Inventario
Complacencia del CES
El informe que acaba de presentar el CES es la prueba más palpable de la nueva época que vive este organismo. El amplio estudio de años anteriores ha tenido tantas podas que se ha quedado en menos de la mitad. Hay quien puede pensar que así resulta de más fácil manejo, pero lo cierto es que el CES estudiaba aspectos muy importantes que ahora ya no aparecen, como la calidad de vida, el medio ambiente, los equipamientos sanitarios o la evolución poblacional.
De esta forma, la memoria socioeconómica de Cantabria, un documento de trabajo muy sólido, se ha quedado en memoria económica del ejercicio, a palo seco. Prácticamente los mismos datos que ya se pueden obtener del informe anual de la Cámara de Comercio, aunque con alguna elaboración más.
¿Dónde quedó la sensibilidad social de los sindicatos? ¿Qué papel de organismo asesor independiente representa ahora el CES, si el presidente es un funcionario de la Consejería de Industria? ¿Cuáles son sus recomendaciones frente a las transferencias de sanidad, frente a la atención sociosanitaria o frente al Plan del Litoral?
Como ha ocurrido con tantas otras iniciativas, el CES ha acabado por convertirse en un organismo burocrático más, en este caso para hacer un papel de mero recopilador estadístico, de los muchos que ya funcionan en la región con dinero público y con idénticas conclusiones. Por no diferenciarse, ninguno de ellos se toma siquiera la molestia de analizar la evolución económica de las administraciones públicas a partir de las liquidaciones de los presupuestos, que es lo que realmente se gasta o se ingresa, en lugar de basarse en los presupuestos, un mero documento de intenciones. Así hubiésemos podido comprobar, por ejemplo, que en esta época de teórica bajada de impuestos, la recaudación fiscal está creciendo con una gran rapidez, muy por encima del IPC.
Los problemas de Cantabria no están sólo en una décima más o menos de crecimiento del PIB. También son las comunicaciones, la reconstrucción de Valdecilla, el número de plazas en residencias de la tercera edad, el que por fin salga agua en los grifos de todos los pueblos cualquier día del año o la forma de afrontar la catarata de sentencias de derribos. Si el CES abandona todos estos terrenos, bastará con encargar un informe económico a una consultora y resultará mucho más barato.
Ferroatlántica, el fin de una ilusión
Los artificios nunca dan buen resultado y la última prueba es el resultado de la operación Hidrocantábrico. El Gobierno español, tan preocupado por evitar que compañías extranjeras con accionistas públicos pudieran acceder al sector eléctrico nacional ha acabado por conseguir todo lo contrario de lo que pretendía evitar. Hidrocantábrico no sólo se lo repartirán dos multinacionales participadas por sendos estados, sino que el accionista español que encabezaba la operación, Ferroatlántica, muy vinculado a Cantabria, es casualmente la víctima. Después de haber triunfado con una opa muy arriesgada, la empresa de Villar Mir ha tenido que retirarse, y aunque probablemente reciba una compensación muy generosa (unos 8.000 millones de pesetas) ha perdido una oportunidad histórica, además del notable esfuerzo que le supuso el hacerse con el control de la eléctrica asturiana, disputada por muchos grupos.
La consecuencia de todo ello es que la alemana EnBW, filial del grupo estatal francés EDF, y la portuguesa EdP, también vinculada al sector público, se quedan con Hidrocantábrico tras un reparto amistoso de las acciones, mientras que CajAstur será el único socio español, con el 20% del capital. ¿Quien recuerda ahora las palabras de Rato vetando a las compañías extranjeras con vinculación pública, mucho más si como EdP son monopolistas en sus mercados? ¿Cómo podrá justificar a la vista del resultado final, el año y medio que ha vivido Hidrocantábrico sumida en la incertidumbre, con tres opas, con candidatos forzados a retirarse por el Ministerio de Economía o con la crisis interna que todo este proceso provocó en la Caja asturiana? ¿Por qué son aceptables ahora los compradores que hace unos meses eran inaceptables?¿Cuánto durará un equilibrio accionarial tan inestable como el que han logrado las dos multinacionales que, allí donde no son monopolistas, compiten ferozmente entre sí?
La única certeza es que los cántabros hemos perdido la oportunidad de que Ferroatlántica se convirtiese en cabecera de un holding muy importante, pero, sobre todo, hemos perdido evidentes sinergias para nuestra región.
Resultado inesperado
Cuando hace algunos meses titulé uno de los comentarios La sede con ruedas la expresión era una simple metáfora para definir el curioso ir y venir de emplazamientos supuestamente definitivos para la futura sede del Gobierno regional. Lo que nunca imaginé es que realmente iba a tener ruedas. Pero así ha sido. A bordo de un camión, las maquetas de la futura sede recorren las carreteras regionales para que todo el mundo admire y opine. Un magnífico ejercicio de democracia que está saliendo, como cabía suponer, mal.
El camión de buhonero que hace bolos por la región ha despertado un sentimiento participativo que estaba escondido en la conciencia ciudadana de los cántabros, y ahora los contribuyentes no sólo quieren opinar sobre el edificio, sino también sobre el emplazamiento, lo cual ha creado al Gobierno regional un problema que no sabe muy bien como administrar.
Los dictadores siempre lo han tenido más fácil que los demócratas. Los ciudadanos no opinan y llega un momento en que acaban por asumir que la maquinaria gubernativa tiene buenas razones para hacer lo que hace. Pero cuando se le da la palabra al afectado, se despierta rápidamente su conciencia crítica, lo cual no es malo, pero resulta más incómodo de gestionar. Baste recordar cómo en los plenos municipales de la dictadura nunca se producía incidente alguno y cuando llegó la democracia, en municipios como Torrelavega o Castro Urdiales, le presión ciudadana alcanzaba tales cotas de tensión que durante años tuvieron que celebrarse con la presencia de policía antidisturbios.
Es verdad que llevamos muchos años de democracia y que estos excesos se atemperan de manera natural, pero también es cierto que en Cantabria se ha mantenido un temor reverencial hacia el poder, quizá porque el poder no ha dudado de hacer uso de todas las herramientas a su alcance para desacreditar al disidente público. Ese control ha llegado incluso a las cartas al director de los periódicos, que han sido replicadas de oficio por campañas organizadas para contestar a quien se atrevía a mostrar la más mínima crítica.
Esas maniobras sucias acabaron por retraer a cualquiera que quisiese opinar. Pero eso no significa que la gente no tenga criterio y desee hacerlo público. Cuando se abre una puerta sucede lo que ha ocurrido ahora, que los ciudadanos no se limitan al ámbito estricto al que el Gobierno quería reducir la cuestión (qué edificio es el más bonito), sino que abordan el proyecto en su conjunto. Y, en vista de que lo que exponen tiene mucho sentido común (que el edificio no cabe en el solar donde está previsto construirlo) el Gobierno está obligado a ofrecer mejores explicaciones de las que ha dado hasta ahora.
Decir que ya se pasó el plazo para abordar ese aspecto es poco creíble cuando ni siquiera se ha adjudicado el edificio intermedio que va a construirse para sustituir la sede actual. Cuando se derribe el Colegio de Peña Herbosa y se levante la sede intermedia (no menos de dos años) aún quedará todo el proceso de traslado y, después, la demolición de la actual sede, para sustituirla por la definitiva. Asegurar que ya no estamos a tiempo para enmendar una obra que, en el mejor de los casos, aún tardará unos tres años en iniciarse es poco creíble y cortar la polémica de esta forma tendrá un coste político en el que nunca se pensó al sacar la maqueta de paseo. Si de verdad alguien quería la opinión de la calle, ya la tiene.
Otras torres que caen
Tras las torres de Manhattan han caído las compañías aéreas, pero curiosamente no se han derrumbado las aparentemente más débiles, sino algunas de las que parecían más poderosas. Swissair, modelo de puntualidad, de comodidad y de calidad en el servicio llegó a no poder pagar ni el combustible de sus aviones, un golpe de imagen del que no podrá recuperarse aunque finalmente encuentre la forma de obtener nueva financiación. Sabena, la compañía de bandera belga, directamente ha desaparecido, tras una quiebra fulminante. En EE UU, las compañías más sólidas han quedado severamente tocadas. Y en este panorama, Iberia, la que parecía más endeble por su desastrosa privatización, parece la única incólume y nadie podrá argumentar que la compañía de bandera española se ve menos afectada por las consecuencias del terrorismo que la suiza, por ejemplo, un país que ha eludido siempre todos los conflictos.
¿Responden las cotizaciones al valor real de la empresa? En estos casos ya hemos visto que no. Swissair perdió el 97% de su valor el día en que sus aviones no pudieron despegar, pero los problemas financieros de la compañía no se originaron después del 11 de septiembre, sino que eran bien conocidos desde mucho antes. Está claro que en la Bolsa lo que cotizaba era su nombre y el convencimiento de los inversores de que una compañía de tanto prestigio estaba al socaire de una eventualidad como la desaparición. Ya hemos comprobado que no.