La generación de basuras deberá seguir reduciéndose en los próximos años
La gestión de residuos se ha convertido en un componente central en las estrategias europeas para la reducción del consumo de recursos, la lucha contra el cambio climático y el desarrollo de energías renovables. Y aunque en la gestión de residuos domésticos Cantabria ha alcanzado ratios superiores a los que establece la normativa, las cada vez más exigentes directrices europeas obligan a una puesta al día de los Planes de gestión de residuos.
Impulsado por la Dirección General de Medio Ambiente, la comunidad se dispone a estrenar un nuevo Plan, que abarcará hasta 2022, con dos objetivos destacados: que dentro de cuatro años los residuos generados en nuestra comunidad sean inferiores en al menos un 10% a los producidos en 2010, y que para entonces más de la mitad se reciclen o aprovechen energéticamente.
Disminución de residuos
La generación de residuos ha seguido una tendencia decreciente en Cantabria durante los últimos años. En 2007 se alcanzó la cifra más elevada, con 376.161 toneladas de basuras domésticas, es decir, 1,8 kilos por cada habitante al día. Durante los tres años posteriores la cantidad se estabilizó en el entorno de las 365.000 toneladas, para disminuir a partir de 2010 hasta llegar a 1,46 kilos en 2013.
La menor producción de residuos es un fiel reflejo de la caída del consumo en unos años marcados por la crisis económica. Esta tendencia cambió ligeramente en el año 2014, cuando la generación de basuras aumentó hasta las 319.961 toneladas, lo que no impidió que se cumpliese el objetivo del Plan Sectorial de Residuos Municipales 2010-2014, que preveía una reducción en la producción per cápita de un 1% anual. El nuevo Plan se plantea reducir otro 1% al año al establecer que en 2020 los residuos generados deberán ser inferiores en un 10% a los que se generaron en 2010.
Para cuando finalice su vigencia, en 2022, el nuevo Plan calcula que Cantabria contará con una población de 575.833 personas, por lo que, asumiendo que la cantidad de residuos generada oscilará entre los 1,4 kilos al día de los tiempos de crisis y los 1,8 de bonanza, la comunidad tendrá que afrontar entre 294.250 y 378.322 toneladas de residuos al año.
Más reciclado
La otra clave para lograr la gestión sostenible de los recursos pasa por aumentar el aprovechamiento de estos residuos. La Unión Europea ha marcado como objetivo a los países miembros el reciclaje o reutilización del 50% de las basuras domésticas para el año 2020 y, afortunadamente, en este terreno Cantabria lleva mucho camino andado, porque el pasado año ya se reciclaba o valorizaba el 44,3%, de forma que solo está obligada a mejorar este ratio en seis puntos.
Cantabria cuenta con tres Centros de Recuperación y Reciclaje. El más importante está en el complejo medioambiental de Meruelo, formado por una planta de tratamiento mecánico-biológico, otra de valorización energética y un vertedero, que recoge todo aquello que no ha sido aprovechado en las anteriores. Además, dispone de otras instalaciones complementarias, como una planta de biogás, que aprovecha el metano que genera el vertedero o la planta de tratamiento de lixiviados.
El pasado año, Meruelo recibió 223.301 toneladas de residuos domésticos, a los que hay que sumar las 4.000 del CORRO Candina y las 1.400 de El Mazo para determinar el volumen de residuos domésticos que produce la región.
A través de la incineración, el reciclado y el compostaje se ha logrado reducir la cantidad de residuos que terminan en el vertedero. Si en 2001 los no aprovechados eran el 95,6%, en 2006 se bajó al 61% y el pasado año se logró que únicamente el 24% de los residuos domésticos acabasen en el vertedero de cola. El resto se aprovechó para abonos orgánicos o en la Planta de Aprovechamiento Energético, una incineradora que emplea como combustible los materiales de rechazo. Por esta vía se generaron el pasado año cerca de 10 millones de kWh de energía.
¿Hacia el quinto contenedor?
Uno de los objetivos del nuevo Plan es analizar la viabilidad técnica y económica de la implantación de un sistema diferenciado para la recogida de materia orgánica. Es decir, la puesta en servicio de un nuevo contenedor, de color marrón, que vendría a unirse a los cuatro ya existentes: el verde (vidrio), azul (papel y cartón), amarillo (envases) y el de la fracción restante, la basura que el usuario no puede separar. Su objetivo sería mejorar el aprovechamiento de la materia orgánica, que ahora mismo supone el 40% de todos los residuos que se producen. Pero la inclusión de este quinto contenedor supondría un cambio en la logística de recogida que habría que evaluar económicamente.
El contenedor marrón forma parte del paisaje urbano desde hace años en algunas ciudades españolas, como Barcelona, Pamplona, Hernani (Guipúzcoa) o El Grove (Pontevedra). Madrid proyecta implantarlo a principios de 2017.
Al margen de la complejidad y el coste que añada a la recogida de basuras, su creación viene avalada por una razón de peso, ya que la autorización para emplear el actual compost como fertilizante expirará en el año 2018.
El compost es un abono rico en nitrógeno, carbono y potasio muy apreciado por los agricultores. Buena parte de la basura orgánica que va a parar a la planta de Meruelo, acaba convertida en ese fertilizante, del que produjo 34.000 toneladas el año pasado. Al no existir una separación de los residuos orgánicos en origen, esa segregación debe llevarse a cabo en la propia planta, pero ahí no se pueden eliminar del todo la presencia de otros restos y de ahí que el resultado final no encaje con los parámetros que establece la norma europea. A partir de 2018, el producto obtenido de residuos mezclados, como el que se obtiene en Meruelo y en otros muchos sitios, pasará a ser un mero “material bioestabilizado”, de utilidad inconcreta, para diferenciarlo del compost resultante del tratamiento de residuos recogidos de forma separada, es decir, en un quinto contenedor, el único que podrá usarse como fertilizante.