La crisis ensombrece el XX aniversario de AEXCA
Nació en 1991, en los albores de una crisis económica que puso en grave riesgo al sector que venía a cohesionar y veinte años después una nueva crisis, de mayor calado aún, amenaza con comprometer el futuro de muchas de las empresas que la integran. Entre ambas fechas, son múltiples las batallas que ha librado la Asociación de Excavadores de Cantabria (AEXCA), desde el control de las subcontrataciones en cascada, hasta la demora abusiva en los pagos o el derecho a usar gasóleo bonificado. En varios de estos problemas tuvo éxitos resonantes, como en acortar la cadena de subcontratación o el poder usar un gasóleo profesional sin cargas fiscales; otros, como el de los plazos de pago, siguen sin resolver, aunque se haya logrado una Ley de Morosidad técnicamente aceptable, porque ni la propia Administración la cumple.
Pero la mayor preocupación que embarga a las empresas que integran AEXCA es la paralización de la obra pública en Cantabria, a unos niveles como no se recuerdan en la historia de la Asociación.
Una Asociación pionera
AEXCA es fruto del empeño de 18 empresas excavadoras en hacer visible un sector que hasta ese momento estaba diluido entre las Asociaciones de Transporte y la de Constructores. La de Cantabria fue una de las primeras organizaciones de excavadores constituidas en España y la crisis económica que sacudió al país en la década de los noventa no tardó en refrendar la conveniencia de contar con una voz propia.
En aquella época, la construcción del tramo de autovía entre Laredo y Castro Urdiales era un buen ejemplo de los problemas a los que tenían que hacer frente los excavadores. Las empresas locales formaban siempre los últimos eslabones de la cadena de subcontratación y los impagos eran algo común. Ese escenario dio pie a la convocatoria de la única huelga que ha protagonizado el sector, culminada con una manifestación de excavadores que recorrió las calles de Santander conduciendo sus máquinas. “Esa manifestación fue el momento de la máxima unidad del mundo de la excavación”, recuerda quien fue el primer presidente de AEXCA, José Domingo San Emeterio.
Otro de los caballos de batalla de las empresas que integraban la Asociación era el de lograr mayor protagonismo frente a las firmas contratistas eliminando empresas interpuestas, venidas generalmente de fuera de Cantabria y que no aportaban nada efectivo, pero que alargaban la cadena de subcontratación y se quedaban con parte del valor añadido. Fruto de las gestiones de AEXCA fue el acuerdo con la UTE que ejecutaba la construcción del tramo Laredo-Castro. Los adjudicatarios de la obra disponían de un listado con toda la maquinaria y las empresas afiliadas.
Otro hito en la lucha contra la subcontratación desmesurada y el control de los pagos tuvo lugar en la etapa en que Miguel Angel Revilla fue consejero de Obras Públicas. Por primera vez, se logró que la empresa concesionaria del tramo entre Puente El Arrudo y Puente Nansa llevase un libro de registro de subcontratistas en el que se reflejaban también las fechas de pago a cada uno de ellos. Un logro que, desafortunadamente para el sector, no tuvo continuidad.
Desde el comienzo de la crisis, el endurecimiento del mercado por la escasez de trabajo ha echado por tierra muchos de los avances logrados. Como señala Miguel Angel Vía, que fue también presidente durante un corto periodo de tiempo de AEXCA, “no ha hecho falta que vengan subcontratistas de fuera sino que debemos reconocer con pena que los propios subcontratistas de Cantabria han envilecido el mercado”.
Un proyecto fallido
Desde la Asociación también se intentó buscar remedio a otra de las reivindicaciones históricas del sector, la de contar con vertederos controlados donde depositar la tierra extraída en las excavaciones. Para ello se creó la malograda Gesmacan, una sociedad participada por la empresa pública Mare, la propia AEXCA y algunos de sus asociados. Aunque se crearon varios depósitos, la iniciativa acabó fracasando por la renuencia de los propios excavadores a pagar las tarifas marcadas.
Otras iniciativas corrieron mejor suerte, como la reciente puesta en marcha de la cesión de crédito al subcontratista para que pueda cobrar con más rapidez. Una idea que ha sido muy valorada por asociaciones de excavadores de otras comunidades.
El recorte en obra pública
A lo largo de estos veinte años, AEXCA ha ido creciendo hasta englobar a más del 80% de las empresas que integran el sector. A José Domingo San Emeterio, que estuvo once años al frente de la asociación, le han sucedido otros cuatro conocidos empresarios locales: Gabriel González, Oscar Renero, cuyo temprano fallecimiento, conmovió a todo el sector, Miguel Angel Vía y su actual presidente Antonio García Rivero.
Para todos ellos, la actual crisis económica es, con mucho, el momento más duro vivido por los excavadores desde su existencia como colectivo organizado. Y no lleva trazas de mejorar como lo demuestra la falta de nuevas licitaciones de obra pública.
El drástico parón de las promovidas por el Ministerio de Fomento, en el proceso de ajuste que tuvo lugar en 2010, no se ha visto compensado por la reanudación del Distribuidor de La Albericia, o de los dos tramos que quedaban para la conclusión de la Ronda de La Bahía. Los excavadores critican con dureza el parón de la obra estatal en Cantabria y continúan reclamando el reinicio de las obras de la A-8, “absurdamente”, afirman, “paralizadas a pesar de tratarse de tan solo 14 kilómetros de una autovía estratégica para el norte del país”.
Tampoco depositan muchas esperanzas en las obras que se puedan promover desde el Gobierno cántabro, tras conocer los Presupuestos de la Consejería de Obras Públicas para el 2012, que dejan en 108 millones los 115 invertidos el pasado año, pero con 76 de ellos ya comprometidos en obras plurianuales, lo que deja muy poco margen para nuevas licitaciones. Un panorama sombrío que les hace temer por el futuro de un sector muy relevante para el sostenimiento de la economía en la Cantabria rural, donde se asientan varias de las empresas excavadoras más importantes, y que son las auténticas factorías industriales de zonas donde no hay otras alternativas.