Llenar el tiempo libre
Más de una decena de empresas cántabras han decidido vivir del tiempo libre o, mejor dicho, de ocuparlo. Empresas de tamaño pequeño, cuyos empleados suelen coincidir con los propios socios fundadores, aunque la plantilla varía en función de las temporadas de trabajo, especialmente con los campamentos de verano o las actividades de ocio nocturno que comienzan a organizar los ayuntamientos. No obstante, excursiones guiadas, semanas culturales de los colegios o ludotecas han ampliado el trabajo a prácticamente todo el año.
Firmas como Brenes XXI tiene nueve empleados, pero su número de eventuales llega a alcanzar los 90 en los períodos de más actividad, cuando los albergues públicos y privados, las asociaciones juveniles o las propias instituciones recurren a estos profesionales del tiempo libre.
Empresas que educan
Organizar un campamento de verano, juegos, campeonatos, talleres con los que ofrecer un estilo de ocio alternativo para los jóvenes los fines de semana, fiestas de fin de curso o semanas culturales. Cualquiera de esos son sus trabajos. Una amplia gama de actividades de ocio que antes se organizaban con más voluntad que criterio y que hora van quedando en manos de las empresas de tiempo libre.
Surgen, además, nuevos retos, casi todos recogidos en los cursos de la Escuela Oficial de Tiempo Libre Carlos García Guadiana del Gobierno de Cantabria, como jornadas de cooperación, talleres de educación en valores, sensibilización sobre la igualdad entre hombres y mujeres…
La gestión del ocio refleja la realidad en que se vive, como el aumento de hijos de inmigrantes: «El tiempo libre empieza a ser un sitio donde los niños conviven, da igual cual sea su país o idioma, es una forma de que empiecen a mezclarse», explica Sandra Pérez, directora de la Escuela. También es un alivio para los hogares en los que ambos padres trabajan y apenas tienen tiempo para dedicar a sus hijos.
Estos espacios de convivencia sirven para que los monitores detecten las conductas o hábitos incorrectos de los menores. «En los campamentos te encuentras a niños que no saben comer o tienen trastornos alimenticios”, lo que crea la necesidad añadida de cursos de salud y alimentación, explica Sandra Pérez.
No se pierde de vista que el objetivo principal es la educación no reglada: «Creemos mucho en la didáctica sin que te des cuenta, es lo que intentamos plasmar en nuestras actividades», explica Daniel Bol, de DBG, Servicios en Espacios Naturales. No obstante, los profesionales del sector creen que esa labor aún no está lo suficientemente reconocida: «Se sigue pensando que ésto es entretenimiento puro y duro, que va a tener el mismo efecto llevar al niño a un campamento que al cine», lamenta Sandra Pérez.
La crisis de los 27
Por lo general, los monitores proceden del campo educativo (magisterio, trabajo social, psicopedagogía…) y obtienen el título de Monitor de Tiempo Libre, necesario para ejercer de forma oficial. La mayoría comenzó a realizar sus primeras actividades desde el mundo asociativo –parroquias, centros juveniles o boy scouts– y quienes habían conseguido remuneración por ejercer alguna de esas ocupaciones lo asumían como un complemento a sus estudios. Hasta que llegaban los temidos 27 años. Esa es la edad en la que Sandra Pérez marca el momento en que los monitores de tiempo libre abandonan su actividad: «Lo habitual es que a los 26 o 27 años la gente termine de estudiar, encuentre pareja, se meta en una hipoteca… y necesite un trabajo estable para pagar esos gastos. Es raro encontrar gente con más de esa edad que sigan trabajando todo el año en esto».
Los fundadores de Brenes XXI consiguieron romper esa frontera. Hace ya siete años, Pedro Valle, Juan Ángel Fernández y otros dos socios empezaron a pensar que podían dedicarse de forma profesional a las actividades de tiempo libre que venían practicando en distintas asociaciones. «Veíamos que se empezaba a demandar y decidimos lanzarnos». Se lanzaron tanto que abandonaron los trabajos que tenían. Hoy su empresa puede considerarse la más potente del sector: tiene nueve empleados fijos durante todo el año y gestiona las tradicionales colonias de verano de la Obra Social de Caja Cantabria en Polientes, programas de ocio nocturno en Torrelavega o Laredo o el proyecto de mediadores juveniles Asómate, en Piélagos, lo que le lleva a contratar a entre 60 y 90 personas en los momentos de más actividad.
Otra opción es la de establecerse como autónomo, como hizo hace dos años Daniel Bol, que cuenta con un equipo fijo de seis monitores a los que recurre para sacar adelante las actividades que van surgiendo, además de una bolsa de trabajo de cuarenta personas. Su empresa, DGB Servicios en Espacios Naturales le da una importancia especial al medio ambiente y a las actividades culturales.
El nacimiento de un sector
Las empresas de educación en el tiempo libre son iniciativas tan recientes que en las oficinas del Servicio Cántabro de Empleo ni siquiera hay una categoría específica para esta profesión. A la hora de buscar personal se recurre a contactos hechos en el mundo asociativo o a bolsas de trabajo, como la de la Escuela Oficial de Tiempo Libre del Gobierno de Cantabria, en la que hay inscritas 280 personas con su correspondiente título de monitor o director de tiempo libre. Desde 1994, 1.200 jóvenes han obtenido este documento, para el que es necesario participar en un curso de 350 horas en el que se mezclan teoría y práctica y que en Cantabria se imparte en diez escuelas autorizadas.
El hecho de que el sector esté naciendo ahora implica algunos problemas relacionados con su propia definición como campo de trabajo. Aún existe mucha confusión entre las actividades de tiempo libre que hacen las asociaciones y las que realizan las empresas privadas. «Una cosa es una asociación pura y dura a la que hay que ayudar, subvencionar y facilitar el trabajo, y otra, una empresa. Lo que no puede haber es asociaciones que reciban subvenciones y que compitan de manera desleal con las empresas”, dicen algunos de los afectados. “Bajo el paraguas del sin ánimo de lucro hay gente que está haciendo el negocio del siglo», reconocen miembros del equipo redactor del proyecto de ley de Educación en el Tiempo Libre, que pretende establecer un marco profesional que defina esos límites y ofrezca unas garantías de calidad y control a los usuarios finales.
De momento, hay una dependencia excesiva del sector público. Los clientes son los ayuntamientos, los colegios y las diferentes consejerías del Gobierno de Cantabria. Y muchas de las actividades están subvencionadas, ante la certeza de que, de no ser así, los costes no serían asumibles para las familias. Los 150 euros que le cuesta a un chaval un campamento de quince días organizado por el Gobierno de Cantabria no se corresponden con los 400 euros que tiene de coste real. En el caso de las empresas privadas los costes pueden ser mayores debido a que no suelen contar con instalaciones propias o que no necesita amortizar, como el Gobierno.
Los últimos en animarse a prestar servicios de tiempo libre son las entidades locales, dentro de la creciente asunción de competencias. A esto se añade la impopularidad que supone no repetir una actividad que ya ha conseguido aceptación popular o eliminar su carácter gratuito, lo que les obliga a continuar prestando todos aquellos servicios que inician alguna vez.
“No hay cultura de pagar por el tiempo libre”
Un problema grave que perciben las empresas privadas es que «no hay una cultura de pagar por el tiempo libre. Si vemos que es importante que un niño vaya a un campamento a relacionarse, a lo mejor me tengo que plantear no esperar a que haya un campamento subvencionado y el gastarme los 120 euros que sí estoy dispuesto a pagar por unas playeras, por ejemplo», enfatiza Sandra Pérez.
El propio sector empieza a tomar conciencia de esta situación y a buscar posibles alternativas a la dependencia de la administración pública. En Brenes XXI se plantean la adquisición de instalaciones fijas para poder prestar servicios a usuarios privados, como por ejemplo, una ludoteca. Y en DGB organizan excursiones y actividades de tiempo libre para colectivos privados, como colegios profesionales. «El tiempo libre no es sólo para niños o jóvenes», con menor capacidad adquisitiva. De una forma u otra, en el sector hay confianza en el futuro ante los precedentes de otras comunidades autónomas y anticipan que el tiempo libre de los demás cada vez ocupará más el suyo.