Otra gigantesca terminal de cereales seguirá a la de carbón
La estampa habitual del puerto de Santander se está viendo alterada a medida que se hace visible el espectacular esqueleto metálico de lo que será un gigantesco almacén de carbón. Pero éste no va a ser el único gran edificio en cambiar la fisionomía del Puerto santanderino tal y como se ha venido conociendo desde su expansión hacia las marismas de Raos. La Autoridad Portuaria prepara la construcción de otra gran terminal para la manipulación y almacenamiento de graneles sólidos agroalimentarios, que tendrá un tamaño similar.
El Puerto ha destinado una parcela de 30.000 m2, ubicada en el Muelle Número 4 –una gran plataforma que se encuentra a la entrada de la dársena del puerto pesquero–, para levantar unas instalaciones que situarán a Santander en disposición de captar una parte importante del tráfico de graneles agroalimentarios, cuya importación está aumentando en España de forma acelerada.
Ya sea para cubrir las necesidades de alimentación de las granjas porcinas que se han desplazado desde Cataluña hasta la Meseta o para atender las necesidades de materia prima de las fábricas de biocombustibles, el movimiento de estos graneles se ha disparado en los últimos dos años. En 2005, España importó siete millones de toneladas de productos cerealeros, medio millón de ellas a través del Puerto de Santander. Pero no se conforma con esta cuota de mercado, sino que aspira multiplicarla por cinco al poner en servicio una terminal especializada en este tráfico.
La ya histórica relación con las empresas harineras de Castilla o el suministro a las firmas galleteras implantadas en Aguilar de Campoo, son otros caladeros en los que confía pescar cuando disponga de las instalaciones adecuadas.
No se trata tan sólo de mejorar las condiciones de carga y descarga de los buques que muevan cereales, sino de contar con almacenes que permitan asegurar la trazabilidad del producto. Si, como pretende, el puerto santanderino obtiene la homologación para el tráfico cerealero, esto es lo que le otorgaría una ventaja competitiva sustancial frente a otros puertos españoles.
La terminal es una pieza clave en la ofensiva comercial que el Puerto ya ha puesto en marcha dirigida hacia la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos, grandes importadores de maíz y soja para la fabricación de piensos, y para captar los movimientos de grupos industriales como Abengoa, con fuertes intereses en el sector de los biocombustibles.
Dos propuestas
Al concurso convocado por la Autoridad Portuaria para la construcción y explotación de esta segunda gran terminal se han presentado dos propuestas. Una de ellas la lidera el grupo Bergé y la segunda procede de Fiochi, una firma estibadora que desde su fundación en 1933 trabaja en el Puerto de Santander. Fiochi pertenece al Grupo GOF, del que forman parte también empresas como Cobasa, Transportes Raos y PPNor, especializada en la comercialización de productos agrícolas para la fabricación de piensos.
Aunque la superficie inicialmente reservada para la futura terminal cerealista es de 30.000 m2, el propio pliego de condiciones prevé una posible ampliación en 20.000 metros más. En su formato más reducido, la terminal agroalimentaria tendría unas dimensiones de 147 metros de ancho por 203 de largo. Un tamaño no muy inferior al de la estación de carbón, que ya está en construcción y que tendrá una longitud de 278 metros por 150 de ancho. Si se realiza también la ampliación, la superficie de la terminal agroalimentaria será muy semejante a la de carbón.
También la inversión que se precisa es sensiblemente parecida: 50 millones de euros emplea el grupo Dragados en poner en pie la gran nave carbonera y aproximadamente 60 le costará la terminal cerealera a la empresa que se adjudique su construcción y explotación.
El Puerto ha establecido unos requisitos básicos de equipamiento para esta segunda estación y exige que los equipos de manipulación de mercancías de la terminal garanticen, como mínimo, la descarga de 8.000 toneladas al día. La capacidad de almacenamiento de las instalaciones no deberá ser inferior a 75.000 toneladas y en gestión de expediciones habrá de asegurar la carga de un mínimo de 4.000 toneladas/día en camiones y de 3.000 toneladas/día en vagones de ferrocarril.
La explotación de la terminal se concederá por un plazo de 15 años, ampliable hasta un máximo de 25, por lo que el concesionario debe aplicarse mucho para obtener tráficos y poder rentabilizar su inversión con suficiente rapidez. El Puerto exige en las condiciones que mueva, al menos, 400.000 toneladas el primer año, pero tendrá que conseguir bastantes más en los siguientes si quiere tener éxito en un negocio que necesita un desembolso inicial tan alto.
Si bien la Autoridad Portuaria podrá autorizar que la terminal se utilice para otros graneles sólidos compatibles, siempre que su volumen no exceda del 20% del movimiento total, el pliego de condiciones prohíbe expresamente las actividades de fabricación, transformación o elaboración dentro de la nave, salvo las necesarias para el acondicionamiento de las mercancías para su manipulación y traslado.
También están reguladas las tarifas máximas a aplicar por la empresa adjudicataria, que no podrán exceder de 4,50 euros por tonelada para todos los servicios que preste la terminal, desde la desestiba del buque hasta la carga de la mercancía en camiones o ferrocarril, incluyendo su almacenamiento por cinco días como máximo. A partir de entonces, el gestor de la terminal estará autorizado a cobrar hasta 0,06 euros más por tonelada y día.
La adjudicación se considera ya próxima y el presidente de la Autoridad Portuaria, Javier del Olmo, expresaba recientemente su intención de que en los dos próximos años todas las actividades de manipulación de graneles en el puerto se hiciese en recintos cerrados, eliminando así los problemas medioambientales que sufren las zonas de Santander más próximas, como el barrio de Castilla-Hermida. Una enojosa cuestión que, en el caso del carbón, el klínker y otros productos minerales, quedará definitivamente zanjada en enero, fecha prevista para que esta terminal que ya se encuentra en construcción entre en servicio.