El empuje de las pequeñas
conserveras

La evolución acometida en los últimos años por el sector conservero, tanto en la mejora de sus instalaciones como en la diversificación de la oferta, no es sólo un empeño de las grandes firmas. Los fabricantes artesanales de anchoa, con una fuerte implantación en Santoña, también han emprendido la senda de la modernización sin abandonar por ello la fidelidad a los modos de elaboración tradicionales.
Un buen ejemplo de esta evolución es el de Conservas Ana María, que recientemente ha reinaugurado su fábrica en el polígono de Santoña tras ampliar las instalaciones y dotarse de nueva maquinaria. La inversión realizada, que ha alcanzado los 115.000 euros, ha sido aportada en un 50% por la Consejería de Ganadería con cargo a los planes de ayuda a la comercialización y transformación de los productos de la pesca.
Conservas Ana María, dedicada desde su creación a la transformación de la anchoa, ha aprovechado la ampliación para iniciar también la elaboración de bonito del norte. “Los pequeños fabricantes” –explica Juan Fernández Guerrero, gerente de la conservera– “tenemos que buscar nichos de mercado donde se aprecie la calidad y se pueda vender a un buen precio”. Además del mercado local, donde es más difícil la penetración por la abundancia de empresas competidoras, Conservas Ana María distribuye sus productos en Madrid y Barcelona. Pero donde existe un gran potencial de crecimiento es en la zona de Levante, que se ha convertido en un objetivo preferente para esta conservera: “Para los fabricantes de anchoa, el Mediterráneo es la tierra prometida” —subraya Juan Fernández—; “allí hay turistas durante todo el año y el tiempo acompaña para tomar la anchoa como plato frío, en ensalada o como se quiera”.
Raíces familiares

Como en la gran mayoría de las pequeñas firmas conserveras, esta iniciativa empresarial tiene su origen en la vinculación laboral de un miembro de la familia con alguna de las grandes fábricas de conservas que operan en Cantabria. En el caso de Conservas Ana María, los treinta años de experiencia en la elaboración de anchoa de Ana María Guerrero, trabajando como encargada de una firma santoñesa, avalan con su conocimiento práctico la trayectoria empresarial emprendida en 1996 por sus hijos Juan y Ana María.
Lo que empezó siendo una elaboración casi doméstica de semiconservas en la que colaboraba exclusivamente la familia, se ha convertido en una prometedora aventura empresarial que da trabajo ya a once personas y que en breve ampliará su plantilla en cinco trabajadoras más que actualmente se están formando en la propia empresa.

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