Un combustible ecológico nacido en las cocinas
La búsqueda de alternativas a la utilización de combustibles fósiles ha encontrado en el reciclado de los aceites vegetales de uso alimentario un prometedor campo de trabajo que está generando algunas iniciativas empresariales.
Hasta ahora, el destino final de los aceites residuales producidos en la hostelería o en las cocinas domésticas, era la red de alcantarillado, una práctica tan común como costosa para las depuradoras municipales. Sin embargo, iniciativas como la puesta en marcha por Rafrinor, permiten no sólo evitar ese perjuicio medioambiental sino transformar esos subproductos en un combustible para motores diésel capaz de sustituir al gasoil.
La empresa vasca, que dispone de una delegación en Cartes, ha creado una red de recogida de aceites vegetales usados por los establecimientos de hostelería en Cantabria, que en los seis años que viene operando en nuestra región ha retirado cerca de 3.000 toneladas de este subproducto para su conversión en biodiésel.
Un servicio gratuito
Mediante rutas concertadas con los establecimientos de hostelería que solicitan la retirada de los residuos, la flota de vehículos de Rafrinor recorre numerosas localidades de Cantabria recogiendo los recipientes que previamente han dejado para este fin y sustituyéndolos por otros vacíos. El servicio de recogida no descarta ningún punto de la región, según el representante local de la empresa, José Antonio Sánchez: “Donde haya un hostelero que quiera que se le retire el aceite usado, nosotros acudimos sin ningún coste para él”.
Tras la recogida, el aceite es llevado a las instalaciones de Rafrinor en Ortuella (Vizcaya) donde, por decantación, se retiran las impurezas procedentes de su uso (harina, pan rallado, etc.) que pueden suponer hasta el 30% del producto recogido.
Una red similar opera en el País Vasco y, entre ambas, permiten retirar al año un millón y medio de kilos de aceite usado que, tras ser tratados, dan origen a otros tantos litros de combustible biodegradable.
Una planta de biodiésel
Una vez depurados, los aceites son transportados hasta una planta de biodiésel que la empresa vasca inauguró el pasado verano en Alava, donde mediante el añadido de reactivos químicos se transforman en un combustible que, igualando la potencia energética del gasoil, es mucho menos contaminante. “Aquí lo significativo es que de un residuo que resulta altamente nocivo para el medio ambiente se obtiene una energía biodegradable que contamina diez veces menos que el gasoil, con lo que se logra algo así como la cuadratura del círculo”, subraya el representante de Rafrinor.
El único factor que nubla este halagüeño panorama es el elevado coste de la conversión del aceite vegetal en biodiésel, aunque el fabricante confía en que, a medida que se generalice el uso de este combustible en la automoción, los costes de producción irán decreciendo. En cualquier caso, el usuario no paga más por utilizar esta energía alternativa, ya que la producción de biodiésel está incentivada por el Estado, eximiéndola del impuesto de hidrocarburos al considerar que evita la importación de hidrocarburos y reduce las emisiones de CO2. De esta forma, llega al consumidor al mismo precio final que el gasoil.
En España, el biodiésel sólo es usado por algunas empresas de transporte, pero es probable que se generalice cuando en el plazo de un año comience a expenderse en gasolineras. Aunque se puede utilizar en estado puro, sin necesidad de llevar a cabo ninguna modificación en el motor del automóvil, por lo general se utiliza mezclado con un 30% de gasoil para favorecer la combustión.
La planta de Álava, con una capacidad de transformación de 22.000 toneladas, es la mayor de las dos que existen en España y en su construcción se han invertido cerca de nueve millones de euros (mil quinientos millones de pesetas).
La difícil retirada de los aceites domésticos
Campañas institucionales como la impulsada recientemente por la Cámara de Comercio de Torrelavega para invitar a sus asociados a colaborar en la retirada de residuos de aceite, pueden dar un impulso a esta iniciativa, pero por el momento, la recogida está aún lejos de lograr cifras óptimas. Según la estimación de Rafrinor, las cantidades de aceite alimentario retiradas en las dos comunidades en las que opera no superan el 30% de los restos de aceite que genera el sector hostelero. Si a esto se añade la dificultad para organizar un servicio eficaz de recogida de los aceites usados en el ámbito doméstico, el camino que queda por recorrer para evitar esta fuente de contaminación es todavía muy largo.
Rafrinor ya ha dado algunos pasos para facilitar la entrega de los residuos de aceites que se generan en los hogares. Aprovechando los días de feria, los vehículos de la empresa se desplazan a algunos núcleos rurales vascos y se estacionan en puntos convenidos para recoger el aceite usado que les llevan las amas de casa. Si la experiencia ofrece resultados positivos, se trasladará también a Cantabria, pero la logística es complicada, tanto para la empresa como para los propios usuarios domésticos, que tienen que acumular los residuos de aceite en casa. Por eso, algunos ayuntamientos de la comunidad vecina estudian la posibilidad de repartir por todos los hogares recipientes para guardar los aceites usados, hasta la llegada de los vehículos de Rafrinor.
El uso de aceites alimentarios usados ha acelerado los proyectos industriales de biodiésel en España, que inicialmente parecían vincularse, exclusivamente, a los aceites vegetales sin usar obtenidos en plantaciones de colza o girasol. El reciclado evita a esta fábrica de biodiésel depender de la disposición de los agricultores a orientar sus cosechas hacia un mercado prometedor pero todavía incipiente. No obstante, ya existe un proyecto avanzado, con capital cántabro, para la fabricación de biodiésel a partir de cosechas de oleaginosas.