El CTC, dispuesto a financiarle a las empresas el desarrollo de nuevos productos
Puede ser el desarrollo de un nuevo cemento para la fabricación de lavabos más ligeros, la integración de grafeno en los tejidos para conseguir ropas ignífugas o la conversión de una boya con sensores en una plataforma para las energías marinas. Son ejemplos recientes de las capacidades del Centro Tecnológico de Componentes (CTC) de Cantabria, que quiere abrir una nueva etapa en su relación con las empresas, ofreciéndose como socio tecnológico para el desarrollo de proyectos de I+D que puedan tener aplicación en el mercado.
Ya no se trata solo de cobrar por los trabajos de investigación concretos que le puedan encargar, sino de compartir con las empresas los riegos y los beneficios que se puedan derivar de trasladar al mercado aquellas mejoras o nuevos productos obtenidos con la aportación de los investigadores del Centro.
Un departamento externo de I+D
En un tejido empresarial como el cántabro, formado por una miríada de pequeñas y medianas empresas, la investigación en nuevos materiales o productos no suele estar al alcance de casi ninguna, pero al igual que se ha hecho con múltiples tareas o servicios, también la I+D puede subcontratarse. Aquí es donde juegan su papel los centros tecnológicos, especializados en la búsqueda de innovaciones que las empresas no pueden abordar con sus propios recursos.
Pero el CTC no actúa solo a instancias de quienes contratan sus servicios para trabajos puntuales, sino que también toma la iniciativa. “En muchas ocasiones somos nosotros los que hacemos propuestas –señala Beatriz Sancristóbal, directora de proyectos del CTC–, porque, como fruto de la colaboración con otros centros de investigación, sabemos hacia donde van las tecnologías y el mercado antes de que se materialicen las nuevas ideas. Y con esos proyectos nos acercamos a las empresas, a proponerles un nuevo producto”.
El CTC también juega un papel muy activo en la promoción de alianzas entre empresas para buscar sinergias y la formación de consorcios que aseguren un mejor aprovechamiento en el mercado de una línea concreta de investigación.
Entre la variedad de formas de colaboración que mantiene con las empresas, el CTC quiere impulsar la de socio tecnológico. “Lo que estamos buscando” –explica el director financiero del Centro, Gabriel Pérez– “es llegar hasta el final con la empresa, para luego poder compartir el resultado de la explotación comercial”.
“Todos los proyectos de investigación” –continúa Pérez– “tienen un grado de incertidumbre; no hay una certeza sobre el resultado y la empresa puede pensar que está invirtiendo en algo que quizá no sea capaz de vender. Entonces le podemos plantear compartir el riesgo y que nos pague royalties durante un tiempo, u otras fórmulas”.
El producto tiene que ser técnicamente novedoso pero también económicamente rentable. “El análisis que hacemos –subraya Beatriz Sancristóbal– no es sólo el de la viabilidad tecnológica sino también la económica”. De ahí la orientación eminentemente práctica de las investigaciones que se realizan en el Centro Tecnológico de Componentes.
Un CTC autosostenible
Para alcanzar sus objetivos, el Centro cuenta con un presupuesto anual de unos dos millones de euros, que prácticamente se financia con los resultados de sus trabajos para las empresas (el 80% de sus ingresos llegan por ese camino) y con su participación en proyectos de investigación convocados por organismos nacionales o europeos (el 20% restante).
Este objetivo de ser autosostenible económicamente se vio reforzado cuando, en 2011, los Centros Tecnológicos españoles se vieron forzados por ley a dejar de ser públicos y convertirse en fundaciones privadas. El Centro cántabro, que fue creado en 2000 por la Consejería de Industria, se rige desde esa fecha por un patronato integrado por 18 empresas y en el que también participan tres entes públicos, Sodercan, el Instituto de Hidráulica y la Universidad de Cantabria. Con esta última, la relación es especialmente estrecha, ya que buena parte de los 25 investigadores que forman la plantilla proceden de esa institución. Además, es la Universidad la que complementa con sus laboratorios y su capital humano las necesidades de investigación que el Centro no puede cubrir por sí solo.
Como fundación, todos los ingresos que el CTC obtiene por su actividad revierten en el propio Centro. La única ventaja que obtienen los patronos, que tuvieron que desembolsar una aportación de 17.000 euros cada uno al capital social, es la de participar en la gestión del organismo y en la definición de sus estrategias de investigación, para que sean coincidentes con los sectores en que operan esas empresas. Pero si una de ellas tuviese interés en una investigación en particular, pagaría por ese trabajo como cualquier otro cliente del CTC.
Con los recursos de que dispone, el Centro suele desarrollar cada año cerca de una treintena de proyectos, que van desde la simple evaluación de las posibilidades comerciales de un nuevo producto hasta la construcción de un prototipo o el desarrollo de proyectos de investigación muy complejos. También el tiempo que requiere cada proyecto es muy variado y puede oscilar entre los tres o cuatro meses y los tres años para los más ambiciosos, en los que resulta imprescindible una fase experimental y validar la tecnología.
Los destinatarios finales de sus investigaciones no están únicamente en Cantabria, sino también en el ámbito nacional y europeo. El Centro se plantea, además, explorar las posibilidades que ofrecen los países iberoamericanos en la demanda de I+D.
Tanto en el ámbito internacional como en la captación de clientes de otras zonas de España no lo va a tener fácil. Centros tecnológicos hay en todas las comunidades autónomas, y casi siempre más de uno, con especialidades que abarcan sectores muy variados: madera, mueble, plástico, piedra, cereales, juguete… De hecho, Cantabria es la única comunidad que tiene un solo centro.
Cuatro áreas de trabajo
En su origen, el CTC nació vinculado al sector de la automoción pero la propia evolución del Centro y de las necesidades del tejido empresarial cántabro le ha ido reorientando hacia investigaciones más transversales y hacia los sectores con más futuro.
Actualmente, trabaja en cuatro grandes áreas. La primera es la de Sistemas Industriales y Componentes Nucleares, es decir, la industria en general y, específicamente, el ámbito nuclear, en el que Cantabria cuenta con una gran firma, como ENSA, y se ha llegado a formar un clúster de empresas.
La segunda gran área de especialización es la de Energías Renovables Marinas, un sector en el que Cantabria aspiraba a jugar un papel importante con el desarrollo de tecnologías para parques eólicos off shore. Las renovables marinas están aplicando mucha tecnología procedente del sector petrolero y gasístico pero necesitan desarrollos propios y el CTC cuenta con el apoyo del Instituto de Hidráulica, con su gran tanque, y con un laboratorio marino en El Bocal, en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía. Allí se están llevando a cabo las pruebas de distintos procedimientos que tratan de evitar la alta corrosión de los materiales expuestos al agua del mar.
Un tercer ámbito de trabajo es la Automática Industrial y Robótica, con investigaciones que ahora están centradas en el desarrollo de sistemas de navegación para vehículos no tripulados. Y el último area de investigación del CTC está en los Materiales Avanzados y Nanomateriales, con resultados prácticos muy recientes, como el desarrollo de un nuevo cemento para los lavabos de Bathco o los tejidos ignífugos de Textil Santanderina. “Nosotros –explica Beatriz Sancristóbal– somos especialistas en la dispersión de las nanopartículas, porque no es fácil conseguir que su distribución sea homogénea”. El CTC ha desarrollado un proceso de síntesis del grafeno, unas nanoestructuras de carbono con múltiples aplicaciones industriales.
Las cuatro grandes áreas de investigación tienen como objetivo servir a las empresas locales. Una vocación práctica que resume el espíritu con el que fue creado hace este organismo hace quince años y que se ha reforzado aún más tras su conversión en una fundación privada, que podría ver incrementado en breve su número de patronos con la llegada de alguna nueva empresa.