La estela del SCH
El beneficio del Banco Santander ha sido tradicionalmente un dividendo para la región. Aún hoy, después de muchas absorciones y ampliaciones, cerca de un 5% del capital del SCH está en Cantabria y eso supone muchos millones de plusvalías cada año, hasta el punto que los accionistas locales del Banco ingresan bastante más de su inversión que los propietarios de cualquier otra empresa, por grande que sea.
Hay que congratularse de los éxitos del Banco, de su decisión de utilizar la marca Santander para todas sus filiales financieras –a excepción de Banesto– y de la colaboración que ofrece al Hospital Valdecilla y a la Universidad de Cantabria. Pero hay que aspirar a aprovechar alguna de las muchas oportunidades que genera un gigante como el Santander en todos los terrenos, incluido el artístico. Se hace referencia en estas páginas a la magnífica colección de arte que el Banco ha acumulado, una parte de la cual estuvo en la capital cántabra mientras la entidad tenía aquí sus servicios centrales. Una pinacoteca que se enriqueció extraordinariamente tras la adquisición del Central Hispano, en cuyo variado bagaje aportaba las obras reunidas por la exquisita sensibilidad de Juan Lladó, ex presidente del Urquijo.
Cantabria, huérfana de un museo de arte de referencia, debiera aspirar a exhibir esta colección de forma permanente y convencer a Emilio Botín de que Santander es un buen sitio para ello. La propia sede del Banco, en el Paseo de Pereda, que hoy se encuentra infrautilizada, revalorizaría con ella su papel como símbolo histórico y formaría un tándem cultural magnífico con la Fundación Botín. Cualquier momento puede ser bueno, pero quizá sea el 2007, el año en que el Santander cumple su primer siglo y medio, la mejor ocasión para hacer algo parecido. Para Cantabria sería la oportunidad de contar con uno de los grandes museos del país, algo que no podrá conseguir de ninguna otra manera, y para el Banco, la de reafirmarse en una seña de identidad.
Es evidente que el mundo de los negocios pasa por las grandes ciudades y no por las pequeñas. No puede, por tanto, discutirse la conveniencia de que la sede operativa del SCH esté en Madrid o el sentido práctico e innovador de haber construido una ciudad financiera para reunir sus actividades en un ambiente atractivo, laboralmente grato y, a la postre, más productivo. Pero la inmensa maquinaria del Banco necesita subcontratar muchos servicios que las nuevas tecnologías permiten obtener a distancia. Muchos de ellos vinculados a la informática, desde la redacción de códigos de software a la compilación de datos y Cantabria también debiera aspirar a tener un papel más significativo en este terreno, sobre todo cuando puede ofrecer personal cualificado, más estable que el de las empresas ubicadas en Madrid o Barcelona y con menores costes salariales.
Para nadie es un secreto que el éxito del futuro Parque Tecnológico de Adarzo depende, en buena manera, de que haya al menos una empresa tractora que nos introduzca en un mundo donde nuestra región tiene muy poco protagonismo, el de la sociedad de la información. Y en ese terreno, engancharse a la enorme estela que genera un Banco con presencia en todo el planeta supondría un salto cualitativo. El éxito no está en que el Parque se llene –que se llenará, sin ninguna duda– sino con qué se llene y las demandas tecnológicas de una entidad como el SCH se convierten en una ocasión única para vincularse a la única actividad de la I+D+i donde España destaca, el software financiero. Una prueba de ello es la revolución que el Santander está provocando en la forma de trabajar del Abbey, un banco que no está en el Tercer Mundo, sino en el Primero.
La estela de un trasatlántico como el SCH está llena de oportunidades en estos y en otros campos. Es cuestión de que nos decidamos a aprovecharlas, después de muchos años en que nos hemos conformado con cortar el cupón.