Un agua sin vuelta

A pesar de ser Cantabria una región de la España húmeda, pocas demandas básicas se tardado tanto en ser solucionadas como la del abastecimiento de agua. Dos grandes obras han venido a solventar definitivamente ese problema, el Bitrasvase del Ebro y la recientemente concluida Autovía del Agua. Pero diez años después de la finalización del Bitrasvase, que ha asegurado este suministro vital a la capital cántabra, se ha puesto al descubierto una de sus debilidades: Si, tal y como se acordó, se devolviera al embalse el agua que se toma en los meses de verano, los gastos originados por esa operación harían absolutamente insostenible el sistema.
Es fácil, desde ese punto de vista, entender el interés del Gobierno de Cantabria en que se modifiquen las condiciones en las que se autorizó la toma de agua del embalse del Ebro, transformando el bitrasvase en un simple trasvase, un recorrido solo de ida hasta la cuenca del Besaya que es, exactamente, lo que ha ocurrido en estos años.
El Ejecutivo regional espera que esta petición se vea recogida en el próximo Plan Hidrológico Nacional y argumentos para defender este cambio no le faltan.

Devolver el agua a un pantano que desborda

Tanto la Confederación Hidrográfica del Ebro como la comunidad autónoma han sido perfectamente conscientes desde el primer día de la inviabilidad económica del bitrasvase, tal y como fue concebido. Cantabria, aunque tiene la obligación de devolver el agua que toma cada año del pantano nunca lo ha hecho y no se le ha reclamado. En su lugar, se ha acudido a la benevolente fórmula de calcular el agua que rebosa el pantano casi cada invierno, e interpretar que el agua que ha captado la región a través del bitrasvase era, en realidad, un excedente que no tiene que ser devuelto.
Resulta evidente que esta interpretación tan condescendiente con la obligación que asumió Cantabria al aceptar las condiciones del trasvase no se podría aplicar en el caso de que la ausencia de lluvias o de nieve impidiera que se llenase el Embalse. Algo no tan improbable, porque el pasado mes de diciembre el pantano estaba al 33% de su capacidad. Se podría recurrir en ese caso a periodos más amplios para calcular si hay o no un excedente, pero siempre ha existido el riesgo de encontrarse en algún momento en la situación de tener que devolver el agua.
Y si ese riesgo se concretase, por reclamaciones de la Confederación Hidrográfica o de las comunidades que utilizan este agua río abajo, Cantabria se vería obligada a sufragar el coste de bombear los 26 Hm3 que está autorizada a tomar anualmente del pantano, en su viaje de vuelta. Un auténtico disparate económico, si se tiene en cuenta que la altura a la que habría que subir el agua para depositarla en el Ebro se aproxima a los novecientos metros. Ni aplicando las tarifas eléctricas más baratas, las nocturnas, la comunidad cántabra podría hacer frente a ese gasto. Saldría más a cuenta abastecer a los santanderinos con Agua de Solares.

Evitar la polémica

Para entender por qué se optó por una solución que se sabía impracticable hay que situarse en aquel escenario político, cargado de tensión entre las comunidades, a consecuencia del gran trasvase que el Gobierno de Aznar pensaba hacer desde el Ebro a las cuencas levantinas. En ese contexto, y para no generar más polémica, Cantabria planteó como un bitrasvase su modestísima petición, apenas una gota en el océano de los recursos hídricos nacionales. La comunidad cántabra sólo solicitaba un préstamo de agua del Pantano, con el compromiso de devolver en invierno lo que hubiese necesitado durante el estiaje, que nunca ha superado los 5 hectómetros cúbicos, apenas una centésima parte de la capacidad total del Embalse que, a pesar de ocupar tierras cántabras está pensado para las necesidades de otras regiones.

La alternativa al embalse del Pas

Antes de llegar a ese acuerdo, y para cumplir la obligación que el Estado había asumido años antes de garantizar el abastecimiento de agua a Santander, se manejaron otras alternativas. La primera de ellas fue la construcción del embalse regulador del que carecía la comunidad, la única de España que no cuenta con una infraestructura de este tipo.
El lugar elegido fue la zona de Vega de Pas, pero sin más concreciones. Desde allí, habría bastado con conectar este pequeño embalse con las tuberías que ya existen en Santiurde de Toranzo, donde se capta el agua que abastece a Santander. Tampoco habría sido necesario ningún bombeo, ya que el agua llegaría por gravedad a la capital.
Pese al discreto tamaño del embalse, la oposición vecinal y de grupos ecologistas llevó a la Asamblea de Cantabria a rechazar la construcción de la presa en la cuenca del Río Pas, por lo que hubo que buscar nuevas alternativas. Se pensó incluso en el Río Asón, pero también allí se desestimó, por el impacto que tendría sobre su caudal.
Quedaba el Pantano del Ebro y ésta fue la solución acordada, aunque con la cautela de diseñar el proyecto como un bitrasvase, lo que además de eludir las protestas, evitaba que tuviera que ser autorizado por una ley, como ocurre en el caso de un trasvase.
Además ya existía un precedente, un primer y más modesto bitrasvase del Ebro al Besaya, que desde 1982 suministra agua a la comarca de Torrelavega, y con muy poco coste porque la devolución se hace aguas arriba, en la zona próxima a Reinosa.

50 kms de tuberías

A finales de 2005 comenzaron las obras de este segundo y mayor bitrasvase Ebro-Besaya. Se presupuestaron en 69 millones de euros y el peso de la financiación recayó sobre los Fondos de Cohesión de la Unión Europea, que soportaron el 65% del coste de la obra, mientras que el Gobierno regional aportó el 25% y la empresa pública que ejecutó la obra, Aguas de la Cuenca del Norte, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, el 10% restante.
El Bitrasvase se finalizó en 2007 y está formado por más de 50 kilómetros de tuberías soterradas, de entre 50 y 110 centímetros de diámetro, por las que pueden deslizarse hasta dos mil litros por segundo, una cantidad suficiente para cubrir holgadamente la puntas máximas de demanda estival.
La captación de agua tenía, no obstante, un límite, que se fijó en 26 Hm3 anuales, que era el déficit máximo estimado por el Gobierno cántabro en función de lo que podía crecer la demanda en los próximos 30 años. Incluso esa cantidad sólo suponía una vigésima parte de la capacidad total del Embalse del Ebro, que es de 550 Hm3.
Pero lo cierto es que ese volumen de agua no se ha captado nunca, entre otras cosas por la cautela que imponía la obligación de devolverla. Tan solo se han tomado unos cinco hectómetros cúbicos de media al año, lo que apenas representa el 1% de la capacidad del embalse. Aún así, el coste de abastecer con ese agua a Santander supone anualmente para el Gobierno cántabro 1,8 millones de euros, una vez restados los 770.000 euros que pagan los vecinos de Santander y de Torrelavega por el derecho a utilizar ese agua, de los 2,6 millones de euros que cuesta el mantenimiento del Bitrasvase. Una cantidad que abarca los gastos de funcionamiento (incluido el bombeo del agua 200 metros antes de que caiga hasta el Besaya), y la amortización de la aportación que la comunidad de Cantabria hizo para la ejecución de la obra.

A la espera del Plan Hidrológico nacional

La elaboración de un nuevo Plan Hidrológico por parte del Ministerio de Medio Ambiente ha animado al Gobierno cántabro a plantear la reconversión del bitrasvase en un simple trasvase, para que el abastecimiento de agua a Santander (y a toda Cantabria, una vez acabada la Autovía del Agua) sea sostenible. La cuestión ha estado también presente en la preparación de los planes de cuencas, y el de la cuenca del Ebro ya contempla el abastecimiento de agua a Santander como un trasvase, aunque solo el futuro Plan Hidrológico, que se aprobará por ley, puede autorizarlo.
La transformación en un trasvase de lo que ahora es solo un préstamo dejaría el campo abierto para que Cantabria pudiera captar la totalidad del agua que está autorizada a tomar del pantano del Ebro. Esos 26 Hm3 supondrían un recurso que es esencial para el desarrollo de la región, aunque la tendencia que se va imponiendo es la de reducir el consumo de agua, con una utilización más racional, tanto en el ámbito doméstico, como en el industrial, donde cada vez son más frecuentes los procesos de circuito cerrado.
Disponer de ese volumen tendría otro efecto añadido, el aprovechamiento para producir electricidad, instalando en su caída hacia el Besaya las turbinas que no se llegaron a poner en su día, aunque sí se instalaron las bombas para subir el agua hasta el embalse. Con estos aprovechamientos a través de la generación eléctrica casi se compensarían los costes de funcionamiento del Bitrasvase.
El ministerio de Medio Ambiente se ha mostrado receptivo a la petición del Gobierno cántabro y recogerá la modificación del Bitrasvase en el próximo Plan Hidrológico Nacional, porque sería muy difícil explicar que mientras aguas abajo otras comunidades se benefician de un embalse que supuso un sacrificio humano que todavía permanece en el recuerdo de los habitantes de la comarca de Campoo, Cantabria deba pagar un coste disparatado por un recurso que es propio.

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