay otro tercer factor que contribuye a justificarlo, el endurecimiento de la normativa legal desde mediados de la década. Hasta entonces era fácil conseguir el tabaco de contrabando en muchos bares, dado que el único riesgo para el propietario del local era una sanción económica, por lo general pequeña. Le bastaba con la precaución de no mantener un stock significativo de tabaco ilegal, lo cual se solucionaba utilizando el coche de almacén, y recurriendo a él cada vez que se acababan las existencias. Así, el infractor podía ser sancionado reiteradamente sin que la pena pasase de una multa, pero las circunstancias cambiaron con la Ley de Contrabando de 1995 y ahora puede ser cerrado el establecimiento. Frente al desparpajo con que se ofrecía anteriormente el tabaco de contrabando, ahora el temor prácticamente lo ha erradicado de bares y pubs.
Denuncia contra las tabaqueras
Pero no eran los lugares de venta clandestina los que hacían el mayor negocio, ni siquiera los propios contrabandistas que asumían el mayor principal, sino las respetadas multinacionales que controlan la fabricación y distribución del tabaco en todo el mundo. De una cajetilla que en España se vende a unas 400 pesetas, casi 300 son de impuestos. Si puede introducirse en el mercado nacional vendiéndola al mismo precio que el tabaco legal, pero sin pagar impuestos, el margen para las tabaqueras es espectacular.
La lucha contra este fraude fiscal que detrae de las arcas del Estado cantidades multimillonarias, se ha reforzado de manera decisiva tras la denuncia interpuesta en Estados Unidos por la Unión Europea contra dos grandes empresas tabaqueras norteamericanas –Philips Morris (fabricante de Marlboro) y R. J. Reynolds (Winston y Camel)– acusándoles de organizar ese tráfico clandestino y de introducir en el territorio comunitario miles de contenedores de cigarrillos sin pagar derechos de aduana.
Como consecuencia de este contrabando, los países de la Unión Europea habrían dejado de ingresar cerca de 700.000 millones de pesetas al año, según la estimación realizada por la Oficina contra el Fraude de Bruselas. Las empresas tabaqueras han contraatacado impugnando en los tribunales de la Unión Europea la competencia de las autoridades comunitarias para interponer la denuncia, argumentando que es a los Estados miembros a los que corresponde la recuperación de los impuestos aduaneros.
Las rutas del contrabando
En el informe elaborado en 1997 por el Parlamento Europeo que ha servido de base para la denuncia, se detectan tres rutas principales de entrada en Europa de este tipo de contrabando, que se corresponden con puertos situados en los Países Bajos (Amsterdam, Ostende y Rotterdam). Utilizando estos centros logísticos como bases, las organizaciones que controlan este tráfico articulan su distribución por todo el continente europeo.
Desde el puerto de Amberes, que dispone de las mayores instalaciones de Europa para el almacenamiento de cigarrillos, parten muchos de los buques que intervienen en el tráfico ilegal de tabaco con destino a España. Al llegar a las cercanías de las aguas territoriales, la carga se transborda a lanchas rápidas que la trasladarán hasta la costa. Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana son las regiones españolas donde más incidencia tiene el contrabando y, lo que suele ser correlativo, donde mayor número de alijos se llevan a cabo.
En la Cornisa Cantábrica, los puntos de entrada de este tráfico ilegal se encuentran situados en ambos extremos. Ni Asturias ni Cantabria figuran entre los lugares preferidos por las mafias responsables de este contrabando, que utilizan las costas gallegas, mucho más abruptas y difíciles de vigilar, o el litoral del País Vasco, donde la labor de vigilancia e interceptación de este tráfico ilegal se ve dificultada por la particular situación que se vive en esa comunidad autónoma. Mientras que en Cantabria sólo se interceptaron el pasado año 564 cajetillas de tabaco, en Vizcaya se aprehendieron entre enero y septiembre más de 700.000. “En Cantabria los delitos son pocos –explica el jefe regional del servicio de Aduanas– porque no es una región de contrabando. Quizá influya en ello la cercanía del País Vasco, ya que el tabaco que pudiera venir por mar tiene más fácil acceso por esas costas y la posible demanda que pueda haber aquí la cubren perfectamente con tráfico interior”.