La última frontera marítima de Santander
Entre las cuestiones que se van a debatir en Santander de cara a las próximas elecciones, el futuro que aguarda a la zona de San Martín debería ocupar un lugar de privilegio, atendiendo a la importancia del enclave y a su condición de último espacio marítimo por urbanizar que aún le queda a la capital de Cantabria. Sin embargo, a escasos dos meses de la cita electoral, el anunciado Plan Especial que debe regular la ordenación de ese estratégico y abandonado espacio, continúa siendo una incógnita para los habitantes de Santander.
Eso no quiere decir que todo esté calmado. En los últimos tiempos algunos promotores inmobiliarios han tomado posiciones en la zona, lo que indica su interés en el desarrollo de los futuros espacios construibles y los rumores indican que el proyecto resurgirá inmediatamente después de las elecciones, cuando ya no tenga posibilidades de perturbar los resultados y después de que se produzcan cambios estratégicos en la Junta del Puerto y en la Comisión Regional de Urbanismo.
Por el momento, lo que sí es públicamente conocido es el interés del alcalde santanderino, Gonzalo Piñeiro, en construir un puerto deportivo, un proyecto que ya figuraba en el Plan de Ordenación del Puerto de 1999 y que recibió las críticas de varios expertos que temían una grave perturbación en el régimen de corrientes de la bahía, acelerando su proceso de colmatación.
Un proceso hermético
Cuando en 1998 se sometió a información pública el Plan Especial de Ordenación del Puerto redactado por la Autoridad Portuaria, uno de los apartados que más contestación pública suscitó fue la reordenación de San Martín. El Plan aspiraba a crear en esa zona 10.000 metros cuadrados de suelo urbano y un puerto deportivo de 35.000 m2, con la posibilidad de edificar sobre una superficie de 17.500 m2, además de un centro comercial, un centro de negocios con licencia de World Trade Center y un garaje de tres plantas.
Aquel proyecto fue percibido como una amenaza por quienes defienden para San Martín un uso público, con contenidos que potencien la identidad marítima de Santander.
Ante el rechazo popular y las suspicacias con que fue acogido el proyecto inicial, la Autoridad Portuaria decidió en diciembre de 1999 segregar esta zona del Plan General del Puerto y elaborar una nueva ordenación cuyos contenidos continúan siendo desconocidos a día de hoy a pesar de que inicialmente se dio un plazo de un año para presentar este Plan específico.
En el tiempo transcurrido, la única novedad es que la llamada de atención sobre la vulnerabilidad de una zona que acoge la muestra más importante del patrimonio arqueológico portuario en la Cornisa Cantábrica –el dique de Gamazo–, sirvió para poner en marcha el proceso que desembocó en diciembre de 2001 en la declaración del dique como bien de interés cultural con categoría de monumento. Una protección que lo preserva de un posible relleno, que se llegó a barajar, aunque no protege en la misma medida su entorno.
La frustrada vía “olímpica”
El intento de conseguir la designación de Santander como subsede de la candidatura madrileña a las Olimpiadas del 2012, parecía la oportunidad más evidente para aflorar de nuevo el proyecto de puerto deportivo y justificar la construcción de un complejo inmobiliario y comercial en San Martín. Aunque parca en detalles, la propuesta presentada por el Ayuntamiento de Santander preveía ubicar el puerto olímpico y sus instalaciones complementarias en estos 80.000 m2 que van desde el Centro de Alto Rendimiento de Vela hasta la playa de Los Peligros. En el proyecto se contemplaba la construcción de un puerto con capacidad suficiente para los 236 barcos en competición y las numerosas embarcaciones auxiliares. También se levantarían tres edificios, dos de 700 m2 de planta y otro de 1.790, que albergarían las áreas y servicios destinados a los deportistas y a la organización.
En San Martín se construiría, igualmente, la villa olímpica, sobre los terrenos que ahora ocupa el Club de Tiro. Sería un gran edificio de apartamentos (al menos 300), preparado para acoger a 600 personas entre deportistas y técnicos. La planta baja estaría ocupada por establecimientos de hostelería, tiendas de merchandising y salas de juegos. Unos apartamentos que, como ha ocurrido con la Villa Olímpica de Barcelona, se venderían al concluir los juegos, si llegaban a organizarse en España, circunstancia bastante improbable.
Dentro del puerto deportivo propiamente dicho también se hubiese levantado una zona comercial de servicios a las embarcaciones (velería, tiendas de herrajes, motores, etc.).
Este conjunto inmobiliario-deportivo se iba a completar con un parking subterráneo con capacidad para cuatro mil coches, (tan grande como todos los existentes en Santander juntos) ubicado junto al puerto y la villa olímpica.
La decisión del Ayuntamiento de Madrid de optar por Mallorca en lugar de Santander como campo de regatas de su candidatura, no sólo supuso un desaire político al Ayuntamiento de Santander –ambos gobernados por el PP– sino que abortó la posibilidad de justificar públicamente el futuro puerto deportivo y las construcciones comerciales e inmobiliarias en la zona destinada en primera instancia al acontecimiento olímpico. Con ello desaparecía un potencial argumento de convicción para la ciudadanía, que tan recelosa se mostró en 1999 a estas edificaciones cuando formaban parte del Plan del Puerto.
Proteger la bahía
Las organizaciones conservacionistas se mantienen en guardia ante la posibilidad de que se resucite el proyecto en estas o parecidas condiciones y defienden propuestas mucho menos agresivas para ese entorno, el más valioso de la Bahía santanderina. Para el presidente de la asociación Acanto, José María Cubría, la reordenación de San Martín debe servir para reforzar la identidad urbano-marítima de Santander, pero huyendo de la construcción de macrocentros: “Creemos –señala Cubría– que se debe optar por dotaciones culturales que no requieran volumetría y sirvan para consolidar y poner en valor lo que ya existe en la zona”.
La creación de un puerto deportivo es también campo abierto a la polémica. Cubría advierte que una dársena para 500 barcos en Los Peligros –menos no sería rentable– obligaría a la instalación de escolleras al sur, hasta profundidades próximas a diez metros, y que, a juicio de los expertos, la influencia de esta estructura sobre la hidrodinámica marina en el punto más estrecho de la canal –entre Los Peligros y el Puntal– resultaría muy negativa.
El presidente de Acanto defiende como alternativa una instalación portuaria de menor entidad para barcos locales de servicio oficial, como prácticos, Protección Civil o Cruz Roja. Esta presencia reforzaría el carácter marítimo de la zona, a la que se daría vida con restaurantes y comercios de productos no perecederos vinculados al mar, algo que resulta habitual en las ciudades europeas con fachada al mar. “Debe ser un lugar público que mejore nuestra calidad de vida con un predominio de espacios abiertos. Santander, que ha demolido sus vestigios históricos, tiene que ser aquí respetuosa, rigurosa y culta” concluye Cubría, cuya asociación continúa luchando por extender la protección del Dique de Gamazo a los espigones aledaños, una zona que hoy se encuentra en estado de abandono.
Un enclave marítimo
San Martín ha acabado por acoger de forma desordenada varias de las instituciones y organismos dedicados a la mar que se ubican en la capital de Cantabria. Allí se encuentran el Archivo de la Autoridad Portuaria, el Laboratorio del Instituto Español de Oceanografía, la Escuela Náutica-Pesquera, la Escuela Superior de Marina Civil y el Museo Marítimo del Cantábrico, cuyo proceso de reforma y ampliación, en el que se han invertido más de dos mil millones de pesetas, está prácticamente concluido.
Aunque no responda a un plan global y el valor arquitectónico de los edificios sea muy desigual, todo ello conforma un enclave de singulares características que debidamente potenciado, puede reforzar la identidad de Santander, subrayando su condición de ciudad esencialmente marítima y que permita crear una imagen de marca de la que todavía carece.