Nereo añade a su red un tanatorio en Torrelavega
El hábito de velar a nuestros difuntos en tanatorios tardó en irrumpir en Cantabria, pero se ha impuesto con tanta fuerza que en menos de una década la región ya cuenta con una notable red de este tipo de establecimientos. El último en incorporarse ha sido el tanatorio que ha inaugurado en Torrelavega Nereo Hermanos, la funeraria más antigua de las que existen en Cantabria –se fundó en 1900–.
Siguiendo la pauta marcada por los dos que levantó anteriormente en Santander y Laredo, el diseño del nuevo tanatorio responde a la larga experiencia acumulada por los hermanos Jesús y Joaquín Ruiz, responsables de la empresa Nereo: espacios amplios y cómodos, colores que transmiten sosiego y máxima luminosidad natural para crear una ambientación rotundamente alejada de la estética de los antiguos velatorios para acercarse a la de un moderno establecimiento hotelero. Se trata, en definitiva, de evitar más dramatismo en situaciones que ya conllevan una enorme carga emocional.
Una búsqueda laboriosa
Aunque la idea de abrir un tanatorio en Torrelavega surgió hace años, no fue fácil encontrar un terreno que se adecuara a los requisitos que Nereo buscaba. El más importante de todos era que los habitantes de Torrelavega pudieran acudir a pie, pero esa proximidad al casco urbano era casi incompatible con los obstáculos puestos por el planeamiento urbanístico a la ubicación de tanatorios.
Después de cuatro años de búsqueda, en noviembre de 2011 la empresa adquirió dos solares en la zona de La Llama, junto al viejo cementerio, donde ha levantado un edificio de dos plantas y 1.124 metros cuadrados con una atractiva estética, amplias estancias y todos los servicios que demanda el sector. El tanatorio cuenta con cuatro salas de velatorio, una de ellas de más de 80 metros cuadrados, preparada para casos en que la afluencia de visitantes sea más elevada de lo habitual.
La planta superior cuenta con una gran terraza para que quienes deseen fumar puedan salir al exterior sin necesidad de bajar a la calle.
Las nuevas instalaciones disponen de capilla, cafetería, una zona de exposición de féretros y las áreas dedicadas a recepción y administración.
En los pasillos y en la gran escalera se ha buscado la máxima amplitud para hacer más cómodos los desplazamientos por el interior del edificio. Un gran mural fotográfico con la imagen de un bosque de hayas flanquea todo el tramo de escalera. El sótano se aprovecha para el garaje, la sala de tanatopraxia, el equipamiento antiincendios y un generador con el que afrontar posibles apagones.
La disposición del túmulo, en un lugar apartado de quienes acuden a presentar sus condolencias, refuerza la intimidad que requieren los velatorios. Las salas cuentan con ventilación forzada individual, renovación de oxígeno filtrada y un equipo de refrigeración específico para los túmulos, independiente del que utiliza el resto del edificio.
La inversión realizada para poner en pie esta instalación ha superado los dos millones y medio de euros, y su construcción contribuye a potenciar la urbanización de esa zona de Torrelavega.
Con la intención de facilitar más el acceso, Nereo ha solicitado al Ayuntamiento autorización para construir un enlace directo desde hasta el inmueble.
Un cambio cultural
Al contrario de lo ocurrido en otras regiones, los tanatorios modernos tardaron en llegar a Cantabria. Las funerarias realizaban el traslado del cadáver hasta los cementerios desde los velatorios de los hospitales o residencias, si es que esa ceremonia de despedida no se hacía en el propio hogar del difunto. Pero la evolución de las costumbres acabó por cambiar esos hábitos y el tanatorio ha pasado a formar parte del duelo.
Como elemento de una cultura más urbana, el primer establecimiento de estas características que se abrió en España lo hizo en Barcelona, en 1969.
En esa época, este tipo de servicio ni siquiera estaba contemplado en los planeamientos urbanísticos de los ayuntamientos cántabros. Santander no sintió la necesidad de establecer unas ordenanzas para fijar las condiciones que debía cumplir la ubicación de los tanatorios hasta 1982 y obligaba a que se construyesen fuera del casco urbano, en zonas no residenciales.
Una vez establecida esa regulación, Nereo empezó a buscar terrenos donde construir su tanatorio, pero no le resultó nada fácil. Sus intentos de levantarlo en Los Castros, Candina o La Albericia se vieron desestimados por estar fuera de ordenación, pero la creación de un área destinada a servicios cerca de la S-20 le brindó por fin una oportunidad. El tanatorio de Santander abrió sus puertas finalmente en 2006.
Tampoco le resultó fácil sustanciar su siguiente proyecto, la edificación de un tanatorio en Laredo. Tras el cierre del velatorio en el hospital pejino, la zona se había quedado sin una instalación de esas características y, ante la falta de reacción de las funerarias que operan en la comarca, Nereo se planteó abrir allí un tanatorio. De nuevo se encontró con problemas de ordenación urbanísticas que retrasaron mucho la ejecución del proyecto y no pudo concluirlo hasta diciembre de 2010.
Tanto en este caso como en los tanatorios de Santander y Torrelavega, cualquier otra funeraria que precise sus servicios puede utilizar las instalaciones, aunque en este apartado puedan ser competencia directa de la otra faceta de Nereo, la de funeraria.
Nuevos proyectos
El de Torrelavega no va a ser el último de los tanatorios que construya esta compañía. Para el próximo verano prevé concluir las obras del que está levantando en Molledo de Portolín y que dará servicio a todo el Valle de Iguña. También baraja otros dos proyectos, aunque mantiene absoluta discreción sobre su emplazamiento, para que no se malogren.
El criterio a seguir es el mismo que ha guiado al grupo en su expansión, la búsqueda de zonas de influencia con un número de potenciales clientes suficiente para amortizar unas inversiones tan elevadas. Se trata de evitar repetir situaciones como la que se produjo en Laredo, donde, además de la iniciativa de Nereo, ha surgido otro tanatorio en el límite con Colindres; también se ha construido uno en Santoña y otro más en Ramales de la Victoria. Un ejemplo de la fuerte penetración que está teniendo este tipo de servicios en Cantabria, aunque la clave para que sean sostenible es acertar con la ubicación geográfica.