Lo usado vende
Primero se rompió el tabú sobre los coches usados, después le perdimos el miedo a comprar discos, libros o videojuegos que no fueran a estrenar y ahora la segunda mano empieza a entrar en terrenos aún más personales, como el vestido que lucimos en una ceremonia, la cuna en la que duerme un hijo o la bicicleta con el que practicamos nuestro deporte favorito.
En este terreno, España sigue estando a años de luz de países como Inglaterra o Estados Unidos, donde el comprador está acostumbrado a las tiendas de segunda mano y las concibe con naturalidad. Sin embargo, el deseo social de ahorrar, avivado por la crisis, está fomentando la compraventa de artículos usados entre particulares, tanto a través de internet, como de pequeños establecimientos que los ofrecen en perfecto estado y a precios de saldo.
Cantabria no es ajena a esta tendencia y también han empezado a surgir, tímidamente, iniciativas empresariales que pretenden solucionar la reciente contradicción con la que se encuentran muchas familias: sus casas están abarrotadas de ropa y de trastos que usaron unos pocos días o que ni siquiera llegaron a estrenar, mientras que sus bolsillos están cada vez más vacíos.
Dar salida a esas prendas que llevan tiempo abandonadas en el armario y que acaban regalándose por aburrimiento o para hacerle hueco a compras más recientes es la nueva línea de negocio de La Pera Limonera, una tienda de moda femenina con mucha solera situada en la santanderina calle del Medio.
Sus responsables, Ana Pérez Sotorrío y Elsa Gándara, lanzaron esta iniciativa a comienzos de año después de haberle dado muchas vueltas y de comprobar que triunfaba en todo el mundo: “La gente viaja hasta Londres para comprarse ropa de segunda mano, así que por qué no iba a funcionar aquí”, se pregunta Ana. La respuesta ya la tiene, porque la ropa se está vendiendo bien; a su clientela de siempre le ha gustado la idea y, gracias al boca a boca, comienza a ser conocida en la calle.
Para esta emprendedora, la clave para que tenga éxito un negocio como el suyo es el momento que estamos viviendo: “No quiero que suene snob pero la crisis está de moda y a la gente con capacidad adquisitiva alta, que es la que tiene guardada la ropa en el armario, ya no le da verguenza sacarla”, afirma.
El sistema es muy sencillo. La persona deja la ropa en depósito y, si transcurrido el plazo de un mes o mes y medio, no se ha vendido, pasa a recogerla o se la cede a la tienda. Si, por el contrario, encuentra un comprador, su antiguo propietario se lleva un porcentaje de las ganancias por su venta.
La ropa que mejor está funcionando es la de fiesta porque, como explican en La Pera Limonera, la gente suele gastarse mucho dinero en el vestido o en los complementos para asistir a una ceremonia y sólo los utiliza una vez. También alquilan o venden tocados y zapatos, aunque tienen poco espacio para exponerlos y su venta es más complicada, ya que deben estar en excelentes condiciones y coincidir con el número buscado por el cliente.
El perfil más habitual del comprador es el de una mujer de entre 30 y 50 años y los precios de venta oscilan entre 10 o 15 euros y los 70, si bien algunos artículos de marca llegan a alcanzar los 150 euros.
Artículos infantiles y material deportivo
Aunque los tiempos no están para excesos, los padres siguen haciendo un gran esfuerzo económico ante la llegada de un hijo, sobre todo, cuando se trata del primero. Incluso quienes tratan de tirar con lo justo, necesitan un sinnúmero de artículos (bañeras, tronas, hamacas, sillitas de paseo, etc) para hacer frente al cuidado de su bebé. El problema es que son productos con precios altos y una vida útil corta, ya que el niño crece rápidamente y muchas veces no hay más hermanos o primos que los puedan heredar.
Desde hace unos pocos meses, todos estos artículos de puericultura, además de juguetes, ropa y hasta zapatos de marca que se quedaron pequeños de la noche a la mañana, tienen una segunda oportunidad en Pequeganga, una tienda situada en la calle Atilano Rodríguez que los recoge, siempre que estén en buen estado, y los ofrece a la mitad de su precio original o incluso menos.
Sus propietarias, Sonia y Montse, se enrolaron en esta aventura porque son madres y han pasado por esta experiencia en sus carnes. Y, de momento, parece que no se han equivocado, porque ahora se necesita más que nunca lo que a otros les sobra.
Sus mejores clientas son las madres primerizas y las abuelas que quieren contar con su propia infraestructura para cuidar a sus nietos.
Cuando les llega un artículo a la tienda lo revisan y acuerdan un precio con su propietario. A partir de entonces, disponen de tres meses para venderlo y repartirse los ingresos a partes iguales. Si en ese plazo no aparece un comprador, el producto se retira o se expone durante más tiempo, pero abaratándolo.
Con pequeñas variaciones, el mercado de la segunda mano siempre funciona igual. Primero se hace una evaluación técnica del artículo, después se fija un precio y ya solo queda esperar a que se venda. Ese es, también, el sistema que utiliza la cadena de tiendas deportivas más conocida de España, Decathlon, para renovar el material abandonado por las casas y adquirir otro de segunda mano con el que empezar a practicar deportes como el surf o el esquí sin tener que hacer una inversión inicial demasiado alta.
Su peculiaridad es que toda la actividad de compraventa se concentra durante unos pocos días en una feria del trueque llamada Throcatlón, que organiza en carpas levantadas junto a las tiendas. También que el vendedor no recibe dinero sino vales de compra en cualquiera de sus establecimientos por un importe equivalente al precio de venta.
En realidad, la fórmula es lo de menos. Lo importante es que la percepción del consumidor sobre la segunda mano está cambiando y que lo usado empieza a estar de moda.