La fiebre del stock

Cada Ayuntamiento quiere tener su propia feria del stock y, algunos, dos veces por año. Se acaba de celebrar la de Santander, con un éxito de público incuestionable –algo más de 50.000 personas en los dos días que permaneció abierta– a pesar de coincidir en el mismo fin de semana que la feria del stock de Castro Urdiales y pocas fechas después se celebraba la de Santoña. No se duplicaron los 40.000 visitantes de 2005, pero el Ayuntamiento pudo darse por satisfecho del tirón popular y el propio alcalde, Gonzalo Piñeiro, no dudó en dejar por unas horas la convención nacional del PP a la que asistía en Madrid para estar presente en la inauguración del certamen.
La avalancha de público es un éxito indudable de la Feria del Stock, pero más significativa es la movilización del comercio santanderino, por lo general poco proclive a secundar cualquier iniciativa. Este año, los 149 stands disponibles se quedaron cortos y treinta establecimientos no pudieron participar a pesar de haberlo solicitado. El Ayuntamiento de Santander, que se ha gastado 80.000 euros en la organización de la feria, premió al medio centenar de establecimientos que apostaron por la primera edición asegurándoles un sitio y sometió al resto a sorteo. El resultado es que algunos de los que el año pasado no participaron, quizá por no arriesgar los modestos 100 euros que costaba el alquiler del expositor, se vieron obligados –esta vez a su pesar– a ver la feria desde la barrera.
Este año la presencia no era tan barata –el precio del stand de 12 metros cuadrados era de 200 euros– pero el certamen continúa siendo un escaparate muy rentable, tanto que hubo algún expositor que ni siquiera tenía objetos a la venta, le bastaba con estar y ser visto. Los que sí querían vender, en realidad tampoco hicieron grandes negocios. Los comerciantes estiman que las ventas totales se quedaron bastante lejos de los 600.000 euros que el concejal de Comercio santanderino, Eduardo Arasti calculó en su balance. La mayoría de los comercios no alcanzaron la cifra de 2.000 euros, a pesar de lo cual no consideran la experiencia poco rentable.

Más comercios, el mismo dinero

El éxito de la primera edición sorprendió a propios y extraños y hubo algún establecimiento que vendió 18.000 euros en dos días. En esta, también ha habido comercios de Santander que han hecho en dos días la misma caja que en dos meses, pero la inmensa mayoría de los expositores salió con la sensación de que, al triplicarse los participantes, el gasto de la clientela se ha repartido mucho más.
Hay más de un comerciante que teme que el surgimiento de ferias del stock como setas en primavera las lleve a morir de éxito. Una paradoja que puede hacerse realidad si no se define con más claridad si trata de vender saldos, de organizar un gran bazar o de una simple prolongación de las rebajas más allá del plazo legal.
Frente a los stocks puros y con precio de ganga que ya pueden encontrarse en almacenes estratégicamente ubicados junto a algunos mercadillos, las ferias de stocks parecen dirigidas a dar salida a las existencias del comercio tradicional y, supuestamente, a precios muy inferiores a los que el género tenía en la tienda, pero en realidad, los comercios que acaban la temporada de rebajas con un volumen significativo de stocks son pocos, dado que en caso contrario peligraría su supervivencia. Y esos pocos stocks suelen tener salida a través del circuito de mercadillos. Sólo los grandes almacenes pueden acumular stocks mucho mayores, pero ya disponen de sus propias tiendas de segunda venta y, en muchos casos, no dudan en entregarlos a casas de caridad.
Al no haber tanto género para vender como podía suponerse, algunos expositores recurren a la picaresca de adquirir productos ex profeso para la feria de saldos, algo que vulnera la Ley de Comercio de Cantabria y eso provoca el malestar de otros de los presentes.
La falta de definición de estas ferias donde todo vale también repercute en el público, que si bien está encantado en participar en cualquier actividad que combine el comercio con esa especie de juego de aventura que consiste en encontrar los chollos, se lleva no pocas decepciones al comprobar que los zapatos que esperaba encontrar a precios de ganga no bajan en algunos stands de 50 euros o las camisas, de 30.

¿Fabricar ‘stocks’?

Para los organizadores de ferias profesionales, este formato no pasa de ser un gran mercadillo, pero para los ayuntamientos resulta demasiado tentador el poder organizar un acontecimiento muy popular con pocos recursos. Eso provoca que las ferias de stocks se multipliquen por la región, mientras algunos comerciantes se preguntan con perplejidad si llegará el momento en que los supuestos stocks tendrán que fabricarse a propósito.
El terreno es legalmente resbaladizo pero nadie va a poner mucho empeño en regular estos nuevos canales comerciales que, por el momento tienen el aprecio del público, movilizan al comercio local y no causan un grave quebranto en el mercado, dado que su volumen total de ventas sigue siendo poco significativo dentro del movimiento comercial de la región. Algo así como los “domingos de garaje”, que los norteamericanos aprovechan para ofrecer a bajo precio todo lo que compraron y ya no les sirve o nunca les sirvió con la intención de vendérselo al vecino que probablemente dentro de un tiempo hará lo mismo y se lo venderá a otro. Un forma más de convertir las compras en ocio.

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