Sombras sobre la Autoridad Portuaria
Los puertos hacen un papel impagable en la economía, pero en muchos casos no son rentables. Uno de los que pierde es el de Santander. No son grandes cantidades pero, como ocurre con los aeropuertos, no parece lógico que en una actividad que genera negocio para muchas empresas y en donde las tasas debieran cubrir los costes de los servicios, se pierda sistemáticamente. AENA ya está en vías de privatización. Con los puertos nadie se ha atrevido, pero una información publicada en un periódico económico de Madrid en el que se anunciaba la desaparición a medio plazo de veintiún autoridades portuarias, entre ellas la de Santander, disparó las alarmas. Tanto que el Ministerio de Fomento ha tenido que desmentir que tenga prevista tal medida. Pero las sombras no se disipan del todo.
En Francia, las integraciones de puertos se han realizado por ley. En España, una iniciativa semejante chocaría con la oposición frontal de las autonomías y no resultaría fácil hacerla prosperar. Como el horno no está para bollos, el Gobierno de Zapatero ha preferido guardarse la idea, aunque puede intentar una reforma ligth, bajo la fórmula de coordinación de varias autoridades portuarias para reducir costes. El problema es que en una comunidad uniprovincial como Cantabria, no hay posibles fusiones ni coordinaciones dentro del ámbito regional: sólo hay un puerto y tendría que vincularse al de Gijón (que absorbería el de Avilés, según este plan) o al de Bilbao, que haría otro tanto con el de Pasajes.
Cualquiera de las alternativas sería muy difícil de aceptar por los cántabros, aunque la experiencia de las fusiones de las cajas de ahorros indique lo contrario. Basta recordar que ni siquiera ha sido posible reordenar los puertos pesqueros regionales y en los siete puertos tradicionales se han realizado unas fortísimas inversiones para dotarlos de muelles, instalaciones complementarias y dragados, cuando en la mayoría no se justifican por la pesca desembarcada ni por las perspectivas de futuro de un sector que va claramente a menos, como es la pesca.
Por eso, no era fácil que prosperase un plan nacional para reducir el mapa portuario mercante peninsular a ocho autoridades, menos de un tercio de las 28 existentes, de las cuales tres estarían en la fachada cantábrica: Ferrol, Gijón y Bilbao.
El intento de racionalización se basaba en criterios de rentabilidad y en la evolución de los movimientos, algo que penalizaba a Santander, dado que en los diez últimos años los tráficos han caído un 4,5%, frente al modesto crecimiento medio del sector (3,5%). En realidad, este criterio es discutible, puesto que en el último año la evolución de Santander está siendo considerablemente mejor que la de sus competidores de la Cornisa Cantábrica. No obstante, en cualquier reordenación llevaría las de perder, tanto por la fortaleza de sus dos rivales de oriente y occidente (Gijón y Bilbao, que mueven cuatro veces más mercancías) como por la distribución geográfica.
Puertos del Estado reaccionó con presteza para desmentir una información que podría levantar una enorme polvareda en todo el país, aunque Cantabria sería la región costera más perjudicada de llevarse a cabo ese plan, ya que en todas las demás quedaría al menos una Autoridad Portuaria. La idea ha vuelto al cajón y será la próxima administración la que decida si retomarla o darle el cerrojazo indefinidamente. No obstante, sobre el puerto de Santander quedará siempre pendiente esa sombra, la de pasar a ser gestionado desde otra Autoridad para acabar con su déficit.
Entre tomar una decisión tan drástica y dejar las cosas como están hay muchas opciones intermedias y algunas ya se han puesto en práctica. En la nueva Ley de Puertos se establece un criterio de rentabilidad, para forzar a todos los gestores a conseguir resultados positivos. Tan tajante que en el caso de que no alcancen el 2,5% de beneficio, el Gobierno puede intervenir la administración de ese puerto. Un objetivo difícil para los puertos pequeños, como Santander, que no puede aplicar las economías de escala que tienen sus competidores más próximos.