LOS EXTRANJEROS, al copo
Hace cinco años, quienes se quedaron con el Racing en el proceso de privatización hicieron una durísima campaña contra sus rivales en aquel lance con el argumento de no ser lo bastante cántabros. La estrategia funcionó de cara a los aficionados, que accedieron a venderles sus derechos de suscripción preferente de las acciones, pero el tiempo ha demostrado que las banderas están reñidas con los negocios. Se utilizan cuando conviene y se olvidan cuando no interesan. Ahora el propietario del equipo que representa a la región no sólo no es oriundo, sino que es norteamericano de pasaporte y ucraniano de nacimiento.
Lo que ha ocurrido en el Racing parecía impensable –no hay otro caso comparable en la Liga profesional española–, pero no deja de ser un episodio más en la pérdida del control de muchas empresas locales que, con menos notoriedad pública, han pasado a manos de compañías extranjeras dispuestas a pagar generosamente una cuota de mercado o propietarias de una tecnología imprescindible para subsistir. Multinacionales que son capaces de obtener unas sinergias de grandes grupos a las que no pueden aspirar los empresarios individuales, por muy brillantes que sean en la gestión de sus negocios.
El caso del Racing es atípico en todo este proceso, como atípica es la actividad, dado que está originado por el capricho personal de un acaudalado, algo que no resulta inhabitual en el deporte norteamericano donde los clubs se compran y se venden con frecuencia, pero sí en el español.
Eso no quiere decir que Piterman no tenga una estrategia económica paralela a la deportiva. El empresario cree que la marca Racing puede ser utilizada para otras muchas actividades, además del fútbol, desde la organización de eventos a la creación de todo un conglomerado deportivo. Unas alternativas que otros accionistas no vislumbran con la misma claridad y que conducirán inevitablemente al nuevo presidente –que formalmente sólo posee el 25%– a adquirir otras participaciones cuya compra ya tiene pactadas.
La última oleada
Unas semanas antes de que el fenómeno Piterman saltara a los periódicos y espacios radiofónicos de todo el país se producían otros movimientos económicos mucho menos notorios, pero que también influían sobre la titularidad de empresas cántabras, como la adscripción a la petrolera italiana Agip de una decena de gasolineras locales que hasta ahora lucían la marca Saras o el cambio de nacionalidad del centro comercial Valle Real, que controlaba la holandesa ING Real Estate y ahora comparte al 50% con la inmobiliaria portuguesa Sonae. En el 2002 se vendieron a compañías extranjeras Viesgo, la cadena de supermercados El Arbol y la fábrica de máquina-herramienta Coyman. El año anterior había sido Gerposa. El precedente, Lácteos de Santander, Bimbo y Martínez…
La ceremonia es tan repetida que despierta poco interés y menos recelos. Hace ya muchos años que son las multinacionales europeas, japonesas y norteamericanas las que controlan la mayoría de las fábricas cántabras. El único cambio cualitativo es que ahora los intereses de las compañías extranjeras llegan a empresas cada vez más capilares de la economía regional.
También la electricidad y las comunicaciones
Con la progresiva liberalización del sector eléctrico han tomado posiciones en España los principales productores europeos y dos de ellos ya están presentes en Cantabria. Enel se ha quedado con la nueva Viesgo y la belga Electrabel va a construir la mayor generadora eléctrica de Cantabria, una central de ciclo combinado, cuya licencia se ha otorgado a Sniace, que tendrá una potencia de 800 megavatios (aproximadamente el doble que la nuclear de Garoña) e irá emplazada muy cerca de Torrelavega.
Si se tiene en cuenta que Viesgo (Enel), a su vez, va a empezar a comercializar otros servicios –entre los que no se descartan la telefonía, el mantenimiento, el gas, etc– queda perfectamente esbozado el peso que pueden llegar a tener estos dos gigantes eléctricos europeos en la economía cántabra, máxime cuando otra instalación de gran importancia, la central de cogeneración de Solvay es propiedad de la fábrica belga y de la francesa Air Liquide.
Algo parecido intentaron las multinacionales norteamericanas del cable al entrar en Ono, la compañía que tiende la red de comunicaciones de banda ancha por toda la región. Quien controle el suministro de la información se convierte en un poder fáctico en una sociedad moderna, aunque la rapidísima reacción de Telefónica con el ADSL le ha restado una parte de su enorme valor estratégico al cable de fibra óptica.
El asalto a las empresas medianas
La entrada de capital extranjero también se ha dirigido a las industrias de tamaño medio, que anteriormente habían quedado fuera de su órbita. Empresas como la fundición torrelaveguense Main Metall España, que ha pasado al control absoluto de la matriz alemana, o la más reciente adquisición por otra empresa germana de Coyman, una sociedad anónima laboral ubicada en Pontejos que diseña y fabrica grandes máquinas herramientas para la industria del cable.
Resulta muy difícil precisar qué parte del producto regional bruto está en manos de empresas extranjeras, porque en este mundo globalizado, el control de las propiedades es cada vez más difuso. Si por la simple titularidad de las acciones fuese, habría que concluir que ni siquiera el Santander Central Hispano ni Telefónica son empresas españolas, dado que más de la mitad del capital pertenece a inversores institucionales o particulares extranjeros. Inversores que en muchos casos ni siquiera son conscientes de ello, dado que se han limitado a depositar su dinero en un fondo de inversión sin tener una constancia muy clara de dónde lo tienen colocado sus gestores, como ocurre con el famoso fondo de las viudas escocesas, propietario de grandes paquetes accionariales en industrias y bancos españoles que las titulares, con toda seguridad, desconocen.
Grandes fábricas que cambiaron de manos en la última década
Lo cierto es que las multinacionales ya no llegan a montar fábricas en la región –están más interesadas en los países del Este, con menores costes salariales– pero sí las compran. A comienzos de la década pasada, Columbian se quedó con la división de negro de humo que Repsol Química segregó de su planta de Gajano. Unos años después, la mexicana Dynasol adquirió la mitad del capital de la división de cauchos sintéticos de Repsol.
El trader suizo de materias primas Glencore (Xtrata) se quedó con AZSA, para sumar un metal más a la cartera de materias primas que controla. La norteamericana Earthgrains se hizo con Bimbo, antes de que la compañía hubiese digerido la compra de Martínez. Pero como siempre hay un pez más grande en la cadena trófica, otra estadounidense, Sara Lee, que fabrica desde dentífricos al Wonderbra, se hizo con Earthgrains.
En los últimos años, los estadounidenses han estado menos activos en el mercado cántabro que los alemanes, por ejemplo, pero eso no ha significa que no hayan protagonizado otras dos operaciones importantes, como la adquisición de Lácteos de Santander al quedarse Suiza Foods, –que a pesar del nombre es norteamericana– con la firma gallega fabricante de Leche Celta, o la apertura de la fábrica Moehs en Requejada.
En ocasiones, la multinacional llega dentro de una operación de salvamento, como ocurrió con la antigua Westinghouse de Reinosa, vendida por ABB a la holandesa Buce Industries para evitar el cierre, o como llegó Mercedes a Sámano, donde el Gobierno regional puso todo el empeño en que se quedase con la antigua Setra, una fábrica de autobuses que ya se daba por perdida y ha revivido bajo la fortaleza del gigante alemán.
La excepción a casi todo es Edscha, una empresa alemana de segundo nivel por su tamaño que creó su planta cántabra de la nada y en los últimos diez años la ha convertido en una de las grandes industrias locales. Hoy surte de bisagras de puertas y palancas de freno de mano a muchos de los coches que se fabrican en Europa.
Los mayores empresarios de la región son extranjeros
Pero si hay un gigante en Cantabria es Robert Bosch que por sí solo controla tres de las grandes fábricas de la región: la planta de Treto RBET, la mayor de Cantabria por facturación y plantilla, la de encimeras y cocinas BSH (en alianza con Siemens) y la corraliega Bosch Sistemas de Frenado, donde hace frenos de automóvil. Esta fundación alemana sin ánimo de lucro no sólo es la principal empresaria de Cantabria por mor de una serie de circunstancias históricas que han ido dejando en sus manos fábricas ya existentes, sino que ha creado a su alrededor un entramado industrial que de otra forma hubiera resultado impensable.
Eso no significa que no haya quien esté en disposición de disputarle a Bosch estos títulos, pero no en la industria. Por razones semejantes, Carrefour ha llegado en el sector comercial a una posición parecida, dado que es propietaria de dos grandes centros comerciales (uno en Santander y otro en Torrelavega), está en trance de iniciar el tercero en el Cierro del Alisal y controla también dos supermercados Champion y una treintena de tiendas Dia, repartidos por toda la región.
En el sector comercial, las multinacionales han asumido un liderazgo tan importante o mayor que en el industrial, a pesar de haber llegado mucho más tarde. Su posición es tan sólida que en el caso de Carrefour ha obligado a las autoridades a aplicar la Ley de Defensa de la Competencia para asegurarse que no llegaba a una situación de control real del mercado.
El desembarco de nuevos inversores extranjeros parece que cada vez irá más por estos derroteros y menos por la vía industrial, donde casi todas las actividades asentadas son bastante maduras, lo que no impide que aparezcan iniciativas como la fábrica de planchas de yeso sudamericana que se va a asentar en Reinosa. Aún son relativamente escasos los intereses extranjeros en la promoción inmobiliaria –apenas inversores particulares iberoamericanos– pero ya son notorios en el campo del ocio, donde su presencia será cada vez mayor. Por lo pronto, un particular ha adquirido el Racing y las productoras norteamericanas Paramount y Universal han pasado a controlar más de la mitad del taquillaje que dejan los cántabros en los cines a través de su participación en Cinesa, propietaria de las salas abiertas en el centro comercial Bahía de Santander.
De lo ocurrido en los últimos años se pueden sacar dos conclusiones: Que las empresas extranjeras que llegan a la región parecen más interesadas en comprar cuota de mercado, con la adquisición de compañías en funcionamiento, que en empezar de cero para abrirse un hueco incierto en el mercado, y que sus intereses se desplazan hacia los servicios y, entre ellos, el ocio.
La importación de capitales cae a niveles simbólicos
En el primer semestre del 2002, la inversión extranjera en España aumentó un 21,3%, a pesar de que la coyuntura económica no era demasiado favorable. Sin embargo, en Cantabria el proceso fue muy distinto, dado que la inversión extranjera se redujo un 61,5%, hasta situarse en apenas 1,5 millones de euros, destinados en su totalidad a la ampliación de capital de una empresa alimentaria de capital británico.
La inversión de Cantabria en el exterior aún fue más modesta, casi inexistente. Aunque se duplicó con respecto al primer semestre del año anterior, apenas llegó a 250.000 euros, que se emplearon en la compra de participaciones financieras en empresas de Argentina.
La inversión de capital extranjero en la región apenas supuso el 0,05% nacional, una cuantía insignificante si se tiene en cuenta que en el País Vasco entró cien veces más (1.884 millones de euros), y en Madrid 17.900 millones de euros. El hecho de que las sedes nacionales de las compañías extranjeras que operan en la región estén en otras capitales españolas (Madrid, Barcelona o Bilbao) contribuye a esta desproporción y demuestra que en la mayoría de los casos la toma del control de empresas de la región no se produce de forma directa, sino a través de la compra del grupo al que pertenecen, cuya cabecera casi siempre se encuentra fuera de Cantabria, como ocurrió con Viesgo.