Luz verde a la primera planta de biogás
En Cantabria, obtener energía a partir de purines va a dejar de ser un planteamiento teórico en cuestión de un año y la primera iniciativa que se va a concretar es la última en darse a conocer, la del ganadero José Ramón Arronte. El Ayuntamiento de Ribamontán al Mar, donde esta ubicada su explotación ganadera, le acaba de conceder la licencia de obra para poner en pie una planta de medio megavatio de potencia.
Con el proceloso camino de las autorizaciones ambientales resuelto, tras meses de tramitación, y con la luz verde del Ayuntamiento, que ha debido afrontar cierta polémica vecinal por la ubicación de la planta, la ejecución de la obra tan solo depende de una climatología benigna para iniciar el movimiento de tierras. Los promotores prevén que esté terminada en diez meses, de forma que esa instalación de biogás pionera en Cantabria podría empezar la producción a finales de año.
Tecnología alemana
La inversión necesaria para construir una planta de tamaño medio, como la que promueve Arronte, es de 2,5 millones de euros, que se financiará con inversores privados, entre los que se encuentra una importante empresa local de obra pública.
Otros ganaderos de la zona están implicados en el proyecto, en el que participarán como pequeños accionistas y como suministradores de la materia prima que se procese en la planta: los purines y el estiércol de vacuno. La instalación requerirá unas 80 toneladas diarias que se degradarán en depósitos carentes de oxígeno gracias a la acción de microorganismos anaerobios. Ese proceso producirá gas metano, cuya combustión servirá para obtener electricidad.
El kilovatio generado por este sistema se beneficia de una prima especial, que es más generosa cuando las plantas no superan el medio megavatio, como ocurre con la que se va a construir en Loredo. Además de la energía, el residuo resultante de este proceso puede convertirse en camas para el ganado o en fertilizante comercializable, un tipo de compost semejante al que se origina con el tratamiento de los residuos urbanos orgánicos. Antes de introducirse en los digestores, los purines serán pasteurizados, sometiéndolos a una temperatura de 72 grados, de manera que se eliminen los agentes patógenos.
Tanto el secadero como la zona de envasado del fertilizante formarán parte de las instalaciones complementarias de la planta, para las que Arronte ha reservado una hectárea en su finca.
Una de las claves para el éxito de este tipo de plantas es su proximidad a la materia prima, de manera que se eviten costosos y molestos traslados del estiércol desde las granjas donde se produce hasta donde el lugar donde va a ser procesado. Cumplida esta premisa, el proyecto parece tener muchos visos de viabilidad, ya que la explotación de Arronte produce diariamente cerca de 40 toneladas de purines, prácticamente la mitad de los que va a requerir la instalación. El ganadero de Loredo cuenta con 600 cabezas de vacuno y ha llegado a acuerdos con otros propietarios de la zona, desde cuyas estabulaciones se enviarán los purines en cubas.
La posibilidad de utilizar también residuos orgánicos procedentes de la industria agroalimentaria abre otras vías de suministro, además de ayudar a solventar el problema que supone la eliminación de estos desechos para las empresas.
Aunque Arronte colaboró desde el primer momento con la planta piloto impulsada por la Universidad de Cantabria en la Granja Escuela de Heras, finalmente se ha decantado por importar una tecnología sobradamente probada en Alemania, su lugar de origen, donde funcionan unas 6.000 plantas de tamaño medio que dan servicio a explotaciones ganaderas concentradas.
En España el biogás es una alternativa energética poco utilizada, con apenas media docena de plantas funcionando en todo el país, pero hay varios proyectos en ejecución, alguno de grandes dimensiones como una macroplanta de seis megavatios de potencia que se construye en Navarra y en la que se invierten 14 millones de euros. Esta planta dará servicio a una explotación ganadera de 7.000 vacas y también se alimentará de los residuos de mataderos de aves y de la industria agroalimentaria.
Proyectos en marcha
En opinión de Arronte, Cantabria podría albergar entre ocho y diez instalaciones como la que él va a construir. Está convencido, incluso, de que podría instalarse otra en el municipio de Ribamontán, donde se concentran las mayores explotaciones ganaderas de la región.
De hecho, a esta primera planta no tardarán en unírsele otros proyectos muy avanzados y en algún caso muy ambiciosos, como los impulsados por Biocantaber. Esta sociedad, con la que Iberdrola Renovables y la empresa cántabra Ocyener concurrieron al concurso eólico logrando la adjudicación de 205 MW, acompañó su propuesta con un plan industrial en el que preveían inversiones de 30 millones de euros en la construcción de un laboratorio de I+D y ocho centrales de biogás para el tratamiento de los purines repartidas por la región. Un acuerdo con Agrocantabria, una de las mayores cooperativas de España con cerca de 3.000 ganaderos, le aseguraba el suministro de la materia prima. Este proyecto ha contado con la colaboración de la Universidad de Cantabria y se encuentra en la fase de localización de los lugares adecuados para situar las plantas.
Más modesta es la iniciativa que impulsa en Polanco la empresa Cántabra de Turbas, dedicada a la venta de abonos y fertilizantes. La idea se viene gestando desde 2010, pero sigue a la espera de que la empresa obtenga las autorizaciones necesarias. El proyecto inicial ha sido redimensionado para hacerlo más viable y el coste previsto, de un millón de euros, se ha reducido a la mitad. La intención es utilizar la tecnología que un equipo de investigadores de la Universidad de Cantabria liderado por el profesor Rico ha venido desarrollando en plantas piloto como la creada en la Granja Escuela de Heras.
Atrás quedan otros proyectos que no llegaron a cuajar, como el de TransforMar, un cluster de empresas de los sectores conservero y de transformados de productos del mar que pretendía levantar una planta de biogás en la que además de producir electricidad pudiera deshacerse de los residuos orgánicos de sus fábricas o el utópico proyecto de crear en Reocín una macroplanta de secado térmico que tratara el estiércol de todas las explotaciones ganaderas diseminadas por la región. Aquella planta se construyó, pero para dedicarse al secado de fangos procedentes de las depuradoras de aguas residuales (EDAR) que existen en Cantabria.
Lo cierto es que la carrera por dotar a la región de plantas de biogas por fin ha comenzado y que estos proyectos energéticos, como los de biomasa, han llamado la atención de constructoras locales y empresas ligadas a la obra pública, que ven en este nuevo campo una oportunidad de diversificación en tanto se recupera su maltrecho sector.