Maíz ucraniano para las cooperativas ganaderas
En tiempos no muy lejanos, la llegada al Puerto de Santander de un barco cargado con maíz no era especialmente llamativo. Más bien era una imagen habitual en un puerto granelero como el santanderino, que mueve anualmente unas 800.000 toneladas de productos agroalimentarios. Sin embargo, la llegada a mediados de noviembre del ‘E.R. Bologna’ con maíz procedente de Ucrania ha sido relevante por varias razones: es uno de los mayores que haya entrado nunca en Santander, arriba en el peor año que se recuerda en el apartado de tráficos agroalimentarios y supone un cambio significativo en el modo en que se han venido aprovisionando las cooperativas de la cornisa cantábrica, que al hacer uso de la Terminal construida en el Puerto pueden abastecerse en mercados más lejanos.
Tradicionalmente, las cooperativas ganaderas del norte de España compraban en Francia el maíz que necesitaban para fabricar el pienso, aunque también recurrían a agricultores leoneses. Una macrocooperativa, como Agrocantabria, que elabora unas 85.000 toneladas de pienso al año, el 40% del que se fabrica en la región, solía importar unas 2.500 toneladas de maíz al mes en camiones que lo distribuían entre sus cinco plantas.
Agrocantabria, que es la principal destinataria de las 50.000 toneladas llegadas de Ucrania, ya había ensayado el pasado año la opción marítima con un barco de 3.000 toneladas que se descargó a través de la Terminal. El éxito de aquella prueba ha desembocado ahora en una operación de mucha más envergadura, en la que participan, junto a Agrocantabria, otras cooperativas locales, como la de Ruiseñada y Valles Unidos del Asón o la asturiana Agrovaldés.
Este cambio en los canales de abastecimiento de maíz ha estado impulsado por dos factores, la climatología y el precio de la materia prima. Un año especialmente lluvioso había retrasado la siembra del maíz y la previsión de la cosecha, tanto en Francia como en el norte de España, no era muy halagüeña. En cambio, la cosecha en Ucrania ha sido excelente, así que las cooperativas no lo han dudado cuando PPNor, la distribuidora de materias primas para la nutrición animal que forma parte del mismo Grupo Gof al que pertenece la Terminal, les ofreció la posibilidad de abastecerse con maíz ucraniano a un precio un 15% inferior al francés.
Más rigor en los controles
Frente al procedimiento tradicional de grúa y camiones a pie de muelle, la Terminal dispone de un sistema de descarga continuo mediante cintas transportadoras que llevan el grano desde la bodega de los barcos a los silos, lo que elimina el riesgo de contaminación a través de las ruedas de los camiones que entran en los almacenes en días de lluvia o con el uso de otra maquinaria.
Al transportar la mercancía en un circuito cerrado, con equipos de aspiración y una compleja red de filtros, también se reducen las emisiones de partículas durante las operaciones de descarga.
La ventaja más relevante, no obstante, tiene que ver con la seguridad sanitaria. A finales de la década pasada y comienzos de la presente se sucedieron en Europa una serie de crisis alimentarias que causaron una profunda alarma. La enfermedad de las ‘vacas locas’, la reaparición de la fiebre aftosa y la detección de altas concentraciones de dioxinas en aves de corral y huevos procedentes de Bélgica, demostraron que la legislación europea sobre el tráfico de productos alimentarios tenía serias deficiencias que había que corregir.
La respuesta de la Comisión Europea en 2002 fue endurecer la normativa que regula la alimentación animal, aplicando los mismos criterios que se emplean en los productos destinados a la alimentación humana. Al fin y al cabo, lo que se da de comer a los animales es el primer eslabón de una cadena alimentaria que termina en el ser humano. El resultado de esa legislación fue una batería de medidas a las que ya se tuvo que atener la empresa Tasa (formada por el grupo cántabro GOF y Ahorro Corporación) en la construcción de la Terminal de Graneles Agroalimentarios de Santander, que entró en servicio en 2012, después de una inversión de 40 millones de euros.
Una de las ventajas que ofrece la Terminal es la de facilitar los controles de calidad y sanitarios durante todo el proceso de trasvase de la carga desde las bodegas del buque hasta los silos, aprovechando el sistema de cintas. También resulta más fácil limitar los daños si alguna partida debe ser retirada, ya que se almacena dividido en 14 depósitos de 2.500 toneladas cada uno.
Esta garantía no es baladí. Precisamente, el maíz producido en Europa ha sido protagonista de una de las declaraciones de alarma más recientes, la ocasionada por la aparición de aflatoxinas (un residuo de un hongo que resulta cancerígeno) en cosechas recolectadas en Alemania, Holanda, Bélgica, Bulgaria, Rumania y Ucrania. Desde el pasado mes de marzo se vienen detectando positivos en algunas partidas procedentes de esos países.
La causa de la aparición de estos hongos es la misma que ha retrasado las cosechas en muchos países de Europa, el exceso de lluvia y unas temperaturas más suaves de lo normal. Y sus consecuencias se han traducido ya en la destrucción de un millón y medio de litros de leche en Andalucía por contaminación por aflatoxinas. De ahí la importancia de los rigurosos controles de calidad.
El presidente de Agrocantabria, José Angel Pereda, valoraba en una visita de esta cooperativa a la Terminal su contribución a la trazabilidad del producto: “Tiene la mejor tecnología y tenemos que trabajar para darle más actividad aprovechando la sinergias que tenemos en Agrocantabria y para dar más actividad al Puerto”. Si lo hacen, contribuirán a mejorar unos tráficos agroalimentarios que este año han caído drásticamente.