La ciencia al día
Más biogás
Unos científicos españoles han conseguido optimizar la producción de biogás mediante la combinación de purines (restos de excrementos líquidos de animales) con destríos, que son los residuos del procesado de vegetales.
Los purines proceden de explotaciones porcinas e incluyen aguas sobrantes de la limpieza y restos de pienso. Normalmente, se almacenan en balsas y se aplican en el campo como fertilizante pero, debido a su alta concentración de nitrógeno y fósforo, el suelo, el agua y la atmósfera suelen acabar contaminándose.
En algunas zonas de España, donde se concentran muchas explotaciones porcinas, no hay suficiente superficie agrícola para aprovechar el ingente volumen de purines generado y su transporte entraña unos costes muy altos. Los purines se pueden destruir aprovechándolos como combustible, pero aportan poca energía y al ganadero no le resulta rentable soportar el coste de una planta de biogás.
Sin embargo, si los purines se combinan con destríos hortícolas de las zonas adyacentes a las granjas su nivel de metano aumenta, como ha quedado demostrado, y la producción de biogás resulta más rentable.
Arena y agua
El agua contaminada podrá purificarse en los países subdesarrollados utilizando un material nuevo más eficiente y barato, inventado por unos científicos tejanos. Es la llamada superarena, simples granos de arena recubiertos con óxido de grafito, el material del que están hechas las minas de los lápices.
El arena ya ha sido utilizada por muchos pueblos para purificar el agua desde tiempos inmemoriales y esta nueva técnica no hace otra cosa que diluir el óxido de grafito en agua y mezclarlo con esa arena corriente de manera que se activa frente a determinadas toxinas, como los metales pesados.
Échame
una mano
Unos científicos han conseguido desarrollar una mano robotizada de altas prestaciones que tiene el mismo tamaño que la humana de carne y hueso. Está compuesta por numerosas piezas de aluminio y plástico y puede hacer 24 movimientos, los mismos que una mano real. El único inconveniente es que pesa cuatro kilos.
Construir un instrumento tan perfecto ha sido una tarea difícil, ya que no había ningún sensor lo suficientemente pequeño para integrarlo en una mano artificial y conseguir que alcanzara una sensibilidad similar a la de una mano humana e hiciera movimientos precisos.
Aunque ya existen manos robóticas perfectas desde el punto de vista mecánico, e incluso sensorial, queda mucho camino por recorrer en el campo de la inteligencia para que los robots funcionen de forma autónoma y puedan adaptar sus movimientos a las características de los objetos; por ejemplo, que sepan usar un destornillador, no solo cogerlo, algo que de momento solo consigue una inteligencia que controle los movimientos.
La ‘invisibilidad’ de los sonidos
La teoría del manto acústico fue elaborada hace años pero no había sido llevada a la práctica hasta ahora, gracias a la construcción de un artefacto formado por planchas de plástico agujereadas y basado en los mismos principios utilizados para que los objetos no reflejen la luz. Entre sus aplicaciones está la de conseguir que un barco sea indetectable o mejorar el diseño de las salas de conciertos.
Los científicos se habían dedicado a crear «mantos de invisibilidad» con los llamados metamateriales, que fuerzan a las ondas de luz a viajar alrededor de un objeto, lo que para un observador significa que el objeto desaparece.
En un principio se consiguió la invisibilidad acústica en una capa superficial de agua pero, con la nueva técnica, se pueden esconder los efectos acústicos en el aire para frecuencias audibles entre 1 y 4 khz, correspondientes a dos octavas de la mitad superior de un piano.
El aparato funciona con hojas de plástico llenas de agujeros. Cuando se coloca sobre una superficie plana produce el efecto de redireccionar las ondas sonoras, de forma que un objeto que se sitúe debajo desaparece frente al sonido y cualquier intento por localizarlo fracasaría.