Nada es como parece
GASTOS INCONTROLABLES.– Poco a poco empiezan a conocerse las cuentas del Palau de les Arts de Valencia. El espectacular edificio ya levantó una polémica al ser adjudicado en 84 millones de euros y, hasta ahora, sólo se intuía que esa cuantía había sido ampliamente superada. Por fin se han presentado las primeras cuentas oficiales y se sabe que a finales de 2005 el Gobierno de aquella comunidad llevaba gastados en él nada menos que 332 millones de euros (más de 55.000 millones de pesetas). Parecía que la cifra podía quedar ahí, pero después de inaugurado ha sido necesario cerrarlo para hacer nuevas obras que aún no han concluido. El gasto no tiene parangón en Europa y da una idea de la desmesura que ha alcanzado la política autonómica, pero lo más llamativo es que cuando el PP llegó al Gobierno valenciano suprimió el proyecto de la torre de comunicaciones de Calatrava que los socialistas habían previsto en el mismo solar “por faraónico” .
SOPLOS RENTABLES.– Estados Unidos ha decidido remunerar mejor a los soplones fiscales. En la tierra del wanted, donde siempre se dieron recompensas por las capturas privadas de fugitivos de la justicia, parece aceptable que quien dé una buena pista para pescar a un defraudador fiscal pueda llevarse hasta un 30% del botín obtenido por Hacienda, eso sí, con un tope de 89 millones de dólares. No valen denuncias sobre fraudes de poca monta. Parece insólito, pero todo esto figura en el proyecto de ley que Bush tiene preparado para la firma.
CONJURAS.– En Europa las cosas son distintas. No hay responsabilidad privada. Todo lo que ocurre es culpa del Gobierno. El presidente de Air Madrid asegura que la crisis de su empresa ha sido consecuencia de una conjura del Gobierno, porque necesitaba un escándalo para mantener entretenida a la opinión pública. Lo mismo dijeron los de Afinsa y Forum y poco antes los gobernantes de Marbella. Al parecer hemos descubierto que existe algún alto cargo con una competencia curiosa, la de organizar una programación trimestral de escándalos.
LAS MISMAS HABAS EN TODAS PARTES.– Quien haya seguido la polémica sobre las restricciones que España puso a la venta de Endesa a E.ON ha podido quedar convencido de que nuestro país sigue poco menos que en la autarquía, desafiando cualquier proceso de internacionalización, pero episodios semejantes se dan todos los días y en todas partes. Ahora ha sido Italia la que ha impedido que la española Abertis se hiciese con el control de las autopistas de Autostrade. Antes frenó la OPA de BBVA sobre BNL. Pero bastaría recordar que Francia fue capaz de declarar los yogures “estratégicos” para que Pepsi no pudiera comprar su multinacional Danone. En fin, que no conviene dramatizar.
NADA CAMBIA EN LOS CONSEJOS.– La fiebre de transparencia empresarial que se extiende desde EE UU hacia Europa tampoco da los resultados previstos. Un año después de aplicarse en España el Código Conthe (el nombre del presidente de la CNMV) los resultados son absolutamente desanimantes. Los consejeros independientes no sólo no han aumentado, sino que han disminuido; sólo una sociedad de todas las cotizadas que tenían blindajes los ha retirado y en los consejos sólo ha entrado una mujer más, con lo que el avance en este terreno también ha sido microscópico. Únicamente se ha cumplido la recomendación de que se moderasen las subidas en las retribuciones que se autoconceden los consejeros: en el último año sólo aumentaron un 4,1%, mucho menos que en los ejercicios anteriores.
EL FIN DE UNA ERA EN LA AUTOMOCION.– 2007 va a traer una novedad al mundo de los negocios. Por primera vez, no será una compañía norteamericana la mayor vendedora de coches del planeta. Gracias al fortísimo crecimiento de la demanda asiática, Toyota tiene previsto comercializar casi 9,4 millones de vehículos, frente a los 9,2 que espera facturar General Motors, la compañía que durante ocho décadas seguidas ha mantenido la hegemonía indiscutible del sector.
COBRAR POR EL AIRE.– En materia de impuestos está todo inventado y cada vez es más difícil encontrar algo nuevo que sea gravable y que, a la vez, no levante a las masas en contra del político que se atreva a implantar el nuevo impuesto. Los ayuntamientos catalanes por fin han encontrado lo que buscaban: pretenden que las compañías de móviles paguen por el uso del aire –que es espacio público– para transmitir sus señales. Pero las operadoras ya cotizan al Estado por emplear el espacio radioeléctrico y no parecen dispuestas a pagar dos veces. El asunto, como tantos otros, se resolverá en los tribunales.