Un plan regional para deshacerse de los escombros

El espinoso problema que plantea el vertido de tierras procedentes de las obras que se realizan en Cantabria, podría encontrarse al fin en vías de solución, al menos durante una década. Un grupo de técnicos buscan desde el pasado verano emplazamientos para la ubicación de los once vertederos que formarán la red regional de depósitos de inertes impulsada, a instancias de AEXCA, por la Consejería de Medio Ambiente y cuyo proyecto realizará la consultora Apia XXI.
Los once depósitos estarán estratégicamente distribuidos por toda Cantabria con el fin de facilitar a los excavadores el vertido de escombros, sea cual sea el punto en que se ejecute la obra. Según el proyecto, el mayor número de depósitos se situaría en la zona centro, donde habría tres vertederos. Cuatro más estarán situados en las zonas oriental y occidental de la región, mientras que el sur de Cantabria, Liébana, la zona sur-oriental y el centro-sur contarían cada una de ellas con un depósito. La capacidad de estos vertederos debería ser suficiente para dar cabida a los 21 millones de metros cúbicos que se calcula que generarán en los próximos diez años las obras que se lleven a cabo en la región.
La explotación de la red de vertederos correrá a cargo de la Empresa de Residuos de Cantabria, que licitará las operaciones de gestión de cada emplazamiento.

Interés regional

La primera condición que deben cumplir los lugares potencialmente elegibles como depósitos, es la de ser técnica y ambientalmente viables. La canteras abandonadas pueden cumplir ambos requisitos, dado que los inertes ayudarían a la recuperación del entorno; pero los técnicos reconocen que en ellas sólo cabrá el 15% del material que se va a generar en el plazo de vigencia del plan, que abarca hasta el 2013.
Para vencer la tradicional resistencia de los ayuntamientos a acoger en su término municipal un depósito de estas características, la Consejería propondrá al Gobierno de Cantabria la declaración del proyecto como de interés regional. Además, y como paso previo al Plan, Medio Ambiente remitió el pasado verano un oficio a la Comisión Regional de Urbanismo advirtiendo que serán desfavorablemente informados los estudios de impacto ambiental de cualquier planeamiento urbanístico que no incluyan un lugar adecuado para el vertido de inertes de las obras ejecutadas en ese municipio.
Una excepción a la negativa de los ayuntamientos a aceptar el emplazamiento de depósitos en su territorio lo constituye el caso de Suances que recientemente ha iniciado el proceso para crear un vertedero de este tipo en una finca municipal en la zona de Barquio, camino de Tagle. El equipo de gobierno ha defendido su decisión argumentando la necesidad de poner coto a los vertederos incontrolados que estaban apareciendo en el municipio. El objetivo que se persigue es facilitar el traslado de los residuos inertes a una zona vigilada que, una vez colmada, será recuperada ambientalmente. El pasado mes de septiembre se aprobaron las bases para sacar a concurso la explotación y aprovechamiento del vertedero, para el que se prevé un periodo máximo de explotación de 25 años.

Una red pionera

Si los plazos previstos en el plan regional se cumplen, la tramitación del proyecto podría finalizar en febrero del próximo año, comenzando la explotación de la red regional de depósitos en marzo del 2003. Supondrá la puesta en marcha de un proyecto pionero en España, ya que no hay ninguna comunidad autónoma que tenga un plan de depósitos de inertes.
La red resolverá, al menos a medio plazo, un problema que ha llevado a algunas empresas de excavación a rechazar obras por no tener un lugar donde verter los escombros. Una situación que culminó el pasado verano con la negativa de los excavadores asociados a AEXCA a presentar ofertas para el vaciado de los terrenos en que se levantarán las viviendas sociales de Nueva Montaña. La falta de un plan previo para el depósito de estos inertes, que determinó la negativa de AEXCA, está obligando al empresario que se hizo finalmente cargo de esta tarea a improvisar lugares en los que deshacerse de los 150.000 m3 de tierra, escombro y lodo que se calcula que saldrán en esta obra. Una situación que, dentro de pocos meses, puede empezar a ser historia.

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