Opinión

Desde que Fernández de la Mora encendió los ánimos de los entonces santanderinos con aquello de la serpiente de verano siempre hemos tenido alguna culebra que llevarnos a las páginas. El se refería al Santander-Mediteráneo que, efectivamente, era el recurso predilecto de los periódicos para llenar las perezosas páginas de los estíos. Ahora, nuestro bicho es otoñal y se conoce como la Autovía de la Meseta. Cada verano llega un ministro al que se le pregunta el consabido qué hay de lo nuestro. Como es de esperar, compromete su palabra en que la carretera volará en el siguiente ejercicio, pero el último día hábil de septiembre se presentan los presupuestos y la carretera más que volar se sumerge. A partir de ahí levanta la voz el PRC (el único tema que al parecer le sensibiliza, porque del resto de los presupuestos ni siquiera opina), y el PP se ve obligado a dar satisfacción a su socio. En el mejor de los casos se presenta una enmienda para maquillar ligeramente el problema y como solución alternativa se formula una pregunta parlamentaria al ministro o se le hace venir para que renueve el compromiso personal. Luego, ya se sabe, si le cesan es necesario, como ocurre ahora, comprometer al sucesor.
Como la película se repite cada otoño, ya no haría falta la escenificación, aunque resulta muy conveniente para que quede plasmada en los medios informativos. Sin embargo, es bien sabido que el papel lo aguanta todo y basta recordar las casi veinte fechas distintas que se dieron a la prensa sobre la inauguración de la autovía Bezana-El Sardinero sin que nadie se sintiese obligado, siquiera, a explicar los motivos por los que se incumplían tan sistemáticamente.

Los compromisos no están mal, pero la experiencia demuestra que son mucho más creíbles la partidas presupuestarias y ni siquiera de éstas cabe fiarse del todo. Los 27.000 millones de pesetas previstos por el Ministerio de Fomento para Cantabria son, en realidad, 11.500 puesto que el resto se emplearán en pagar obra ya realizada por el famoso sistema alemán. Y 11.500 millones para avanzar en dos autovías (la del Cantábrico y la de la Meseta, que recibe 1.500) son poco más que testimoniales si se tiene en cuenta que en 1993 el Ministerio (entonces de Obras Públicas) ya gastaba 25.000 millones por anualidad en la región y había no pocas quejas. Basta comparar estas cantidades con los 52.253 millones que ha presupuestado para Asturias el ministro del ramo, casualmente nacido allí y diputado por aquella circunscripción. Claro que tampoco puede olvidarse que para el septenio 2000-2007 el mismo Alvarez Cascos ha anunciado unas inversiones de 176.000 millones de pesetas en Cantabria y de 629.300 en Asturias. Como las nuestras han sido consideradas “históricas” para las de la región vecina no queda calificativo suficientemente grande.

Siempre es posible que haya alguien que esté peor, pero la deuda estatal de carreteras con Cantabria dista mucho de estar pagada. El latiguillo cansino con que un parlamentario popular ha contestado las críticas estos días adjudicando la inacción al periodo socialista resulta poco serio cuando todos los kilómetros de autovías que hay en servicio corresponden al Gobierno anterior. Desde 1995 en que el PP llegó al poder únicamente se han inaugurado en Cantabria 14 kilómetros, el subtramo Torrelavega-Virgen de la Peña (la carretera Bezana-El Sardinero estaba acabado cuando se produjo el cambio de Gobierno). Y aunque en varios tramos avanzan las obras, se mantienen en un horizonte excesivamente largo para una coyuntura económica tan favorable que ha llenado las arcas públicas y para un país que ya se permite el lujo de apostar por el déficit cero.
Desafortunadamente, en la polémica política parecen importar sólo las autovías y se presta menos atención al puerto, ferrocarriles y aeropuerto. El primero ha entrado en una fase de parálisis preocupante. El aeropuerto, con un poco de suerte acabará unas obras que empiezan a parecer eternas a pesar de su escaso calado técnico, y el ferrocarril de vía ancha ya ni existe, al menos en los presupuestos. Como ocurre con las cosechas, al parecer el único recurso es mirar al cielo. A ver si el año que viene hay más suerte. Mientras tanto, no estaría de más enterarse de si venden carreteras prefabricadas porque no quedará tiempo para otra cosa.

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