¿Está en venta la opinión pública?
Die Zeit alerta en portada a sus lectores con un titular quizá excesivo: “¿Se esta sacando a subasta el cuarto poder?”. Wall Street Journal acumula pérdidas de 2.500 millones. Chicago Tribune y Los Angeles Times están en bancarrota. New York Times solicitó ayuda al millonario mexicano Carlos Slim. The Boston Globe ha prescindido de sus corresponsales. La prensa no se libra de despidos dramáticos –21.000 periodistas en paro en Estados Unidos, 2.221 en España– mientras busca desesperadamente nuevas fórmulas para sobrevivir. En medio de este tsunami que la golpea surgen las dudas: “¿Wall Street podría hacerse con la prensa? ¿En un momento de crisis, podemos prescindir de una opinión pública bien informada?
La prensa es una pieza clave de una sociedad democrática. Su deterioro supondría, como señaló Jürgen Habermas, el de la espina dorsal de la esfera pública política. El cuarto poder estructura una opinión pública en los estados democráticos de derecho. Gracias a la prensa descubrimos escándalos; cómo fue convenientemente maquillada la deuda griega con la ayuda Goldman Sachs o los laxos niveles de control a los que se sometía el mercado. Donde Alan Greenspan, veía “espumilla”, Die Zeit titulaba “Que viene los especuladores!!!” y The American Prospect: “Mira mamá, sin manos”.
La prensa tiene una función que quizá haya pasado desapercibida, la creación de la opinión pública o lo que llamábamos ideología, que permite delimitar un territorio conceptual en el que cobran comprensión las decisiones políticas. La supuesta inmediatez entre la información y el conocimiento está suponiendo la erosión de la actividad crítica, reflexiva, de una sociedad democrática madura.
Se exigen medidas contra la crisis pero brilla por su ausencia cualquier preocupación por la situación que vive la prensa. La propia prensa habla poco de sí misma, mientras Sarkozy ha destinado en Francia 600 millones para ayudarla; le otorga beneficios fiscales, créditos, facilita donaciones, reduce los impuestos sobre la publicidad o estudia una rebaja del IVA. También quiere dotar de mayor autonomía a los redactores y profesionales. El argumento no es el empleo, sino la democracia.
¿Si se considera un servicio básico garantizar el suministro de electricidad, gas o agua, no resulta, igualmente, obligado garantizar el abastecimiento de información independiente? ¿No es un derecho fundamental contar con una prensa independiente?
Preocupa el deterioro de la confianza de la opinión pública. En los poderes económicos y políticos, cuando ha bajado la marea hemos visto quién nadaba vestido y quién no. En lugar de incomodar la desnudez incomoda la prensa. Convocatorias en las que no se pueden hacer preguntas o considerar a los medios, por lo bajo, hostiles. Los políticos tienden a declaraciones precocinadas, a base de titulares simples, hechas por asesores de imagen preocupados únicamente en no cabrear al personal, en no perder votos. Luego, todo son carreras de desmentidos, cuando lo que se debe hacer es ofrecer una hoja de ruta, dar señales coherentes, que marquen una dirección y unas metas.
Hade décadas que vivimos en el ocaso de las ideologías. El cuarto poder es incapaz de ofrecer relatos, conformar una opinión pública crítica y reflexiva. La falta de artículos de fondo y reseñas de ensayos se traduce en la falta de un debate público sobre las políticas, enmascarado por la destreza o la capacidad de comunicación de los gabinetes de prensa. En Europa los grandes partidos han ido perdiendo su clientela ante la incapacidad de ofrecer una perspectiva amplia de futuro en temas como la edad de jubilación, las guarderías o la asistencia sanitaria.
¿Cuál ha sido el resultado de una Estrategia de Lisboa que buscaba hacer de Europa la sociedad del conocimiento, de la información y una economía sostenible y competitiva? Pasamos del 1,82% de PIB en I+D en el 2000, al 1,9% en el 2009, cuando el objetivo era el 3%. Ni siquiera se ha dado un paso en una política común de patentes. Así que Europa vuelve a establecer los mismos objetivos para el 2020.
La situación es dramática. En lugar de abordar reformas urgentes para dar respuestas de choque, nos embarcamos en reformas institucionales fáciles de abrir pero imposibles de cerrar si ni siquiera sabemos a donde nos conducen.
El euro esta en un grave riesgo y con él todo el proceso de integración europea. El Ecofin es incapaz de ejercer el control sobre las políticas fiscales porque carece de competencias. Tras la cumbre francoalemana parecía posible definir una estructura de toma de decisiones y sistemas de control externo, pero se sacaron de la agenda las cuestiones molestas, y la Tasa Tobin a transacciones financieras especulativas, que antaño defendiera ATTAC, hoy es propuesta por Sarkozy y Merkel para salvar el capitalismo. ¿Dónde vamos?
La sensación es la de un barco a la deriva, sin piloto, y que no sabe a dónde va. ¿Seremos capaces crear un Fondo Monetario Europeo, capaces de crear eurobonus para atajar el déficit fiscal y la deuda que amenaza la integración europea? Maastricht pecó de un exceso de optimismo, al pensar que la unión monetaria traería por sí sola la unión política, sin pensar en dotarle de medios para afrontar tormentas perfectas.
Los blogs, las redes sociales, una prensa 2.0, muestran cómo, en medio de enormes dificultades, la prensa es capaz de facilitar el acceso a una información, reinventándose a sí misma. Y hoy podemos acceder al sistema político de toma de decisiones. Mientras los intentos de Control 3.0 se vean desbordados por un sistema global de Información 2.0, estaremos más cerca de una Democracia 3.0 capaz de abordar los desafíos y los retos.