El Idival, la mayor ‘empresa’ biosanitaria de la región

En el comienzo y en el final de cada investigación en medicina hay una dimensión clínica sin la que no se entiende ese proceso de búsqueda de nuevos conocimientos. El tratamiento de un paciente suscita en el médico preguntas sobre su enfermedad que solo pueden resolverse poniendo en marcha una línea de investigación que ayude a encontrar nuevos fármacos, nuevas terapias o cuando menos a entender mejor los mecanismos que desencadenan las dolencias.
Y nada mejor que un gran hospital, como el de Valdecilla, para generar el ecosistema que permita a esos médicos llevar a cabo sus investigaciones. A esta idea responde la creación de Institutos de Investigación Sanitaria que, como el Idival, están ligados a centros hospitalarios de referencia. El cántabro es uno de los 29 institutos de este tipo que existen en España y en 2014 se constituyó como Fundación con entidad propia, dejando de ser una de las ramas de la Fundación Marqués de Valdecilla, en la que ya existía como Ifimav. Con ese cambio, impulsado como en toda España por el Instituto de Salud Carlos III, que financia buena parte de los trabajos desarrollados en el centro, se acentuó el carácter investigador del Instituto, dejando atrás el ámbito formativo que se reflejaba en su antigua denominación, aunque en la práctica ya lo había hecho en 2008.

Una entidad gestora

Aunque la investigación se realiza esencialmente en el hospital, al estar centrada en pacientes, el Instituto aporta la infraestructura de gestión y sus laboratorios como soporte a esos trabajos. El Idival agrupa a seis áreas de investigación (Cáncer, Neurociencias, Infección, Transplante, Metabolismo y una de carácter transversal), en las que trabajan actualmente 29 grupos de investigación. Cuenta en sus laboratorios con equipos de microscopía, de secuenciación, citometría y un biobanco, entre otros, aunque también se apoya en los equipos de diagnóstico del Hospital, para resonancias o tomografías e, incluso, en el equipamiento del IBBTEC, cuando lo precisa.
Su presupuesto anual suele rondar los seis millones de euros, de los que dos los aporta el Gobierno cántabro, por lo que el grueso de su financiación depende de los fondos que captan los propios investigadores. En los últimos cinco años los diferentes grupos que integran el Idival han logrado una financiación de unos 20 millones de euros, en convocatorias nacionales y europeas. Unos recursos que le han permitido contratar de manera permanente a unas 110 personas.

Un modelo de micropymes

Tal y como ocurre en otras áreas científicas, son los propios investigadores los que buscan financiación para su proyectos, para poder contratar personal de apoyo y adquirir el material que necesitan. En realidad, el funcionamiento de los grupos de investigación se asemeja al de las micropymes, en este caso con el soporte administrativo del Instituto.
Entre esos grupos, los hay consolidados, con una financiación y una producción científica estable, y otros emergentes, aunque en todos ellos se da una constante, “son médicos que tratan a los pacientes y, a la vez, hacen investigación”, subraya Galo Peralta, director de gestión del Idival. “La clave es tener gente muy buena, que entiende muy bien las enfermedades, porque es cuando te puedes plantear preguntas que están fuera del conocimiento estándar”, añade.
Ese nuevo conocimiento suele plasmarse en publicaciones científicas y –menos de lo que le gustaría al Instituto– en productos vinculados a esas investigaciones. El Idival genera entre tres y cuatro patentes al año y ya ha puesto en el mercado dos productos en el campo de los dispositivos médicos. Este desequilibrio entre la generación de conocimientos científicos y su concreción en productos que tengan aplicación en el mercado es un problema que aqueja a la investigación que se practica en España. Somos el décimo país en producción científica y, sin embargo, a la hora de medir los resultados concretos que se derivan de ese conocimiento y su transformación en nuevos dispositivos o fármacos, los rankings nos sitúan en el puesto 40. Factores culturales, barreras legales y administrativas, además del pequeño tamaño de nuestras empresas, con la dificultad que eso implica a la hora de destinar recursos a I+D, explican esa disparidad.
Es, también, el gran reto para Institutos como el Idival, donde encuentra todo su sentido el concepto de investigación aplicada. Aunque no todo puede medirse en términos de rentabilidad: “Solucionar problemas de los pacientes es para nosotros el objetivo final”, concreta Peralta. “Nuestra razón de ser es cambiar la práctica clínica y eso ya lo hemos conseguido en muchos casos”, concluye.

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