Un joven hotel clásico
Las posibilidades turísticas de Santander son un territorio largamente explorado, pero no tanto su faceta como ciudad de negocios, capaz de generar una clientela de empresa para los hoteles urbanos. A este nicho de mercado se dirige la emergente cadena hotelera Abba, que ha desembarcado en la capital cántabra al adquirir uno de los establecimientos con más arraigo en la historia de la ciudad, el antiguo Hotel México.
Una reconstrucción integral, en la que tan sólo se ha mantenido la fachada del más que centenario edificio y algunos elementos ornamentales, han trasformado el recién reabierto establecimiento en un hotel más funcional, más cómodo e igual de céntrico. Un formato que Abba explota con éxito, si se tiene en cuenta que la cadena ha reunido 23 hoteles en sólo siete años.
Un interior completamente nuevo
La conservación de la fachada no ha sido sólo una imposición del ordenamiento urbanístico de Santander, dado que se trata de una manzana de edificios protegidos. Los dueños de la cadena tenían un especial interés por preservar la imagen singular del inmueble. Si el exterior ha podido mantenerse incólume, aunque renovando algunos materiales –como los azulejos de la fachada que hubo que reproducir en una empresa de cerámica sevillana–, el interior del edificio ha sido totalmente reconstruido.
Pocos elementos arquitectónicos originales han sobrevivido a esa cirugía. La antigüedad del inmueble hacía prácticamente imposible su aprovechamiento. Pero el vínculo con el pasado se mantiene a través de la conservación de dos de los elementos más característicos del antiguo Hotel México: las vidrieras emplomadas y las columnas interiores de hierro colado del restaurante ‘La Solana’, reconvertido ahora en bar cafetería. Las vidrieras han sido sometidas a un proceso de restauración y dotadas de un doble acristalamiento para su protección, mientras que las evocadoras columnas han dejado de tener cualquier función sustentadora y se han convertido en elementos decorativos que contrastan con la moderna línea decorativa elegida para el hotel.
La desaparición del restaurante responde al enfoque que los nuevos propietarios han dado al Abba Santander, al optar por una oferta de simple alojamiento y desayuno-buffet, más acorde con el perfil de viajeros de negocios que trata de captar, unos clientes que apenas permanecen en el hotel y acostumbran a comer fuera de él. Esta decisión ha simplificado la gestión y ha aminorado sensiblemente la plantilla necesaria. Diez personas, dirigidas por Joseba Fagoaga, hacen que el Hotel funcione, la mayoría de las cuales proceden del México. La integración se ha producido en dos etapas, ya que antes de adquirirlo y proceder a su reforma integral, Abba estuvo gestionando el hotel en régimen de alquiler desde marzo de 2003.
Más habitaciones
El vaciamiento total del edificio, del que sólo quedaron las fachadas, ha facilitado el objetivo de rediseñar su interior con libertad, buscando un mejor aprovechamiento de los espacios. Esto ha permitido aumentar el número de habitaciones, que ha pasado de 32 a 37, cuatro de ellas individuales, y con superficies que van desde los 10 a los 20 metros cuadrados. Su equipamiento incluye conexión wifi y televisores de plasma.
Aunque la calificación del Abba Santander sea de tres estrellas, muchas de sus prestaciones, como la anchura de los pasillos, se corresponden con establecimientos de más categoría. Tanto la amplitud de los espacios comunes como la comunicación visual entre diferentes zonas del hotel (hall, cafetería y comedor-buffet), responde a la idea de aprovechar al máximo las limitaciones que imponía el reducido tamaño del edificio.
La luminosidad ha sido otra de las bazas jugadas por el arquitecto, Pedro Apaolaza, para generar una sensación de mayor amplitud. Tres grandes ventanales en forma de arco aportan luz natural al office y todas las habitaciones cuentan con ventanas, balcones o miradores que se asoman sobre la céntrica zona de Santander donde se asienta. Un ascensor panorámico refuerza la sensación de diafanidad buscada en todo el edificio.
Expansión acelerada
La cadena Abba ha empleado seis millones de euros en la compra y rehabilitación del antiguo Hotel México. Su propietario, el empresario vasco Andrés Iraculis, ha dado así otro paso más en el camino hacia la creación de una gran cadena hotelera, tras su separación del grupo Silken, creado junto a su hermano Antón.
Desde que fundó Abba en el año 2000, la cadena ha abierto 23 hoteles, unificados en un estándar de cuatro estrellas –salvo tres casos en los que no era posible cumplir alguna de las condiciones de esta categoría– y a lo largo de este año se dispone a abrir tres establecimientos más en Granada, Vitoria y Bilbao.
La expansión internacional es otro de los objetivos estratégicos de la cadena, que cuenta desde el pasado año con un hotel en Londres. Tiene previsto abrir esta primavera otro en París y planea estar presente en más capitales europeas, como Berlín, Roma, Lisboa o Bratislava. En todos los casos serán hoteles enfocados hacia ese negocio en auge que representa el turismo urbano, que ya no responde a pautas de estacionalidad, y a los viajeros de negocios.