La ingeniería del agua al más alto nivel mundial

Entre las muchas cosas que la llegada de la crisis desbarató, una de las más lamentables, por su valor estratégico para el desarrollo científico del país, fue el mapa de institutos y centros de excelencia proyectados en varias comunidades autónomas. Sin embargo, Cantabria en esto fue una excepción, y llegó a tiempo para crear en 2007 el Instituto de Hidráulica Ambiental con los recursos comprometidos por el Estado, que aportó la mitad de la financiación y de los fondos FEDER europeos (un 25%). El otro 25% lo puso la autonomía.
Lo que hizo posible este Instituto en una etapa en la que se frustraron proyectos similares en otras regiones fue la existencia de dos grupos de investigación en la Escuela de Caminos, que ya gozaban de un gran reconocimiento en el campo de la Hidráulica Ambiental. Había un potencial de crecimiento en este área que desbordaba los límites de los propios grupos de investigación y hacía necesaria la creación de un ente que coordinara todos esos recursos humanos y técnicos aplicados a la solución de cualquier tipo de problema relacionado con el agua.
Los diez años trascurridos desde su creación han confirmando la existencia de ese potencial. El Instituto, que comenzó con 40 personas, cuenta hoy con una plantilla de cerca de 150 investigadores, ha multiplicado por cinco su producción científica y ha llevado a cabo más de mil proyectos, el 85% de ellos fuera de España. Y todo ello sin que su funcionamiento dependa de ningún presupuesto público, porque el Instituto de Hidráulica se autofinancia en su totalidad con los proyectos de investigación que realiza, y que el pasado año superaron los seis millones de euros.

Un equipo multidisciplinar

Una de las claves de que, en una época en la que la investigación se ha visto afectada por drásticos recortes, este Instituto cántabro haya sido capaz de crecer como lo ha hecho, está en esa proyección internacional que le acompaña desde sus orígenes. Sirva como ejemplo el hecho de que en los dos últimos años ha trabajado en 33 países. Esta actividad volcada hacia el exterior es la que le ha permitido captar los recursos que nuestro país no podía aportarle.
La otra clave de su crecimiento en estos años ha estado en el carácter multidisciplinar de los equipos de investigación con que cuenta. Porque los proyectos que aborda no requieren solo de soluciones técnicas en el campo de la ingeniería, sino que suelen ser problemas complejos que necesitan la aportación de diferentes especialidades. Este carácter multidisciplinar se refleja en la composición de la plantilla del Instituto, en la que el 40% son ingenieros de Caminos, Industriales, Navales o de Telecomunicaciones; otro 40% son biólogos, ecólogos y licenciados en Ciencias Ambientales; y el 20% restante está formado por geógrafos, físicos y economistas.
Esta suma de capacidades le permite concurrir y ganar convocatorias internacionales de organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo, para el que ha analizado la sostenibilidad de más de una veintena de ciudades emergentes en Latinoamérica desde la óptica de los problemas relacionados con los desastres naturales. Urbes que ahora cuentan con unos 200.000 habitantes y que continúan atrayendo población y a las que se quiere preservar de los problemas que acompañan a las ciudades que se desarrollan desordenadamente.
También han trabajado para Naciones Unidas, en un proyecto tan ambicioso como el estudio del efecto climático en toda la costa de Sudamérica y Caribe, nada menos que 80.000 kilómetros de costa. Más recientemente han desarrollado para el Gobierno de Qatar un plan de gestión de su litoral, en el que se concentra el 90% de la población del país, analizando problemas como la erosión o el riesgo de inundación, pero también otros de índole social y económica.
Trabajar en un escenario internacional y para organismos de esas dimensiones implica tener que competir con otros institutos y empresas con una alta especialización y, generalmente, con más recursos. Solo en Europa existen cuatro centros similares al Instituto de Hidráulica, todos ellos más grandes (el holandés Deltares tiene más de mil personas). Tanto éste como el DHI danés mantienen su vinculación con las universidades de su país, mientras que el centro inglés HR Wallingford y el francés Artelia han evolucionado hasta convertirse en grandes empresas. Algo que rechaza para el IH su director general, Raúl Medina: “Somos un centro de investigación aplicada -señala- no somos una empresa ni hacemos proyectos constructivos. Nuestro nicho de mercado es el ser capaces de desarrollar aquellos aspectos que tecnológicamente son tan sofisticados que una empresa no puede disponer de los elementos de investigación que se precisan”.
De ahí que su papel sea el de acompañar a las empresas, aportando ese conocimiento que solo desde un Instituto como el IH se puede desarrollar. “Ser el brazo científico tecnológico para que las empresas puedan salir al exterior”, en palabras del propio Medina, como ha ocurrido con empresas cántabras a las que el Instituto de Hidráulica ha llevado a Qatar y a Egipto para ejecutar los proyectos ganados en ambos países. Y en esa colaboración con empresas locales destaca también la ayuda que está prestando a Equipos Nucleares para diseñar un recipiente seguro para el almacenamiento en agua de las barras de combustible ya gastado.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora